Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Warren Haynes y Allen Woody fueron pieza clave en el resurgimiento artístico de los Allman Brothers. Su incorporación aportó el oxígeno necesario para que la banda respirara de nuevo y su capacidad como músicos resultó decisiva para que discos como Seven Turns (1990) o Where It All Begins (1994) reverdecieran viejos laureles. En aquellos momentos Warren y Woody eran dos bestias pardas, con el depósito lleno, rebosando brío, adrenalina e inspiración. De ahí que durante uno de los periodos de descanso de la gran hermandad sureña se sacaran de la manga, junto al batería Matt Abts, un power trío que respondía por el nombre de Government Mule, Gov’t Mule o simplemente Mule para sus fans.
Sus primeros tres lanzamientos, el homónimo debut de 1995, Dose (1998) y LIfe Before Insanity (2000) fueron una bofetada en la cara de la escena blues rock y jam y sonaron en mi casa hasta la saciedad. Una potencia descomunal en poder de tres tipos a los que nunca se les iba nada de las manos, todo en el instante adecuado y en el momento justo. Sin mácula alguna hasta que Allen Woody abandonó el edificio en el verano del año 2000. Tras editar varios discos de homenaje al fallecido bajista y reclutar a Andy Hess como substituto volvieron a la carga. Pero era evidente, y lógico, que con la muerte de Woody algo se había quebrado en el seno de la banda. A todos los niveles. Poco a poco aquella imparable energía telúrica se fue desvaneciendo, cayendo en las redes de un cierto acomodamiento que álbum tras álbum los llevó a un estado cercano a la rutina. Basta con escuchar Shout! o Revolution Come… Revolution Go para comprobarlo. O pinchar The Tel-Star Sessions (2016), registrado en 1994 con la formación original, y hacer el ejercicio de comparar. Nada que no les haya pasado a muchas otros artistas, todos atraviesan momentos mejores y peores dentro de una trayectoria, pero es incuestionable que sus discos ya no levantaban las expectativas ni la excitación de antaño. Por no hablar de esos trabajos de reggae o de versiones de los Stones y Pink Floyd que estaban excelentemente interpretados pero que sumaban poco a su bagaje creativo.
A finales del pasado 2021 llega la edición del objeto de estas líneas. Puede parecer un poco extraño que sacaran un disco de blues cuando ese género ha estado siempre presente, y con no poca ascendencia, en sus composiciones. Warren lo explicaba así: “Había estado en mi lista de cosas por hacer durante años. No sabía si sería un álbum en solitario o bien un disco de Gov’t Mule. Solemos tocar algo de blues tradicional en el escenario de vez en cuando, nunca más de unas pocas canciones por concierto, pero creo que nuestro enfoque del blues es único, se basa en nuestra química colectiva como banda. Este álbum nos dio una misión. Aunque de alguna manera era dejémonos llevar, todo vale, queríamos mantenernos fieles al espíritu del blues tradicional. No es un disco de blues rock, es un disco de blues.” Con esas credenciales por delante la noticia causó en un servidor la misma impresión que abrazar una bolsa de hielo. Sinceramente, sonaba más a falta de inspiración, numerosas eran las versiones que se incluían en el listado de temas, y a entregar un álbum para presentar en la carretera que a un sincero homenaje al género. Tanto que decidí que no iba a pasar por taquilla, que con darle un repaso en las plataformas digitales era suficiente. Pero la cabra tira al monte y acabé comprándolo físicamente antes incluso de escuchar ni una sola de las canciones contenidas.
La cuestión es que no sé si es por haber sido grabado en directo, con la banda tocando junta en el estudio, usando cinta analógica e instrumentos vintage, o por la falta de presión que les otorga la naturalidad con que abordan el género, perros viejos en ese aspecto, pero la audición de Heavy Load Blues ha resultado mucho más gratificante de lo que en un principio esperaba. Puede que las expectativas no fueran muy altas pero el arranque del «Blues Before Sunrise» de Elmore James, con la slide manejando el cotarro recordándome a la fantástica versión de «Gonna Send You Back To Georgia» que incluyeron en el álbum de tributo a Hound Dog Taylor, resultó ser un excelente punto de partida para que mi interés se despertara y mis orejas pusieran mucha más atención.
Abordan el blues desde diferentes perspectivas, la vertiente urbana a la manera de Chicago apoyada por sección de vientos, «Hole in my Soul», la desnuda sencillez acústica en el tema título o «Black Horizon» y Warren vistiendo traje de etiqueta para firmar temas de regio y ortodoxo abolengo como «If Heartaches Were Nickels». Un lento de esos que llegan al punto de ebullición cocinados a fuego muy, muy suave culminando en un solo de guitarra sin una nota de más. Composiciones propias que no desentonan ante las versiones que hacen de temas firmados por indiscutibles gigantes del estilo.
Entre las mismas hay que destacar –aparte de la ya citada «Blues Before Sunrise»- la lectura de « (Brother Bill) Last Clean Shirt» de Leiber, Stoller y Otis que para el abajo firmante es uno de los puntos álgidos del disco. La Mula exhibe más testosterona en esos minutos que en todas sus últimas entregas. Otra excelente elección es el «Make It Rain» de Tom Waits, tan misteriosa e inquietante como su autor, o el «I Asked For Water (She Gave Me Gasoline)» (no me digan que no es un título maravilloso) de Howlin’ Wolf. También se apropian de «Ain’t No Love In The Heart Of The City» pero, francamente, en esa no hay quien le tosa a lo que hicieron con ella los Whitesnake vieja escuela.
Hay una edición especial con una segunda galleta conteniendo un solo tema original y otra ristra de buenas adaptaciones, por ahí desfilan Willie Dixon, Muddy Waters o Sonny Boy Williamson pero sorprenden rescatando «Street Corner Talking», publicada en 1971 por los blues rockeros británicos Savot Brown o dándole una vuelta a «Have Mercy On The Criminal» de Bernie Taupin y Elton John que aparecía en Don’t Shoot Me, I’m Only the Piano Player.
Ojalá esta mirada a las raíces, les sirva para reflexionar, cargar las pilas y enfocar su futuro con algo más de claridad. Es innegable que los buenos tiempos es difícil que vuelvan, pero quizás este Heavy Load Blues sea un punto de inflexión para recuperar el mojo y volver a sentir correr la sangre por las venas.
Manel Celeiro