Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
En enero de 2022 se cumplieron dos años y tres meses desde la última vez que fui a un concierto. Fueron los Black Keys presentando “Let’s Rock”. En este tiempo he hecho algunos como músico pero no he asistido a ninguno como público. Tengo que reconocer que es lo único que añoro de la vida previa a la pandemia. La música en directo como bálsamo y las salas de conciertos como lugares de culto. Dado que vivo en Dallas, Texas, no he experimentado mucho la frustración que supone comprobar como tus artistas favoritos aplazan una y otra vez las fechas que tienen programadas. Aquí hace tiempo que no se cancelan eventos pero por razones médicas he tenido que abstenerme de ver a Red Fang, a Gary Clark, a Kiss en su (parece que definitivo) último tour e incluso a ZZ Top sin Dusty Hill o a los Stones sin Charlie Watts. Problemas del primer mundo, lo sé, pero no ha sido plato de buen gusto. Tras mucho meditar, tres vacunas y la sospecha de haber pasado la Covid-19 durante las navidades me armé de valor y decidí recuperar el control de mi vida y volver a ir a un concierto, es decir, preguntarle a mi mujer, mi doctora y mi madre qué opinaban del asunto. Obtuve dos ok’s de tres y así es como el día 11 me planté en el Tulips, un local nocturno de Fort Worth, a una hora de casa, para disfrutar del directo de JD Simo y GA-20.
Reconozco que estaba nervioso pero también excitado. Al fin y al cabo, ir a conciertos no es algo que requiere de aptitud alguna. Era poco probable que se me hubiera olvidado cómo hacerlo pero experimenté una ansiedad similar a la que sentía de niño el primer día de colegio después del verano. Unas horas antes de que abrieran las puertas había entrevistado por teléfono a Matthew Stubbs, líder de GA-20 para Rock Bottom Magazine (podéis encontrar la entrevista en https://www.rockbottom.es/). Stubbs es un ilustre guitarrista de blues natural de Boston y conocido por sus años en la banda de Charlie Musselwhite que ocasionalmente había actuado también con James Cotton. Hicimos buenas migas durante la charla y me instó a conocernos en persona antes de la actuación y así fue. Él no sospechaba que estaba ante un tipo que pisaba de nuevo un garito después de más de dos años y, nervioso como un crío, tenía ciertas dudas sobre su propia capacidad para desenvolverse con soltura pero así era. Tras un saludo críptico y decirnos al unísono “I just got the booster shot”, “me acabo de poner la tercera dosis”, me preguntó si era fan de Cedric Burnside, repuse que los Burnside eran mi familia favorita sobre la faz de la tierra, incluyendo a la mía, y el resto de la charla fue maravillosa. Recordé lo agradable que es tomarse una birra e intercambiar impresiones con otro amante del blues. El hecho de hacerlo constantemente de forma virtual me tenía alienado, nada como una cerveza y una conversación animada sobre Chess Records.
“En estos días, cuando dices que tocas blues, todo el mundo piensa en blues rock hecho a partir de los 70,” me comenta, “eso no tiene nada de malo pero no es lo que yo considero blues, no tengo ninguno de esos discos. Todo lo que escucho es de los años 50 y 60. Mucho del blues moderno me suena a rock clásico o rock sureño. No ha habido un revival de blues tradicional en mucho tiempo”. No tardamos en comentar la grandeza de Magic Sam, Earl Hooker, Buddy Guy o Junior Wells. Esa generación de Chicago que llegó después del éxito de Muddy Waters, Elmore James y Howlin’ Wolf, y de la que nadie se acuerda. “Ya nadie suena así, mucha gente nos descubre en directo y nos pregunta qué estilo de música hacemos, en Boston ya nadie recuerda a qué suena el blues, no hay clubs, no hay cultura. Tienes que tocar en cualquier parte y nadie recuerda sellos como Chess o Alligator Records, ni tocando versiones de Hound Dog Taylor tal como él las hacía la gente se da cuenta de que estas haciendo blues”. Fue interesante escuchar eso de labios de alguien que conoce perfectamente la industria desde dentro. La verdad es que sucede exactamente lo mismo en Dallas, y eso que esta ciudad vio nacer a Blind Lemon Lefferson, T-Bone Walker, Freddie King o a los hermanos Vaughan. Incluso albergó una de las sesiones de Robert Johnson. No obstante, GA-20 estaban presentado en mitad de una extensa gira para presentar “GA-20 – Does Hound Dog Taylor: ‘Try It…You Might Like It!’”, un LP de versiones de Taylor que ha alcanzado el primer puesto de las listas del género y les ha consagrado a nivel nacional. Stubbs asiente y me cuenta que están muy contentos pero también sorprendidos. Grabaron con mucha ilusión pero se lo tomaron como un divertimento pandémico, de hecho, ya tienen listo su siguiente disco listo y esperaban poder lanzarlo pero la repercusión del tributo a Taylor les ha llenado la agenda de compromisos, tanto en su país como en Europa. Es reconfortante escuchar una historia como esta en el contexto actual y, a todo esto, JD Simo aparece en el escenario con una Gibson 335 rojo cherry y nos hace callar con todas las de la ley.
Simo es un bluesman bastante ecléctico. Lo mismo se marca una joya de disco como “Love Show the Way”, registrado en tan solo dos días en The Big House, el estudio de los Allman Brothers en Georgia, que se pone a las órdenes de Jack White como músico de sesión para “Lemonade”, el disco que White le produjo a Beyoncé. Lo que actualmente le tiene ocupado es “Mind Control”, su último LP. Las canciones surgen, según su autor, de la incapacidad para lidiar con la nueva normalidad y la vía de escape que supusieron las redes sociales. Si él lo dice así debe ser, pero en el momento que puso un pie en el escenario se puso a solear y no dejó de hacerlo en ningún momento. Las canciones adquieren un tono lisérgico, progresivo por momentos y algo confuso a nivel rítmico. La sección rítmica parece entrar en trance y seguirle sin prestar demasiada atención y él se desata. Es un guitarrista superdotado, no cabe duda. La propuesta remite a los power tríos más bragados de la década de los 60, sin duda. Sin embargo, la deriva de los tres músicos se torna errática, resultando y en cierto grado de desconexión con el público. Al menos esa fue mi percepción. Cuando atacan piezas como “Go Away Satan”, “People Pleaser” o “Recovery”, que remiten tanto al último Hendrix como a Barrett (en el más abstracto de los sentidos) las estructuras se desdibujan, la intensidad no varía demasiado y las progresiones que tejen batería y bajista no acaban siendo más que bucles pantanosos en los que JD se explaya. No puedo decir que no sea interesante pero la sensación que ellos tuve es que se lo estaban pasando mucho mejor que nosotros. No tengo nada que objetar a eso, no es como presenciar una orgía sin que te inviten a participar pero se parece demasiado a exactamente eso. No obstante, el espectáculo guitarrístico es sublime. JD Simo es una de esas personas que dominan a la perfección su instrumento. Se ` adentró en el jazz con “That’s When You Know That You’re Down” con la misma facilidad que en algo que él mismo definió como “NWA juntándose con Fred McDowell” al interpretar “Fucked Up” o “Let Go”. Toda una experiencia que, por muchos peros que le ponga, solo pueden ofrecer aquellos que dominan el reverso psicodélico de las realidad bluesera.
Y llegó el turno de GA-20, directos al grano. Hacen el tipo de blues del que te empuja a las calles a beber. El socio de Stubbs, Pat Faherty es una figura quijotesca con de tez blanca, pelo afro y gafas oscuras que te arranca la cabeza a golpes de slide con una guitarra Teisco SD-40, también conocida como Kawai Kingston, exactamente igual a la que usaba Hound Dog Taylor. Agresión sónica en la tradición más cruda de la calle Maxwell de Chicago. Es incuestionable que tienen el toque. Ambos guitarristas. Creo que a nadie se le ocurre preguntar de nuevo por qué no llevan bajista cuando suenan “Let’s Get Funky” y “She’s Gone”. Es cierto que en “Sitting At Home Alone” la rítmica se limita a hacer una línea de bajo, pero la forma en que Faherty hace “It Hurts Me Too” es antológica, no necesita ni batería. Para ser justos hay que decir que no les faltan grandes composiciones propias, como “My Soul”, “Naggin’ On My Mind”, “You Know I’m Right” y “Got Love If You Want It”. Merece mucho la pena hacerse con “Lonely Soul”, un álbum adictivo, pero la forma en que reelaboran el material de Hound Dog Taylor es tan genuina y tan difícil de encontrar hoy en día que les hubiera obligado a no tocar otra cosa, al menos por una noche. Espero que no tarden en poner rumbo a España y podáis comprobarlo.
Dolphin Riot