Hay artistas delimitados motu propio, a quienes el cuerpo no les pide desdibujar frontera alguna. Artistas que se sienten cómodos dentro de unos parámetros artísticos acotados e incluso rígidos. No es el caso del barcelonés Enric Montefusco.
El otrora líder de los siempre reivindicables Standstill, ya desde los tiempos en que flirteaba con el sufijo core, ha tenido siempre un pie puesto en lo escénico, entendiendo su arte como una suerte de teatro de la vida hecho música. O viceversa. Tanto monta…
En este nuevo espectáculo, de carácter biográfico pero, a su vez, absolutamente universal, el catalán escenifica sus dudas, vivencias y demonios, en una terapia teatral con música hecha ad hoc, mediante la cual acompaña la puesta en escena, en lugar de adaptar la obra a su folk pop de autor.
Viaje al centro de un idiota es una catarsis introspectiva, familiar y social, que revisita lugares comunes, dudas y emplazamientos físicos y mentales, en un viaje profundo que ahonda en heridas, pero que también las lame.
Y todo ello en una hora de espectáculo en la que, desde la más absoluta parquedad, se juega con la luz, el sonido y el espacio, maximizando el uso de un escenario teatral austero. Y poco más. A saber, un micrófono, una guitarra y un par de señores (también participa Xavi Bobés, a quien merece la pena seguir la pista escénica también), a los que se suman una tramoya, algún vídeo y, créanme, poco más.
Más que suficiente para embobarnos y deleitarnos con el agradable timbre vocal de Montefusco, y con esa teatralidad que emana de su yo artístico. Una teatralidad, aquí, más desatada que nunca.
Texto: Daniel González
Fotos: Salomé Sagüillo