Carrusel de emociones giraron y se entremezclaron durante el fin de semana que clausuraba la edición de este año del festival gallego. Una edición atrevida que no se amedrentó ante las circunstancias y volvió a cruzar el charzo para contactar y traer en directo a Aurora Nealand, una de las clarinetistas, cantantes, compositoras y saxofonistas más relevantes de la escena jazz y tradicional de Nueva Orleans.
Siempre buscando la marca diferencial y dotar de cierta exclusividad a la programación, este año han querido acercarse y explorar la música de Nueva Orleans con varios actos como el celebrado en noviembre con la NOLA Brass Band Experience (junto a Carlos Childe) o la actuación de Aurora que se acompañó de Tom Sancton, otro ilustre de la historia reciente dej jazz y la música tradicional NOLA, además de escribir varios libros que aparte de acompañarla en el escenario, ofreció una interesante charla en Riquela Club (junto a la propia Aurora, Carlos Childe, Fernando Navarro (El País, Ruta 66), y Jacobo Ribero, autor del interesante libro «Bulbancha, música, calle y resistencias desde Nueva Orleans» que allí se presentó.
Los conciertos del viernes en la sala Capitol presentaban el dilema de tener dos cabezas de cartel. Por un lado, Aurora y su banda desplegaban todo su potencial basado en tradicionales y temas propios, que elevaron la temperatura de una sala muy entregada. La simpatía, la elegancia y el saber estar facilitan esta cercanía a la artista que se interpretó a sí misma en la serie Tréme. Sin duda, su paso dejará huella en la ciudad con la que se identificó e integró plenamente tal como nos contaba al día siguiente.
Big Daddy Wilson (Ederton, 1960) no es de Nueva Orleans pero bien podría haberlo sido. La historia de Adam Wilson encaja a las mil maravillas en la mística del blues. Originario de una minúscula población de Carolina del Norte que con poco más de 5000 habitantes es paradigma de las pequeñas ciudades que salpican la geografía norteamericana. Criado por su madre y por su abuela su infancia transcurrió entre la escuela, la iglesia y pequeños trabajos ocasionales en las plantaciones de tabaco y algodón cuando siendo apenas un adolescente abandonó las aulas para buscarse la vida y llevar un sueldo a casa. Y como les sucedía a muchos de sus compatriotas la falta de trabajo y de oportunidades lo llevó a alistarse en el ejército, que le destinó a Alemania donde curiosamente fue donde descubrió el blues. Tras varios años de aprendizaje y tocar en clubs de mala muerte, fue fichado por el prestigioso sello Ruf que le dio la oportunidad de labrarse una carrera.
Sin figurar en el top de los clásicos del blues, no podemos más que reivindicar a este caballero del escenario, que en las maderas del Capitol ofreció un concierto soberbio, apostando por su lado más soulero que blues, consiguiendo poner patas arriba la sala y garantizar una noche de soul-blues-swing para el recuerdo colectivo.
La fiesta se cerraba el sábado por la noche con un retorno de relumbrón: The Allnight Workers se reunían en el Riquela Club tras muchos años de vivir vidas separadas. La expectación era absoluta entre los parroquianos. Este supergrupo formado en 2012 volvía con la formación de gala compuesta por Néstor Pardo, Roi Fontoira (The Limboos), miembros de Bo-Derek’s (Jorge y Martín) y lugar destacado para Santi González al saxo que justamente ese mismo día acababa de ser padre pero no faltó a la cita. Una hora y media de rock’n’roll, jump-blues, swing.. y un cierre con un guiño al Mardi Grass que marcó el punto final de una edición tan especial que dejó con ganas de más. Esa es la sensación cuando las noches son tan redondas pero habrá que esperar 365 días para un nuevo Outono Codax.
Texto: Daniel Miralles
Fotos: Mattias Monsterkid
