Encuentros

Joe Harvey-Whyte, ese precioso sonido que llora y grita

 

La guitarra pedal steel es un instrumento dulce y mágico como pocos y ha ayudado a conformar el esqueleto de un buen puñado de canciones, especialmente dentro del country y la psicodelia. También es complejo y difícil de manejar. En UK, Joe es uno de los mejores.

 

Imagínate que estás tomándote algo en un bar y entras en una de esas conversaciones casuales con un extraño. “Me encanta el fútbol”. “Joder, que casualidad, a mí también”. Esto sería un diálogo estúpido, porque no es una casualidad en absoluto, es lo más normal del mundo. Otra historia sería: “Me encanta pilotar submarinos”. “Hostias, no me lo puedo creer, ¡a mí también!” Aquí el factor sorpresa estaría justificado. ¿Y por qué os cuento esto? No es más que una pequeña analogía personal, que podría ser paralela a una conversación entre músicos, solo que cambiando el fútbol por una guitarra y el submarino por un pedal steel. Este maravilloso instrumento se te clava en el alma si sientes algo por los sonidos psicodélicos y por la música country.

¿Qué sería de maravillosas canciones como “Torn And Frayed” de los Stones o “Tiny Dancer” de Elton John sin él? ¿Os podríais imaginar parte del legado de los Byrds, todo el de los Flying Burrito Brothers o New Riders of the Purple Sage sin él? Yo no. Su hermano pequeño, el lap steel, también es encantador y nos ha alegrado la vida en discos de Warren Zevon, Jackson Browne o Neil Young, por mencionar solo a unos pocos, pero se queda un pelín pálido en comparación con la bestia parda que es el pedal steel. Para dominarla necesitas ambos pies, ambas manos y, por si fuera poco, las rodillas también. Si ya le metes pedales externos y has de desviar tus manos para operarlos, pues eso, que estás pilotando un submarino prácticamente. Joe Harvey-Whyte se ha convertido en uno de los músicos más demandados al respecto y su pasión y dedicación al instrumento y a la música en general le han hecho conocer y compartir grandes momentos con leyendas como B.J.Cole (en la mencionada “Tiny Dancer” es a él a quien oímos tocar el pedal steel) o Tony Visconti. Con él charlamos un buen rato sobre sus proyectos y estos maravillosos sonidos.

¿Cómo fueron tus comienzos en el mundo de las cuerdas?

Empecé a tocar la guitarra cuando tenía once años. Escuchando a David Lindley tocar el lap steel en los discos de Jackson Browne y Warren Zevon me di cuenta de que me fascinaba ese sonido y que no era una guitarra al uso. Podía llorar y gritar a la vez. Ahí es cuando comencé a interesarme por el lap steel.

Cualquier instrumento, ya sea el pedal steel, el lap steel, o una guitarra normal, al tocarlos con el slide, adquieren un carácter casi humano, es de lo más parecido a la voz que puedes encontrar.

Sí, definitivamente, como el chelo. Yo durante un buen tiempo no supe identificar de dónde venía ese sonido. Lo había escuchado en discos de Flying Burrito Brothers, The Byrds, Neil Young, New Riders of the Purple Sage o Linda Ronstadt pero de manera accidental. Yo estaba en mi habitación escuchando mis discos de Rock ‘n’ Roll y ese sonido permeaba a través de la madera del suelo mientras mi padre escuchaba esos otros discos en el salón de abajo. Yo me preguntaba: “¿Que es eso que suena como almíbar, como lágrimas condensadas? Yo quiero aprender a hacer ese sonido.

¿Cuánto tiempo estuviste tocando el lap steel hasta que decidiste echarle un buen par de huevos y pasarte al pedal steel?

Creo que unos cuatro años, pero no de forma muy seria, solo intentando perseguir ese sonido, básicamente. Trataba de emular el sonido del pedal steel con el lap steel, usando diferentes técnicas. Un día decidí ir a una reunión de músicos británicos de pedal steel en el sur de Londres, en Clapham. Me apunté a su fórum. Lleno de empollones. Pero me encantó. Me llevé mi lap steel y les enseñé lo que podía hacer con el instrumento. Me miraron como diciendo: “Eso está muy bien, chaval, pero ahora, ¡mira esto!” Me quedé alucinado con lo que podías hacer con el pedal steel y a partir de ese momento quedé enganchado.

Invertí mucho dinero en comprarme mi primer pedal steel, sin ni siquiera saber si iba a ser capaz de tocarlo, pero es que no merece la pena comprar uno para principiantes, te tienes que lanzar a la piscina. Mi amigo Matt Park, muy bueno con el instrumento, me aconsejó para pillar uno de doble mástil, 35 kilos, y me llevó en coche hasta Birmingham a por él. Creo que tenía veinticuatro años por aquel entonces. Matt me ayudó muchísimo al principio. Me enseño a montarlo, a afinarlo, y a entender de qué iba el instrumento.

Estudiaste con el legendario B.J. Cole (Humble Pie, Elton John, T. Rex, Robert Plant, Roger Daltrey…la lista podría alargarse hasta el infinito. N.d.r.), ¿no?

Más que estudiar, nos conocimos en una fiesta y conectamos. Me abrió los ojos a lo que puede suponer el pedal steel fuera del ámbito de la música country.

La gente directamente lo asocia con ese tipo de música. La verdad es que, a parte de la música psicodélica, pocos géneros más se me ocurren donde predomine este instrumento. En el blues y en el rock’n’roll no lo oyes normalmente.

Bueno, Chuck Berry sí que lo usaba a menudo.

Cierto, pero es que a la gente se le olvida la cantidad de elementos del country que Chuck Berry incorporó en su música.

Sí, tiene muchos temas que son puro country, pero con un deje de rock’n’roll.

Con la cantidad de posibilidades de moldear el sonido que tiene este instrumento, supongo que realmente te puedes ir a cualquier terreno.

Si consigues dominar el instrumento físicamente puedes crear muchísimos sonidos. Piensa que has de usar prácticamente todos los miembros de tu cuerpo, y tu mente ha de estar completamente concentrada en ello. Te fuerza a estar casi en trance, no te quedan capacidades de sobra para otras cosas. Es el único instrumento que se me ocurre en donde ocurre esto. Bueno, quizá la batería. La verdad es que es uno de los instrumentos más psicodélicos que te puedas imaginar. No hace falta tomar drogas alucinógenas para ver lo increíblemente cósmico que es el sonido que produce, pero claro, has de saber manejarlo. Yo lo he tocado habiendo tomado unas cuantas cosas, tampoco te puedo decir si ello ha afectado para bien o para mal.

Supongo que si llegas a dominarlo completamente de forma física es como andar, montar en bici o conducir. Lo puedes hacer yendo muy puesto, pero el riesgo es mayor.

A ver, es que es como una nave espacial. Si tienes todos tus sentidos contigo puedes manejarla hacia un viaje mucho más completo. Si vas hasta arriba y el volante de la máquina se convierte en una serpiente, la cosa se complica. Va a ser interesante también, pero de otra forma. Si realmente puedes absorber las cualidades psicodélicas del instrumento y de manera sobria lo sabes manejar, te puedes llevar a la gente de viaje sin necesidad de meterte ninguna droga. B. J. y yo lo comentamos siempre, es un instrumento psicodélico de cojones. Funde las notas de tal manera que se vuelven un todo, no hay trastes o notas separadas, no hay un principio o un fin, es un todo, pura emoción, expresión y sentimiento.

¿Cuáles fueron tus primeras colaboraciones tocando pedal steel?

Cuando terminé de estudiar filosofía me puse a trabajar en la calle donde están todas las tiendas de guitarras en Londres, Denmark St, en una de ellas, y allí conocí a un buen puñado de músicos. Con varios de ellos formé el grupo “Panama Red”, como la canción de New Riders of the Purple Sage. Esta fue la primera banda en la que toqué pedal steel y lo pasé genial con ellos. Mi primera sesión de grabación es otra historia bien diferente. Ahora me río cada vez que me acuerdo.

Soy todo oídos

Comencé a estudiar a través de un par de sesiones con B.J. Cole. No eran lecciones al uso, sencillamente compartía lo que sabía y me daba consejos. Con eso me marché al campo durante dos semanas y lo único que hice fue sentarme delante del instrumento durante horas y horas, tratar de comprenderlo y empezar a sacar sonidos. Un amigo me comentó que necesitaban pedal steel para una sesión en Londres y que había dado mi nombre. Con lo poco que sabía me lancé a por ello y conduje hasta Londres, muy nervioso. Llegué a la dirección que me habían dado y era como una urbanización de ricachones. “¿Esto qué coño es?”, pensaba yo. Entro en la casa y saludo al tipo diciendo: “¿Qué tal, tío (la traducción es un poco inexacta. La palabra inglesa es “mate” y se utiliza de continuo para referirse a alguien de forma informal. N.d.r.)?”. Me suelta: “No me llames tío”. Y pensé: “Empezamos bien, esto es realmente intenso”.

No quería que se me notara lo nervioso que estaba y que no había hecho esto antes. Me lleva a través de la casa, que es gigantesca, de multimillonario, con un estudio en la parte de atrás. Solo el estudio era más grande que cualquier casa en la que haya vivido yo. Una vez allí, me deja para que monte todo. Parece que la cosa se relaja y me ofrece una taza de té. Me la trae y le digo: “Gracias, tío”, a lo que me dice muy enfáticamente: “Te he dicho que no me llames tío”. Ahí ya pensé: “Ahora sí que estoy de mierda hasta el cuello”. Se pasó toda la sesión con los pies encima de la mesa, reclinado en una silla y leyendo The Sun o The Daily Mirror (periódicos ingleses de prensa amarillenta y gusto más que discutible N.d.r.), bebiendo té. De vez en cuando me miraba y decía: “! ¡Te tienes que relajar, chaval!” Y yo pensaba: “Joder, no me lo estás poniendo nada fácil, estás haciendo todo lo posible para que esta sesión para tu propia música no sea exitosa”.

Al final salió todo más o menos bien, me olvidé del tema y como tres años después me encontré con el colega que me había recomendado para la sesión. Le pregunté: “? ¿Qué fue de aquella primera sesión? ¿Salió el álbum? El tipo era francamente extraño” Y mi colega, me contestó: ¿Pero no sabes quién era? Era Francis Rossi de Status Quo.

Ahhhh, ahora todo encaja como un puzzle sideral

Me contaron que querían a B.J. Cole, pero no pudo hacerlo en el último momento y me tuvieron que llamar a mí. Es un álbum de country que grabó y todo lo que quería es que tocara las típicas intros que has escuchado un millón de veces en los temas de country, así que tampoco es que esté muy orgulloso de esa sesión.

Lo que sí que debió de ser un punto de inflexión para ti fue la colaboración con Tony Visconti.

Desde luego. Como muchas otras cosas en mi vida, fue una especie de accidente feliz. Cuando estaba trabajando en la tienda de guitarras que te mencionaba antes, vino un día por allí a comprar unas cuerdas de bajo y yo no le reconocí. Como ves no se me da bien reconocer a la gente. Uno de mis colegas me dijo: “¿No sabes quién era ese? Es Tony Visconti”. Sin pensármelo dos veces salí corriendo a la calle. Cuando estuve en el distrito de los lagos aprendiendo a tocar el pedal steel me metí mucho en la música ambiental, improvisación libre y experimentar con diferentes sonidos.

Un tema que me fascinó en aquella época fue “Moss Garden” de David Bowie y Brian Eno, producido por Visconti. Está en la segunda cara de Heroes. Realmente solo quería decirle lo que esa canción me había influido y como había abierto mis oídos y mi mente para crear sonido ambiental. Cuando le comenté que tocaba pedal steel se quedó muy sorprendido y me pidió mi dirección de e-mail. Me dijo que estaba preparando un concierto en el que diferentes artistas repasaban temas de su carrera y que le gustaría que participara. No me lo podía creer. Fue un auténtico honor.

https://vimeo.com/238095155

Luego te uniste a The Hanging Stars con los que has grabado tres magníficos discos

Dos, en el primero no toqué yo. Acabé formando parte de la banda porque Richard, el cantante y compositor, me contactó por si quería sustituir para algún concierto ocasional a David Rothon. Me mandó el tema “Floobound”, una especie de poema de amor al pedal steel, inundado con preciosos sonidos saliendo del mismo. Aluciné cunado lo oí y dije que sí inmediatamente sin tener ni idea de si iba a ser capaz de reproducir eso. Esto también ocurrió cuando ni siquiera llevaba un año tocando. Me tiré horas y horas tratando de aprenderme sus canciones y tratar de reproducir lo que David hacía en ellas. Aprendí muchísimo sobre todo el lado psicodélico del instrumento, como apartarme de los fraseos country repetidos ya mil veces. En el primer ensayo les dije: “Sé que soy un músico de sesión, pero esta es la clase de banda de la que me gustaría formar parte”. Además, fue en el mismo estudio que ahora mismo regento. Lo pisé por primera vez para ensayar con The Hanging Stars y al final acabé siendo el manager del mismo.

Creo que la aportación del pedal steel es esencial para separar a The Hanging Stars de los cientos de grupos que hay ahora mismo haciendo Americana y sonando calcados los unos a los otros. No sería lo mismo sin él.

Te agradezco el comentario, pero lo que creo que realmente hace a esta banda especial es la suma de sus partes. Somos muy diferentes los unos de los otros y tenemos influencias y gustos muy variados. Sin la forma de tocar el bajo de Sam, o las canciones de Richard, las guitarras y las canciones de Patrick y la forma explosiva de tocar la batería de Paulie no sonaríamos igual. Si me pones a mí en cualquier otra banda cósmico/country/psicodélica no sería tan buena como The Hanging Stars, porque hemos estado creando este sonido juntos durante seis años y nos hemos convertido en una familia.

Os vi abriendo para The Long Ryders, supongo que disfrutaríais la experiencia.

Hay una buena historia de ese tour. En la primera fecha, en Manchester, estábamos charlando con Sid Griffin en la prueba de sonido y me dijo: “Hey, ¿por qué no te unes a nosotros en el último tema?” Yo dije que por supuesto, sin ni siquiera saberme la canción en particular. Después de nuestra actuación, me comí unas setas alucinógenas, sin acordarme de que tenía que tocar el último tema con ellos y de repente me acordé, cuando ya era demasiado tarde y estaba flipándolo un poco.

Tuve que cargar el pedal steel hasta el escenario, buscar un ampli donde enchufarlo, que no encontré, enchufarlo en el ampli del segundo guitarrista, y todo esto en pleno viaje. No sabía muy bien todo lo que estaba aconteciendo a mi alrededor, pero al final me las apañe para mantener el control y tocar el tema bien. La verdad es que me abrió los ojos: “No toques el pedal steel cuando vas puesto”.

También os vi abriendo para una banda completamente diferente, The Brian Jonestown Massacre

Es lo bueno que tenemos, que podemos encajar tanto con bandas de country rock, como bandas más psicodélicas. Por supuesto tratamos de adaptar un poco del set list dependiendo, pero acabamos encajando. A veces nos ha traído algún problema que otro el tocar géneros tan variados, pero en general nos funciona bien.

Cambiando de tercio, algo que disfruté enormemente es cuando hicisteis el tributo al documental “Heartworn Highways”, con Steve Earle, Townes Van Zandt, Guy Clark y los primeros espadas del llamado “Outlaw Country” de Texas y Tennessee. Os juntasteis gente de The Magic Numbers, The Hanging Stars, y parte de lo más granado de la escena de cantautores londinense reproduciendo mucha de la música incluida en la peli, pero también aportando canciones originales de cada uno de los participantes, todo ello mientras intercambiabais historias y os emborrachabais un poco, vamos como en la película.

Aquello fue mágico, pero no es fácil hacer un tour con este show. Somos veintidós músicos. Tocamos en un gran festival, el Red Rooster, en el escenario principal, pero a parte de esto solo podemos hacer conciertos aislados, lo que es una lástima. El sentimiento de comunidad que se produce con todos estos músicos, está muy ligado al Betsey Trotwood (bar de Londres donde dio lugar el primer concierto de este proyecto, frecuentado por todos los participantes y gran parte de los músicos amantes de la escena, llamémosle, Americana.N.d.r.). También a los estudios que regento. Todos nos encontramos en estos lugares comunes y se crea un sentimiento de comunidad que también incluye a los que vienen a ver los conciertos.

 

Hablemos un poco sobre tu último proyecto, “Flatland/Spaceland”

Es un proyecto de música ambiental que va a salir en vinilo y en plataformas digitales. Son dos canciones de diez minutos, música para meditar que salió de momentos de exploración personal que tuve en el confinamiento. Todo mi trabajo como músico de sesión se vio interrumpido. Es el resultado de todos esos momentos en los que estás como soñando despierto, pensando en como plasmarías algo personal, pero sin darle el suficiente espacio para que se materialice. Es un poco similar a lo que hice con Tony Visconti, pero que nunca llegó a crecer lo suficiente. Ahora por fin he tenido el tiempo de desarrollarlo y dejar que crezca. Siempre he tenido esta idea de tratar de componer una banda sonora sobre la revelación que es observar la tierra girando alrededor del sol.

En la habitación en la que tengo el pedal steel también tengo un proyector y solía ponerme en directo las retransmisiones de la estación espacial internacional e improvisar sobre esas imágenes durante dos horas sin parar. También tuve otra motivación. Siempre he sufrido de insomnio y zumbido en los oídos, ya no tanto afortunadamente, y solía odiar la música que encontrabas en YouTube para ayudarte a dormir o relajarte, me parecía una mierda. Al final me tiraba más tiempo tratando de encontrar algo decente para relajarme que durmiendo. Así que pensé: “Voy a tratar de componer algo que refleje ese estado de relajación al que quiero llegar”.

Llegué a la conclusión de que, para plasmar eso, improvisar sobre las proyecciones del espacio exterior y la tierra girando alrededor del sol, sería ideal. Salir de mis preocupaciones diarias, viviendo en un pequeño piso, preocupándome de la renta, del dinero. Todo el mundo tiene esas preocupaciones, pero en mi caso trato de canalizarlo llegando a un estado en el que todas esas preocupaciones desaparecen. Como improvisé durante horas y cambiaba el tono muchas veces, tuve que editar y mezclar, lo cual fue muy interesante. Tuve que escoger secciones entre más de veinte cuatro horas de música. Aprendí mucho con todo ese proceso. Hay un montón de loops y sonido procesado. Los nombres de las canciones están inspirados en una novela de Edwin Abbott, un profesor y escritor del siglo diecinueve.

Joe, ha sido un auténtico placer charlar contigo y es un constante placer oír los sonidos que sacas de esa tremenda máquina.

Un placer también por mi parte.

 

 

Texto: Javier H. Ayensa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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