Revisión del noveno disco de Jeffrey Halford & The Healers, no realizada antes por las limitaciones de distribución en la pandemia, necesaria tanto por su calidad intrínseca como por la posibilidad de redescubrir uno de los mejores discos americanos de 2019. Consumado storyteller, este tejano emigrado de chaval a la Costa Oeste nos regalaba ese año la historia de dos hermanos que, en las postrimerías del siglo XIX, se dirigen también a California cruzando medio país. Y lo hacía echando mano de cierta -y suponemos que inevitable- iconografía del salvaje oeste, desde el juego y los tahúres («A Town Called Slow», «Dead Man’s Hand») a la horca («Gallows») o la fiebre del oro («The Ballad of Ambrose and Cyrus»), al tiempo que le guiñaba el ojo en más de una ocasión a Dylan, con la referencia a “Lily, Rosemary, and the Jack of Hearts” como más que obvia.
Con el country y el rock’n’roll en la cartuchera, y dos secuaces de peso como Adam Rossi y Bill Macbeath, Halford y sus Healers desgranan las aventuras y desventuras de los dos personajes en uno de esos discos a los que hay buscarle un rato de tranquilidad, sin injerencias ajenas. Escuchar temas al azar, o dejarlo a la mitad, es perderse buena parte de la experiencia y de la autenticidad que destila.
Un álbum conceptual, pues, que gracias a su dominio de la narrativa se convierte en un periplo casi literario, a través de diez canciones que funcionan como otros tantos capítulos. Al respecto un amigo de Halford escribió: «Si Cormac McCarthy tocara la guitarra, tendría un sitio fijo en The Sad Cafe, y la gente vendría de kilómetros a la redonda para escucharlo cantar «The Ballad of Ambrose and Cyrus». Poco más que añadir, la verdad.
Eloy Pérez