Once nuevas canciones de estos veteranos de la escena de la música de raíces que siguen fieles a su cita de publicar disco por año. De su formación original, que se estrenaba en 1999, ya solo quedan Rob Waller y Paul Lacques, pero Victoria Jacobs y, sobre todo, Paul Marshall pueden ser considerados miembros de largo recorrido de la banda viendo los años que llevan juntos. Cuatro voces que empastan a la perfección entre ellas y cuatro multiinstrumentistas que intercambian sus herramientas de faena sin rubor para construir un álbum en el que, una vez más van del sonido de los Apalaches al country cósmico de Gram Parsons y la aportación de este a los Byrds. Cierto es que este último matiz de su sonido ha ido perdiendo presencia con el tiempo, enraizando más su propuesta, pero algo de sus orígenes queda ahí. En un álbum, como tantos, marcado por el COVID en el que destacan ese «Kensington Market» cantado por Jacobs, la balada, la oldie «Kentucky Jesus», ese «Geronimo» dedicado al legendario jefe indio o los ecos a Jim Morrison – sí, no me he vuelto chiflado – de «Mississippi Gas Station Blues». Unos currantes.
Eduardo Izquierdo