Les ahorraré el topicazo de decir aquello de “lo ha vuelto a hacer”, pero desde luego me lo pide el cuerpo al quedar por enésima vez boquiabierto ante la capacidad de este tipo para hacer un disco tras otro a velocidad de vértigo y sin la más nimia merma de calidad con respecto a una obra que siempre ha viajado a lomos de la excelencia. Es jodido mantener tal nivel, pero él, fiel a su estilo además, continúa regalándonos una exquisitez tras otra. Como este nuevo trabajo, el que hace diecisiete en su carrera y nada menos que el cuarto en tres años. Es imposible no rendirse ante la grandeza de la dupla que da comienzo al disco. «Helena» y «Tom» son dos de esos argumentos que solo los más grandes son capaces de esgrimir, en especial la segunda, que pasa automáticamente a engrosar la potente lista de clásicos de un compositor que ni mucho menos se contenta solo con eso. El resto del disco sigue ofreciendo desarmantes historias de almas en pena como «Minnesota» o la inmensa «Jennifer». La portada no avisa en balde.
JUANJO FRONTERA