Discomático

Black Sabbath – Sabotage «Superdeluxe» (BMG)

Hay ocasiones en que la presión, la frustración y el daño, son incentivos para la creatividad. En 1975, después de haber editado cinco obras maestras consecutivas y tocado en los lugares más prestigiosos del planeta, los cuatro integrantes de Black Sabbath apenas juntaban lo suficiente en sus cuentas bancarias para pagar una ronda en el pub más cercano del estudio de grabación.

Sí, tenían mansiones y coches de lujo, pero les habían tangado; nada de eso les pertenecía. El único propietario era el manager. Para intentar mantener lo que por fuerza les pertenecía, contrataron a un puñado de abogados, que les tangaron aún más pasta que el denunciado. Sabotaje, puro y duro.

Casi partiendo de cero a nivel empresarial, Sabbath hicieron lo que mejor se les daba: ser Black Sabbath y grabar otro álbum fascinante en los matices y creativo en el concepto global. Con todo ello, la grabación no fue un camino de rosas. «Por la mañana éramos hombres de negocios, batallando por lo que nos habían robado. Y por la tarde éramos un grupo, lo cual nos dejaba con poca autonomía para ser personas comunes», relataba el bajista y letrista Geezer Butler.

Quizás por esa presión y ese deseo de prender fuego al mundo, entran como un elefante en una cacharrería, en el que es uno de las grandes inicios de su discografía: «Hole In The Sky». Marca el devenir del álbum, pues las texturas, aún con ese enfoque oscuro que les caracterizó, son dispares y diversas. Si en Vol 4 y (sobretodo) Sabbath Bloody Sabbath dejaron de ser una banda que jugaba en torno a la grandeza del riff, aquí retuercen aún más las posibilidades, liberando un tono progresivo (la forma en que se desarrollan «Thrill Of It All» y el «clásico» del álbum, «Symptom Of The Universe»), volviendo a un pasado de sicodelia («Am I Going Insane (Radio)»; con Ozzy toqueteando un sintetizador Moog, artilugio que acababa de aprender a medio tocar) y creando la banda sonora para el apocalipsis («Supertzar»). De postre, esos brutales casi nueve minutos que denuncian la mala praxis de los abogados y el manager, que convierten «The Writ» en la clave de Sabotage.

Tony Iommi trajo unos riffs alucinantes y Geezer Butler volvió a demostrar que es uno de los letristas más interesantes de la época y también uno de los más infravalorados. Bill Ward coloreó aquí y allá, tal y como hubiese hecho Ginger Baker pero sin el ego de este, solo aportando lo que realmente reclamaba el concepto de la canción. Y Ozzy puso algo más que cantar alrededor del riff, pues sus melodías vocales son totalmente innovadoras, creando una nueva forma de entender la voz en el rock. Eso sí, cantó tan alto que nunca más pudo defender esas canciones (si exceptuamos la gira de presentación del propio álbum) con esa intensidad. Cosas de la juventud.

El cofre de Sabotage incluye, aparte del álbum remasterizado por enésima vez, replica del single japonés de «Am I Going Insane (Radio)», reproducción de libro de gira, poster del tour británico del 75, libro de 60 páginas, y lo realmente valido: uno de los conciertos más pirateados de la banda (por la calidad de sonido), al fin oficializado y con sonido extraordinario, el registrado en Asbury Park el 5 de agosto de 1975. Lo venden como «North American Tour Live’ 75», sin más señas que esa. Pero no cabe lugar a dudas, es el legendario show de la ciudad costera de Jersey.

En cualquiera de sus formatos, Sabotage siempre será el disco «desestimado» de los seis monumentos que grabó Sabbath, así que cualquier hora, día y mes del año, es propicia para poner en orden las cosas y disfrutar de su enormidad. Sabbath nunca recuperaron su dinero, pero su creatividad les llevó a seguir trazando un lienzo único e irrepetible. Sabotaje, hijo de puta.

 

Texto: Sergio Martos

 

 

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