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De menos a más – Black Sabbath (part 1)

Algunos documentan su aparición en anuncios de la gira americana de Sabotage, allá por 1975. Claramente, nuestro mercurial demonio fue la imagen de la gira de 1978, la que celebraba los 10 años de existencia del grupo. Esta iniciática mascota de las tempranas eras del merchandising musical, se dio a llamar coloquialmente como Henry. Entidad que ha tenido otros nombres antes: Lucifer, Prometeo…el arquetipo que trae el conocimiento, la luz desde la oscuridad saturnal. Satanás nunca tuvo nada que ver con Black Sabbath, para frustración de un pensador lúcido, católico y moral como Geezer Butler.

 

Prácticamente está todo escrito sobre Black Sabbath, por críticos mucho más  eruditos y espabilados que quien firma esto. En el debate siguen habiendo áreas de fricción, algunas contradictorias, otras complementarias. Si inventaron el heavy metal o no. Si lo esencial son los primeros 2 álbumes, 3 álbumes, 4 álbumes, 6 álbumes. Sólo la época de Ozzy versus todo el canon de Tony Iommi. Discusiones tan apasionantes como estériles al final de la noche.

Así que para esta pieza sabática, me he tomado un tridente de licencias:

1) Sólo haré caso a mi daemon, a mi Henry personal. La lista de álbumes sólo de estudio está ordenada de forma completamente hedonista, siguiendo la frecuencia inconsciente que hace que escuche unos más (o antes) que otros. Que calle el crítico.

2) Arbitrariamente, separaré los álbumes con Ozzy Osbourne del resto. Primer y segundo tiempo de un mismo juego de pelota. Creo que la digestión será más ligera, sin riesgos de reflujo gástrico para los fans más recalcitrantes. El que quiera ir más allá, que lea la segunda parte.

3) Añadiré algunas pinceladas personales, para que el relato pueda tener matices diferentes a todo lo que ya se ha escrito hasta la saciedad. Como dijeron Graham Wright y David Tangye, aquellos entrañables y vapuleados roadies suyos de los 70’s: “Qué negro fue mi Sabbath”.

Este es el mío.

 

9.- 13  (2013)

Tardío reconocimiento universal. Número Uno en USA. Sólido álbum, merecido desfile triunfal. Nunca sabremos cuál hubiese sido la sinergia con Bill Ward a bordo.  Entiendo que Rick Rubin quisiera traer a Ginger Baker, aunque siendo justos, Brad Wilk lo hizo muy bien. Las sesiones de 13 fueron muy prolíficas, 16 canciones. Sólo la mitad aparecen en la versión que la mayoría posee. Casi todo está en su sitio. Las brillantes letras de Geezer Butler y su atronador bajo, un Iommi gigantesco, Ozzy cantando estupendamente.  Me cuesta separar mentalmente las épicas y consecutivas «The End Of The Beginning» y «God Is Dead?», que en rigor son permutaciones aggiornadas de «Black Sabbath» y «War Pigs». Así como «Zeitgeist» lo es de «Planet Caravan». Brillan «Loner», «Age Of Reason» y «Dear Father», que cierra un círculo vital que podría haber sido más amplio y arriesgado. Sabbath Plays Sabbath, sin el componente mítico, algo que en mi psique siempre empieza por el título y la portada.

 

8.-Volume 4 (1972)

Era el álbum de Black Sabbath favorito de Frank Zappa, quien se volvía loco con «Supernaut». Palabras mayores. Tremendamente icónico, podría ser el preferido del canon para muchos, y yo aceptaría el envite con deportividad. Si se trata de medir la música por su masa atómica, sólo Pantera y Slayer han podido igualar tal presión gravitatoria. Volume 4 era el álbum más pesado de la historia de la música grabada entonces con canciones como «Cornucopia», «Under The Sun» (brillantemente recuperada en las últimas giras) o «St. Vitus Dance». Es el álbum de Black Sabbath más misantrópico, granítico e impenetrable, una experiencia intensa y dolorosamente placentera, para degustar muy de vez en cuando. Atentos a todo lo que hace Bill Ward en este disco, tan magistral, un deleite en si mismo,  orquestando los pétreos riffs del Iommi más violento y oscuro. El equivalente musical a un agujero negro.

7.- Never Say Die! (1978)

Si, definitivamente Never Say Die! suena mal. Black Sabbath llegaban a este disco vapuleados, queriendo celebrar los 10 años de carrera con un Ozzy Osbourne un día dentro y otro fuera, al punto que Bill Ward tuvo que cantar la fascinante clausura del  álbum en «Swinging The Chain». Vuelven a los primigenias influencias jazzísticas, cosa que la maravillosa portada de Hipgnosis y la optimista apertura de «Never Say Die» no presagian en absoluto. Historias de pandilleros, del dolor de muertes en la familia, congelados en Toronto, drogados, desgastados mental y emocionalmente. Pero ignorad todo lo que habéis leído, incluso de boca de Ozzy. Never Say Die! es el último álbum de Black Sabbath donde experimentaron de verdad, con la musa entrando por sitios inesperados, pateándoles los entumecidos tobillos. Humanidad descarnada y música soberbia para estos “cuatro hermanos”, como Don Airey -cuyas teclas brillan aquí- me los definió en persona recordando estas sesiones.

 

6.- Black Sabbath (1970)

Aunque ya se sepa donde está el icónico molino, y se haya averiguado recientemente quién era la modelo de la portada, aún quedan misterios. No hay un álbum cero de Black Sabbath, aunque si existen registradas un puñado de maquetas y una actuación de Noviembre de 1969. Teniendo en cuenta esto y sólo esto, vemos que el jazz (Reinhardt, Joe Pass, Buddy Rich) el blues (Elmore James, Buddy Guy) y los Beatles fueron sus escasas influencias. Pero tras la determinante residencia en el Star Club de Hamburgo, de la nada vinieron los primeros esbozos de auténtico heavy metal: «Black Sabbath», «N.I.B.», «Behind The Wall Of Sleep» y «Wicked World». En Black Sabbath tenemos la invención de un nuevo sonido, terrorífico y adictivo, que iba mucho más allá de lo que Led Zeppelin exploraron y luego dejaron a un costado con una mueca de disgusto. Arcaico aún – Deep Purple lanzarían un álbum más moderno ese mismo año con In Rock– pero pronto extraerían todos los metales pesados de la roca como nadie lo había hecho antes.

 

5.- Paranoid (1970)

Pieza angular de cualquier colección de metal seria, en «Paranoid»  Black Sabbath dan un paso crucial, que los llevó a su primera cima comercial.  Segundo disco en siete meses, un golpe de puño de hierro sobre la mesa. «Rat Salad» y «War Pigs» aún tienen incrustadas vetas de jazz, pero ya empezamos a tener composiciones más concisas y “modernas” para la época («Paranoid») y metal sin concesiones en «Iron Man» y «Hand Of Doom». Más que una colección de canciones, Paranoid sigue siendo un viaje mental, de principio a fin, no importa las veces que nos hayan metido los hits por la vena sin que siquiera lo pidiéramos. Qué decir…lo mejor es ver a estos tipos presentando este disco en París en 1970, cuando querían comerse el mundo y uno termina convencido de que Bill Ward era Dios esa noche. Pobre Bill. Mi copia está firmada por Geezer Butler y Tony Iommi, y no tengo su firma porque era un cassette, y simplemente la suya no cabía. Típico momento Sabbath.

 

4.- Master Of Reality (1971)

No más vestigios de jazz o blues. Tony Iommi baja la afinación de su guitarra tres semitonos y crea el sonido más pesado jamás registrado en cinta. Con Zeppelin y Purple mirando con suficiencia hacia otro lado, Master Of Reality los establece  definitivamente como los padres de la criatura. Fin de la discusión. Esto ya es completamente otra música, que ellos llamaban Downer Rock entonces. Master Of Reality es nuevamente otro viaje mental intenso, en el que hay moldes estilísticos para varios géneros musicales, que presagian tanto a Iron Maiden, Pantera, Soundgarden o Monster Magnet. Muchas de sus facetas son aún revolucionarias. Había que tener agallas para hacer «Sweet Leaf» en 1971, y clarividencia para escribir letras como «Lord Of This World», «Children Of The Grave» o «Into The Void». O se cuida este maldito mundo, o tendremos que irnos a otro lado ante el escarnio de la mirada de nuestros hijos. Un lúcido Ozzy Osbourne me recitó estas palabras al oído una vez. Mensaje recibido.

 

3.- Technical Ecstasy (1976)

Gira de Use Your Illusion. 1992, Argentina. Axl Rose se sienta al piano y comienza a cantar «It’s All Right», la beatlesca balada que presenta la voz de Bill Ward en este disco. Mi corazón dio un salto. Alguien más amaba Technical Ecstasy.  La portada de Hipgnosis es una obra maestra de diseño art déco, es el disco de Sabbath que mejor suena de los 70’s. También el más ecléctico musicalmente, y desgarradoramente humano. Agotados, iban camino a la autodestrucción. Canciones sobre putas, desamor, traficantes, políticos peligrosos y maldiciones gitanas. Letras mundanas, acercamientos al funk «All Moving Parts (Stand Still)», boogie «Rock N’ Roll Doctor», y gemas progresivas dignas de los dos discos anteriores, como «You Won’t Change Me», «Gypsy» y «Dirty Women», uno de los puntos álgidos de los últimos tours, con el Tony Iommi más épico y memorable bajo los focos. Un gran acierto. De todo el lote sabático, Technical Ecstasy es el álbum a descubrir, y el que más crece por si solo dentro de uno.

2.- Sabotage (1975)

Difícil contradecir a los grandes expertos que consideran Sabaotage como el cenit de toda la carrera de Black Sabbath. Si se abre con «Hole In The Sky» y «Symptom Of The Universe», y si se posee una cordillera de cumbres como «Megalomania», «The Writ» y «The Thrill Of It All», estamos ante una obra maestra, lírica y musicalmente. Entonces se decía que los Sabbath más pesados habían vuelto tras la experimentación más ligera de Sabbath Bloody Sabbath, lo que es cierto en parte. Quizás un espinoso camino del medio para recorrer descalzo por la noche sea lo más apropiado aquí. Lo pesado es más pesado, y lo progresivo, más progresivo. En un año de grandes obras maestras –A Night At The Opera de Queen y Physical Grafitti de Zeppelin (ambas bandas grandes amigos personales de nuestros héroes)- con Sabotage, Sabbath lanzan la suya, pudiendo mirar a sus pares a los ojos, para ser inmediatamente ignorados, garantizando una destructora ola de frustración profunda. También me siento culpable aquí.

 

1.- Sabbath Bloody Sabbath (1973)

Tony Iommi me dijo: El siguiente nivel fue Sabbath Bloody Sabbath. Nos llevó a ver las cosas de otra manera a partir de entonces”. Coincido plenamente.  A partir de su doloroso bloqueo creativo, las aguas desbordaron. Hartos de que no se los tomara en serio, Black Sabbath coronan una obra musical mayúscula, sintetizando elementos pesados aún no descritos. Pasajes acústicos desoladores, teclados, flautas, perturbadores arreglos de cuerdas. La luz tiene masa y se equilibra con la oscura materia plúmbea.  Los Sab Four están en su momento álgido. Juntos y por separado todos brillan. «Spiral Architect», «Sabbra Cadabra», «A National Acrobat» son fascinantes microcosmos a explorar. «Sabbath Bloody Sabbath» y «Killing Yourself To Live» ya empiezan a enseñar el camino de la insatisfacción y sufrimiento en el mundo real. Dantesco viaje al inframundo, que comienza en una portada que es una removedora obra de arte. Encandilado por su extraña belleza, sigo acercándome inconscientemente a su luz.

 

Texto: Daniel Renna

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