Encuentros

My Cat Is An Alien, el arte es una ruidosa lágrima y un silencio infinito

 

 

Casi un cuarto de siglo llevan los turineses Roberto y Maurizio Opalio alterando el estado de conciencia de sus oyentes con propuestas que —entre el sonido orgánico y la proto-electrónica, el audiovisual y la pintura, la poesía y lo conceptual— estremecen y asombran, chirrían o seducen, siempre repeliendo la indiferencia. Tenaces en su misión global, a lo largo de los años My Cat Is An Alien (MCIAA) han colaborado con Sonic Youth, Christian Marclay, Keiji Haino, Loren Mazzacane Connors, Jackie-O-Motherfucker, Matts Gustafson o Jim O’Rourke, y aparecido en la portada de la prestigiosa publicación británica The Wire.

 

El centenar de grabaciones que han ido publicando, estos francotiradores ninguneados por el mundillo oficial del arte europeo, desde finales de los años noventa —ediciones limitadas y a menudos personalizadas, siempre agotadas— desvelan su fascinación por el cosmos y las vanguardias europeas del siglo pasado, su pasión por los radicales libres de la filosofía o la literatura y las figuras inclasificables del jazz más libérrimo. Acaban de publicar —junto al especialista francés Philippe Robert— el librito Free Jazz Manifesto, reseñado en Ruta393, donde seleccionan cien discos imprescindibles del género.

MCIAA usan pistolas galácticas de juguete conectadas a una guitarra y otros instrumentos inventados, en actuaciones que les arrastran hacia lo desconocido sin que ellos puedan hacer mucho por alterar su curso. Tienen como ineludible principio no retocar lo que graban en su estudio The Alien Zone, situado en una “localización secreta de los Alpes orientales” donde pasan temporadas enclaustrados. Son de los que creen que, solo a través del arte, se puede llegar a una intuitiva comprensión de asuntos teóricos como la materia oscura o ese universo que se expande, sin que nada podamos hacer, hacia la involución.

¿Dónde empezar el vuelo hacia el infinito y más allá que pilotan desde 1997 los hermanos Opalio? Hay mucho donde escoger, pero quizás la grabación de su vigésimo aniversario en un teatro de Turín, acompañados por los intrépidos guitarristas Jean-Marc Montera y Lee Ranaldo, sea un buen punto de partida. Los cantos monásticos alienígenas, unos recitados poéticos de Ranaldo y la clarividencia guitarrera de Montera, más proyecciones de su obra audiovisual, fueron capturados en el doble álbum MCIAA XX 1998-2018 Anniversary (2019) y un video.

A partir de ahí, puedes franquear el umbral de la puerta astral en https://ellipticalnoise.bandcamp.com/ y www.mycatisanalien.com

¿Cuál era vuestro entorno social y cultural cuando fundasteis el proyecto?

Antes de MCIAA éramos grandes amantes de la música y artistas visuales autodidactas; nuestra aproximación al arte y la música siempre será anti académica. Desde la adolescencia nos sentimos “aliens” en un contexto social, nuestros intereses eran demasiado amplios y anti conformistas para coincidir con nuestros colegas. Además, en 1990, Italia vivía todavía en un mundo pre Internet y explorar el underground no era nada fácil. Sentíamos una gran fascinación por los secretos del cosmos, también por los primeros movimientos de vanguardia europeos, la contracultura estadounidense de los años cincuenta en adelante, las figuras marginadas en filosofía, literatura y poesía como William Blake, Nietzsche, Artaud, Pasolini, Anaïs Nin… En música, tras los Velvet Undergound y la explosión del punk-rock y la no wave neoyorquina, creemos que Sonic Youth derribó los muros de nuestra generación. John Cage nos abrió las puertas de la vanguardia y, a través de Sun Ra, Ornette Coleman y Albert Ayler hallamos la libertad total del free jazz y la improvisación.

Vuestra obra es multimedia, incluye música pero también audiovisual, instalaciones, poesía, fotografía y pintura. ¿Qué es más importante?

El arte visual fue siempre una parte fundamental de nuestras vidas, ambos dibujamos y pintamos desde niños. Más tarde Roberto comenzó a hacer arte en cristal, fotografía y videos, lo que llamamos “poesía cinemática”, filmes experimentales cuyas raíces están en los hermanos Lumiere, Man Ray, Isidore Isou, Jonas Mekas, Stan Brakhage, Andy Warhol… Pero al empezar a tocar enseguida comprendimos que la música es, absolutamente, la forma de expresión y comunicación más fuerte y directa. La música es lo que mantiene unidas todas las disciplinas artísticas de MCIAA: el invisible “fil rouge”.

Luigi Russolo, autor del influyente manifiesto El arte del ruido (1910), era, por supuesto, italiano, y predijo el noise-rock. ¿Cómo encajáis en la escena experimental italiana?

La verdad es que sencillamente ¡no encajamos! Lamentablemente, el legado artístico de Russolo y los movimientos vanguardistas del siglo pasado se ha desvanecido. Desde el principio tuvimos que asimilar que nuestra declarada y verdadera naturaleza independiente y nuestra conexión con la escena internacional, salvo en contados casos, nos habían desterrado de la escena experimental italiana. Pero hemos colaborado con relevantes artistas italianos que no pertenecen a nuestra generación: el más notable fue el compositor de música electrónica y figura del computer-art Enore Zaffiri (1928-2020) cuando tenía ¡ochenta años!

La mayoría de vuestros recortes de prensa provienen del ámbito anglo: Byron Coley/Thurston Moore, y especialmente la revista británica The Wire, os han apoyado. ¿Qué perciben ellos que el resto del mundo se pierde?

Aunque es imposible categorizar nuestra música, no negamos que nuestras primarias influencias de las raíces anglo-americanas podría ser el motivo… Curiosamente, también se nos tiene en gran estima en Japón, con un álbum en P.S.F. Records, y otro de 2005 premiado por la publicación de Tokio Studio Voice, que nos puso en el Top 40 de Mejores Obras Ambient 1969-2009, junto a discos esenciales de Brian Eno, Cluster y Philip Glass.

 

La introducción de voces en vuestro trabajo es, digamos, más clásica que la de vocalistas como Yoko Ono. ¿Cuán importante es el factor humano?

A lo largo de los años Roberto desarrolló sus propias vocalizaciones sin palabras, buscando un flujo más vertical y trascendental de los sonidos. Ahora su voz puede emerger potente cual aullido primordial o flotar gentilmente a través del sonido. La voz de Roberto es el más “personal” de sus instrumentos, y al venir directamente del interior del cuerpo representa la más honda expresión del alma humana dentro de una paleta de sonidos de otro mundo.

Usáis el vinilo como lienzo para vuestros artefactos sonoros. De ese modo, un disco de vinilo se convierte en pieza de arte única. ¿Es esa la idea?

Al ser la música el elemento clave que da nacimiento al sentido multimedia de nuestra obra, así es. En un mundo de consumo musical disfuncional, anestesiante de la mente, creemos que únicamente la “cosa” y la “unicidad” del objeto multimedia pueden garantizar la verdadera fruición de la música. Esta es la razón de que, además de los elepés y CDs de MCIAA fabricados industrialmente en el mundo, tengamos especial interés en crear ediciones limitadas y únicas, con vinilos a menudo pintados a mano en una cara, para ofrecer una experiencia inmersiva. Entre 2004 y 2007 lanzamos un proyecto de elepés compartidos, cien ejemplares por título, invitando a vanguardistas como Christian Marclay, Jim O’Rourke, Thurston Moore o Keiji Haino, entre otros; en vez de imprimir las portadas, Roberto las pintó sobre tela o madera.

Vuestra meta parece ser el descubrimiento de todo aquello que no podemos palpar o comprender en el espacio exterior, lo que incluye asimismo nuestro mundo interior. ¿Es así?

Claro, lo que hacemos puede considerarse “experimentación radical del alma”, pues obviamente no es una mera búsqueda en los límites musicales, sino una visión personal de música y arte como una forma de conciencia universal.

Roberto ha escrito que la música es “la cura”. ¿De qué modo restaura o reorganiza nuestra salud, nuestro ser?

Como dijo Albert Ayler, “la música es la fuerza sanadora del universo”. MCIAA existe en esa misma perspectiva. La música es el único medio para trascender el dolor de este mundo, iluminar cada segundo de nuestras vidas, y elevar nuestros espíritus para poder sobrevivir.

Habéis definido la improvisación como “crear una obra de arte en tiempo real desde cero” y como “composición instantánea”. ¿No se trata únicamente de la documentación de un fenómeno sonoro que sigue su curso natural?

Cuando creamos nuestra música todo sigue su propio rumbo, tratamos con fuerzas poderosas y arcanas  que están al tiempo bajo y fuera de control, suspendidas entre el orden y el caos, y por esta razón tienden hacia la singularidad mágica y lo irrepetible de la experiencia creativa que ilumina el instante: el proceso de la creación poética.

Veis el presente como “la sistemática erosión del mundo, el arte y la cultura”. ¿Creéis que la pandemia alterara esta realidad a mejor o a peor?

Hasta donde podemos ver, la pandemia ya ha alterado esta realidad hacia un futuro peor… Lo que ansiamos hacer es darle al mundo un destello de esperanza.

Texto: Ignacio Julià

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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