Encuentros

Los Mambo Jambo, kárate a muerte en un paraíso exótico (Presentaciones en Surforama y Picnic Beat)

Foto: Sergi Fornols

Los Mambo Jambo han sacado este año uno de esos discos que confirman a una banda en su mejor momento, a nivel compenetración entre ellos como de creatividad musical «Exotic Rendezvous» es quizá más elaborado que sus anteriores trabajos, con más capacidad de inmersión y más largo recorrido. Siempre se matiza lo complicado que resulta ser una banda instrumental y ¡con un saxo al frente! pero disco tras disco y concierto tan concierto, a nosotros se nos hacen cortos. Esta semana tienen dos presentaciones muy especiales: por un lado, el viernes 2 dentro del festival Surforama en Valencia una edición limitada (ver cartel más abajo) y el sábado 3 en su ciudad natural, Barcelona, dentro del ciclo Picnic Beat en el Poble Espanyol. Reproducimos la interesante entrevista con Dani Nel.lo publicada en el número de mayo en el que les dedicamos la portada.

En un momento en el que la industria musical de nuestro país se encuentra en un cruce de caminos desolador, es de agradecer que todavía haya artistas que se atrevan a vender su alma al diablo a cambio de seguir haciendo aquello que realmente les apasiona y sin importarles las consecuencias.

Por este motivo siempre es una buena noticia que Los Mambo Jambo regresen al cuadrilátero con un nuevo disco bajo el brazo titulado «Exotic Rendezvous» y nos recuerden por qué son un referente ineludible de este viejo arte al que llamamos rock and roll. Una colección de canciones que nos adentran en un viaje frenético a través del desierto, acompañados por referentes de serie-b, cómics underground, ilustraciones con aires vintage e incluso reptiles que nos observan desde la cuneta antes de cruzar temerosos la carretera. Más que un ejercicio de estilo, una demostración de que la veteranía sigue siendo un factor clave en el negocio discográfico. Hablamos con Dani Nel·lo para reflexionar sobre la incertidumbre y el nuevo camino que acaban de iniciar cuales jinetes del apocalipsis.

La última vez que hablamos acababais de presentar el disco Arkestra y empezabais los festejos de vuestro décimo aniversario. ¿Era una manera de cerrar un ciclo e iniciar una nueva etapa?

Fue una manera de despedir un repertorio que llevábamos mucho tiempo tocando y también de resumir el trabajo hecho durante los últimos años. En ese disco vestimos los temas con un traje de gala, con una gran formación y con unos arreglos que llevaban las composiciones a otro nivel. Mientras lo grabábamos se vivían tiempos convulsos en la banda porque era muy difícil cuadrar las distintas agendas de los cuatro miembros. Encerrarnos a trabajar en el disco supuso mirarnos en el espejo y ver lo que habíamos logrado musicalmente durante nuestro recorrido. Era un proyecto un poco suicida del que salimos bastante bien parados porque ofrecimos muchos más conciertos con big band de lo que esperábamos. Por otro lado, fue muy bonito el concierto en la Sala Apolo reuniendo a distintos músicos que nos han acompañado a lo largo de los diez años de existencia de la banda.

También encontrasteis tiempo para grabar unos cuantos temas con Barrence Whitfield y actuar conjuntamente en un festival. ¿Cómo fue el reencuentro con este cantante norteamericano?

Era la primera vez que escuchaba su repertorio tocado por una big band y en los ensayos alucinaba. Recuerdo que uno de los primeros temas que probamos fue «Georgia Slop», uno de nuestros favoritos, e Ivan se sacó de la manga unos arreglos de metal increíbles. Después de tocarlo un par de veces era como subir a una montaña rusa. ¡Quién le hubiera dicho a Jimmy McCracklin que un día ese tema lo tocaría y grabaría una big band en España! De todas las colaboraciones que hemos hecho con cantantes, la de Barrence quizás sea la más explosiva y con la que más nos hemos identificado. Su manera de vivir el directo encaja perfectamente con la nuestra. Su aproximación al rock and roll y al rhythm & blues es salvaje, incendiaria y primitiva, pero también refleja un conocimiento exhaustivo y sofisticado de la historia de la música del siglo XX. Barrence es una enciclopedia humana y nos pasamos muchas horas de furgoneta comentando discos, grabaciones y canciones.

La pandemia frenó en seco las actuaciones que teníais programadas y puso en jaque a la industria musical nacional. ¿Cómo has vivido el confinamiento alejado de los escenarios?

Después del shock inicial, que nos dejó groguis como a todo el mundo, reaccionamos generando actividad. El parón de los directos ha sido terrible y nunca habíamos pasado tanto tiempo sin tocar juntos o por separado. Ha sido como una negación de nuestra esencia. De repente, las circunstancias dictan que ya no puedes ser tú mismo ya que no puedes realizar la misión a la que has dedicado toda tu vida. Tienes que tocar solo en tu casa y no puedes compartir la música con nadie. Fue como si Superman tuviera que vivir constantemente en la piel de Clark Kent. La reacción natural ha sido no parar de componer y practicar mucho. Como resultado, un cajón de sastre con bastantes recursos porque acabas almacenando un montón de melodías, riffs y ritmos que te facilitan la composición.

¿Podríamos decir que componer se ha convertido en una forma de evadirte de la realidad?

Más que una evasión, el hecho de componer y la música en general te ofrecen un espacio donde ser tú mismo sin tener que dar explicaciones a nadie. Un universo propio en el que nadie más que tú decide lo que entra. Un lugar sin actualizaciones, ni publicidad, ni imposiciones, ni impuestos, ni corrupción y, sobre todo, sin noticias.

Vuestra manera de rebelaros contra la incertidumbre ha sido lanzando un nuevo disco donde la influencia del R&B sigue presente, aunque también se aprecian destellos de jazz y ritmos latinos.

Hemos hecho tabula rasa para afrontar este disco. Siguiendo el camino trazado por Jambology, hemos profundizado en nuestras características más personales, musicalmente hablando. El rock and roll instrumental es un lenguaje muy amplio en el que hemos encontrado un idioma propio con el que expresarnos. En cada tema hemos querido ampliar el vocabulario de este idioma, enriqueciéndolo y dotándolo de nuevos matices. Hemos tenido tiempo de componer muchos temas y los hemos trabajado hasta seleccionar doce piezas que nos representan y con las que nos sentimos identificados. Nuestro papel no es descifrar estilísticamente el disco, pero en él continuamos con nuestra combinación de hedonismo y drama, moviéndonos entre los ecos latinos de fundadores del rock and roll instrumental como The Champs y el pulso del rhythm & blues de los saxofonistas honkers. Algunos temas también tienen influencias de la exótica y trazas de jazz noir.

El título del disco es una invitación a un viaje musical hacia territorios exóticos e incluso utópicos. ¿Qué referentes culturales y sonoros han marcado el pulso de este nuevo trabajo?

Exotic Rendezvous es una cita exótica y una manera de reivindicar los paraísos perdidos. Es un antídoto contra la inmediatez, contra la esclavitud de la rabiosa actualidad, contra la vida constantemente retransmitida, contra el exceso de información y la caída del sistema. Tenemos que ser capaces de crear y disfrutar de espacios donde refugiarnos de toda esa mediocridad. Cuando citamos lo “exótico”, hablamos de lo inaudito, de lo desconocido y de lo excitante que cada uno lleva dentro. Lugares personales donde descubrir, inventar y fantasear con todas esas referencias culturales que nos hacen cosquillas desde la adolescencia. ¿Qué coño es eso de seguir constantemente las luces de las últimas tendencias, de las autopistas del ocio y del entretenimiento? Llevamos muchos años escribiendo nuestra propia aventura y vamos a seguir apostando por ella. Aunque este no es un disco de “exótica”, sí que esconde cierta fascinación por el poder de flipar que tuvieron los creadores del género, como Martin Denny, Les Baxter y compañía, para crear un mundo extramusical que evocara y diera salida a la utopía de los paraísos perdidos.

La primera canción, «Contra las cuerdas», deja claro el punto de partida en el que estabais como banda. ¿Cómo fueron las sesiones de grabación en el breve respiro que os ofreció la pandemia?

En el ámbito pugilístico, cuando estás contra las cuerdas tienes que mantener la guardia, respirar y no soltar golpes de pánico que te expongan. Eso es lo que hicimos y, antes de Navidad, decidimos pisar el acelerador. Ya teníamos material en marcha, pero la conjura para entrar en el estudio en febrero nos lanzó hacia adelante. El proceso de grabación fue parecido al de siempre. Uno trae temas e ideas, más o menos elaboradas, y se acaban de trabajar en grupo para que el resultado final suene con todos los matices característicos del “sonido jambofónico”. Este proceso es muy intenso, no exento de cierta tensión, y más si lo haces en un corto plazo de tiempo. Pero ya nos gusta que sea así, nos pone y lo disfrutamos. Lo que hemos intentado evitar son los caminos ya transitados. No repetirnos, no caer en nuestros propios clichés y, a la vez, seguir siendo nosotros mismos. Jugar con elementos del rhythm & blues, del surf o del swing sin hacer un ejercicio de estilo y aportando un sonido singular.

Siempre me ha parecido fascinante la capacidad que tenéis para no repetir esquemas y sumergiros en nuevas influencias. Esta reflexión también enlaza con la imagen de la portada del disco…

Lo complejo de la música instrumental es no caer rápidamente en un género o en un estereotipo. Nos encantan las bandas de surf, pero venimos de otro lado musicalmente hablando. Nos encantan el swing y el jazz, pero el latido rocker palpita con más fuerza. El blues me acompaña desde la juventud, pero creo que la voz es un elemento casi obligado para desarrollarlo. Así que en la composición tenemos elementos de todo esto, pero apostamos por un lenguaje propio. El arte de la portada lo ha hecho el artista canadiense Ryan Heshka, uno de mis ilustradores favoritos. En su obra hace un ejercicio similar al nuestro porque bebe del pulp, del sci-fy y de la ilustración de los 40 y 50, pero lo hace desde el aquí y el ahora. Además, tiene un estilo totalmente personal. Por cierto, entre sus fans más acérrimos está David Lynch. Es como un hijo extraño y perdido de Ed Wood o del pintor Alberto Vargas.

Muchos títulos de canciones hacen referencia a reptiles y anfibios que mudan de piel cada temporada. ¿Supone una responsabilidad el hecho de tener un sonido y una imagen tan icónicos?

Con Jambology encontramos una manera de trabajar, de componer y de arreglar los temas que nos marcó el camino. Es un proceso que nos permite avanzar. Somos exigentes con nosotros mismos y, aunque suene a tópico, también somos nuestros peores críticos. ¿Responsabilidad? La singularidad de nuestra propuesta nos hace libres. Si militas en un estilo musical muy concreto, cerrado y con parámetros estrictos, juegas con las reglas de otros y siempre habrá alguien que las aplique con más corrección o pulcritud. Ese no es nuestro camino. Por otro lado, a la hora de componer no puedes estar pensando en tu imagen, ni en si lo que estás haciendo conviene más o menos o si va a venderse de una u otra manera. Prefiero pensar que cada mañana sales de pesca y vuelves con distintas capturas. Después ya se verá qué haces con todo eso y cómo lo cocinas.

Nueva Orleans sigue siendo el potente faro que marca el camino de vuestro imaginario sonoro. ¿Qué tiene de mágico esta ciudad que nunca agota sus referentes musicales?

Es una meca para todos los amantes de la música de raíces. En Nueva Orleans se mezcla lo africano, lo caribeño, el R&B, el rock and roll, el zydeco, el cajún, las influencias europeas, el soul y el funk. A título personal te diré que gracias al programa de radio que conduzco en iCat FM no he parado de descubrir temas, artistas y discos provenientes de la Crescent City. Es una auténtica mina. Creo que la explosión de la música afroamericana durante el siglo XX ya se ha convertido en universal. Por supuesto que hay matices étnicos, raciales y locales, pero su impacto ha sido enorme y su onda expansiva ha llegado tan lejos que ha podido influir a un joven serbio como Ivan Kovacevic, a un sueco como Anton Jarl, a un músico de Sarrià como Dani Baraldés y un tipo del barrio de Magòria de Barcelona como yo. Las esporas de la música no paran de viajar. Pueden llegar en condiciones desfavorables, pero acaban dando frutos a miles de kilómetros de su origen. Es como un milagro.

¿Afrontáis la “nueva” realidad de los directos como una manera de reinventaros en los escenarios o de recuperar la esencia salvaje de vuestros inicios en el Taboo?

Hay que afrontar las cosas como vienen. Claro que tocar en una sala como una olla a presión, con el público de pie y desenfrenado es lo mejor. Ahora no puede ser así y toca adaptarnos. A veces pienso en las diversas circunstancias en las que los músicos han tenido que tocar durante la historia y me tranquilizo. Imagínate tocar en época de guerra o de postguerra. Hemos tocado poco durante el último año, pero lo hemos hecho y al final son tantas las ganas de los músicos y del público que acabas conectando y dando lo mejor de ti. La esencia salvaje ni se gana ni se pierde, simplemente se tiene o no se tiene. Cuando estamos juntos, fluye entre nosotros, queremos compartirla y el hecho de que el público esté sentado, de pie o encima de una peana no impedirá que nos comuniquemos.

 

Texto: David Moreu

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