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Frank Zappa, antídoto contra el aburrimiento

Este sábado 19 de junio se presenta en Barcelona la primera biografía (no oficial) en castellano, escrita por Manuel de la Fuente y editada por Alianza Editorial. El mismo autor del libro nos cede este certero texto autobiográfico que explica a grandes rasgos algunos de los giros que ha dado su vida con el único objetivo de profundizar en la figura de Zappa. Se le podrá escuchar (y debatir) en la Llibrería Byron a las 19hrs.

 

En el verano de 2003, acudí a la Universidad de Virginia para realizar una estancia de investigación. Me hallaba entonces inmerso en la tesis doctoral y conté con el acceso a los inmensos archivos de la institución. Quien se haya desplazado alguna vez a la biblioteca de un campus universitario estadounidense conoce perfectamente la sensación: el investigador descubre un mundo inimaginable, con sótanos de varias plantas llenos de pasillos laberínticos que conservan millones de libros en perfecto estado.

En aquel campus, además, un edificio entero alberga documentos audiovisuales y noticias de toda la prensa mundial catalogadas en microfilms, que se leen a través de un monitor provisto con una ruedecita, como tantas veces hemos visto en las películas de detectives. Las horas pasan sin que uno se dé cuenta, absorto en los tesoros que van saltando a la vista según avanzan las pesquisas, mientras se repite una y otra vez la misma pregunta: “¿Cómo es posible que esto se encuentre aquí?”.

Durante los fines de semana, la exquisita hospitalidad de los colegas norteamericanos permite asistir a cenas para compartir vivencias e inquietudes. Esas barbacoas a las siete de la tarde suelen ser encuentros distendidos a los que acuden profesores de distintos departamentos y, como es normal, cuando hay un estudiante de doctorado extranjero, la conversación se inicia con el motivo del viaje. “Ah, de España. ¿Y cuál es el tema de tu tesis?”. Mi respuesta generaba bastante interés: “Estoy investigando la obra de Frank Zappa”. La mención a ese nombre propio de repente encontraba una amplia sonrisa rejuvenecedora en los interlocutores. “¡Lo vi en directo! ¡Fantástico!”, comentaban algunos. “¡Me encanta ‘Dinah-Moe Humm’!”, respondía otro, en alusión a una de sus canciones.

También era habitual que la cena derivara en posteriores invitaciones a otras casas para hablar sobre Zappa. Recuerdo en particular una en la que un locutor de radio me recibió en su salón, repleto de discos y presidido por un póster de The Yellow Shark, el último álbum publicado en vida del músico. “Lo echo mucho de menos”, me confesó muy serio. Aquel año presidía el país George Bush, que había iniciado la guerra de Irak. “Sé lo que opinaría Zappa en este momento tan disparatado”, continuó. “Lo que me gustaría saber es cómo lo habría dicho”.

Frank Zappa fue un músico excepcional y, efectivamente, alguien conocido por sus opiniones. Durante los años ochenta se convirtió en una figura mediática que combatió sin cesar a los republicanos de Ronald Reagan y a la que sólo el cáncer de próstata frustró su intención de presentarse a las elecciones presidenciales. En aquellos años, era habitual encontrárselo en entrevistas y debates televisivos, a la vez que proseguía con sus conciertos y lanzamientos discográficos. No resultaba por lo tanto extraño que en su país lo recordaran como estrella del rock y comentarista que tenía siempre a mano la réplica más mordaz, rápida e inesperada, ni tampoco que para muchos constituyera un referente en un entorno cada vez más alejado de la mera sensatez.

Si llegué hasta allí fue porque estudié a Zappa en la universidad. Como alumno de Comunicación Audiovisual en Valencia, recuerdo el día en que analizamos en clase algunas canciones de We’re Only in It for the Money, el disco contra los Beatles y el movimiento hippie. El profesor era Jenaro Talens, que ofreció una lección memorable de análisis de textos audiovisuales, a partir de canciones de Zappa y Jacques Brel (a quien reivindicaba sobre Georges Brassens). “Tenéis que desconfiar de los discursos oficiales”, repetía Talens, que nos ofrecía herramientas metodológicas para desmontar las manipulaciones que despliegan a diario los medios de comunicación. Pasados unos pocos años, aceptó dirigirme la tesis sobre Zappa. “Lo conocí en persona”, me dijo en una reunión. “Una vez lo vi en Estados Unidos, en una conferencia sobre libertad de expresión, y me dejó boquiabierto, era un cerebro andante”. Tal fue la impresión que lo invitó en los años noventa a una charla en la Universidad de Valencia. Talens estaba organizando entonces un congreso sobre Comunicación y velocidad, y quería contar con Zappa para una ponencia plenaria. “No era fácil contactar con él, tenía montada una red de abogados y relaciones públicas, con lo que el acceso directo no era tan sencillo como hoy en día con internet”. Cuando supo que el músico tenía cáncer, entendió el silencio a la propuesta.

Una vez leída la tesis, seguí indagando en el enigma que percibía en Frank Zappa: la popularidad de su figura contrastaba con la escasez de estudios académicos de un artista que servía para explicar como pocos la historia cultural del siglo pasado. En España la situación era más insólita, dado que ni siquiera se habían traducido sus memorias. “Si no hay bibliografía, tienes que generarla tú mismo”, es otra de las lecciones de Talens. Y así es como perseguí a Gail Zappa durante casi diez años para que cediese los derechos de la autobiografía de su marido. La persecución fue incesante, a través de correos electrónicos, llamadas de teléfono y mensajes a todas las personas imaginables de su entorno para asegurarme de que recibía mis solicitudes. Conseguí reunirme con ella en Londres en 2013, y nada más vernos, me dijo: “Bien, ya está, acepto. Sé que has estado años detrás de mí pero ésta es mi manera de poner a prueba tu interés”. Le di las gracias y respondí no sé qué de la tradicional resistencia española. Supongo que me inventé el estereotipo, pero contestó que le encantaba el país con la sonrisa contagiosa que exhibía en el trato corto.

Publicada la autobiografía y tras traducir también el libro de su secretaria Pauline Butcher, caí en la cuenta de que no existía ninguna biografía completa en castellano. Además, las editadas en inglés carecen, a mi juicio, de un contexto amplio que sitúe al personaje. Dado que disponía de miles de documentos a partir de aquella estancia en Virginia y de otras sucesivas que he ido realizando en varias universidades, pensé que no estaría mal acercar al lector a un músico que tanta influencia ha ejercido en mi pensamiento. El respaldo de Alianza Editorial ha resultado fundamental para llevar a cabo este cometido. Sin el apoyo de este sello con el que me formé en mis años mozos, no habría puesto en orden el cúmulo de datos, declaraciones y análisis que había reunido y que, en gran parte, permanecían inéditos incluso en la bibliografía anglosajona sobre el genial compositor estadounidense.

En los últimos veinte años, he organizado conciertos y congresos universitarios sobre la figura de Zappa, he impartido conferencias y cursos de doctorado en diversos países y recurro a su figura para el análisis de textos audiovisuales, tal y como aprendí en mi etapa de estudiante. He contado con la asistencia de numerosos colegas que me han ayudado a reflexionar sobre múltiples aspectos académicos (Ignacio Ramos, Barry Pennock, José Francisco Ruiz Casanova, Mabel Richart, Marcelo Gasió, Daniel Jorques y Guillermo López encabezan una extensa lista de agradecimientos). Algunos de ellos habrán acabado saturados de Frank Zappa, pese a que siempre repito lo mismo: de lo que se trata es de dar a conocer a uno de los compositores más inteligentes de la cultura contemporánea, un artista íntegro que libró todas las batallas y reivindicó la libertad individual para dejarnos a todos un mundo más habitable. Es el objetivo que me movió a escribir La música se resiste a morir: Frank Zappa. Biografía no autorizada. En definitiva, que los lectores sientan ese aguijonazo de inteligencia que inocula su música y que me llevó a recorrer bibliotecas al otro lado del Atlántico, entrevistar a sus músicos, a su familia y a descubrir documentos desconocidos incluso para sus seguidores más fieles. Frank Zappa es un personaje fascinante, como bien saben sus miles de fans en todo el mundo. No se conoce a ningún desertor: quien lo escucha con atención, permanecerá en su militancia de por vida. Si la lectura del libro engrosa las filas, podré decir que se habrá conseguido el cometido, porque decía Groucho Marx que “sólo se aburren los tontos” y no se me ocurre antídoto más efectivo contra el aburrimiento al que nos condenan los tiempos actuales que el proselitismo zappiano.

Texto: Manuel de la Fuente

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