Muchos son los que aseguran que el blues está muerto. Pues desde aquí vamos a demostrar que no. Que está más vivo que nunca, y no solo eso, sino que ha sufrido múltiples mutaciones. Y que blues hay hasta debajo de las piedras. Blues bastardo, quizá. Pero a fin de cuentas, blues.
Nacido en Brandon (Florida), Damon Fowler empezó en esto del blues en el ya lejanísimo 1999, con su primer disco Riverview Drive. Algo debieron verle a este chavalote barbudo, con cierto aire a César Rosas (Los Lobos), los grandes del género porque no tardó en empezar a tocar con ellos. Con el paso de los años, su lista de colaboraciones asusta, y no son precisamente gente con mal gusto. Desde Buddy Guy a Johnny Winter, Gregg Allman, Jimmie VAughan, o Delbert McClinton. De hecho, si eres de los afortunados o afortunadas que visteis a la Dickey Betts Band en su gira de 2018, él era el encargado de la slide guitar, una de sus grandes especialidades. Pocos podrán enseñar una hoja de servicios de ese calado.
Hasta este 2021, Damon Fowler acumulaba en su discografía ocho álbumes lanzados bajo su nombre, buena parte de ellos autoeditados, como el directo Live 2015, y otra buena parte editados por Blind Pig Records. Ahora, esa colección se incrementa con un trabajo directamente espléndido. Un disco que ha titulado Alafia Moon y en el que le acompaña un auténtico bandón con Chuck Riley (bajo), Justin Headley (batería), TC Carr (armónica), Mike Kach (teclas) y Betty Fox (coros). Todo bajo la supervisión del propio Fowler que, por supuesto se ocupa de voz, guiatarra y slide, y que junto a George Harris (Cheap Trick, Rick Derringer) produce el álbum.
Lo primero que llama la atención de Fowler es el timbre vocal, con un rollo swamp que nos tiene que remitir sí o sí a Dr. John y a Nueva Orleans, muy presente también en su forma de encarar los temas. Y lo segundo es que, tratándose esencialmente de un guitarrista – ¡quién lo diría con esa forma de cantar! – huye de la multiplicación de notas o el mastilismo para poner sus seis cuerdas al servicio de un elenco de buenísimas canciones. Ahí están para demostrarlo la rockera «Some Things Change», el rhythm and blues que marca el riff de «Make The Best Of Your Time», la funky «Wanda» o la pantanosa «Leave It Alone». Además tiene el buen gusto de, a la hora de elegir una versión con la que poner la guinda al álbum, de inclinarse por «The Guitar» de Guy Clark y Verlon Thompson. Cincuenta y dos minutos de auténtica delicia que deben hacerte rebuscar en sus discos anteriores.
Eduardo Izquierdo