Encuentros

Ana Béjar, la música que nos mece desde el desierto

 

Ana Béjar nos ha regalado Sahara Star, un disco que sigue la estela de autodescubrimiento y de libertad artística que empezó cuando se lanzó en solitario tras tocar en grupos como Usura y Orlando. Sahara Star es un soplo de aire cálido y embriagador que nos envuelve con su característica voz y sus melodías perfectas. Un disco introspectivo, profundo y necesario. Uno de esos que en estos momentos de incertidumbres varias son el mejor remedio sonoro. En esta entrevista hablamos con ella de su nuevo disco, pero también de cómo entiende su música y lo que significa para ella. De obligada escucha, es uno de los mejores discos que nos regalo el año pasado.

¿Qué significa The Good Man, tu primer trabajo en solitario, para este Sahara Star?

The Good Man fue un gran paso para mí. Significó atreverme a caminar sola y la recompensa fue grande porque el reconocimiento de la prensa y público fue unánime, algo por lo que estaré eternamente agradecida. Mis dos anteriores trabajos en solitario son como piedras que he ido encajando, construyendo una base que me ha dado la seguridad para grabar y producir sola la mitad de Sahara Star, algo de incalculable valor para mí a nivel personal, porque esa autosuficiencia me otorga una libertad total como artista y también como mujer creadora.

Tuvieron que suceder muchas cosas en mi vida antes de iniciar una carrera en solitario, dejar atrás muchos miedos e incluso superar desigualdades en un mundo masculino donde las mujeres instrumentistas casi no existíamos, y hablo desde los noventa en mis grupos Usura u Orlando hasta estos días. Afortunadamente me han acompañado maravillosos compañerxs y amigxs, con los que he aprendido mucho sobre mí misma y me han alentado a encontrar mi sitio, aventurándome por caminos que aunque no siempre han sido fáciles, fueron los que escogí para llegar hasta aquí.

Este disco parece más centrado en la producción y también da la sensación que estás experimentando más con las sonoridades. ¿Has hecho cosas que antes no habías hecho? ¿Y por qué?

Con este trabajo me he tomado todo el tiempo necesario para cuidar a fondo cada detalle. Por primera vez he incluido grabaciones de campo como las aportadas por José Vargas de Tánger o de Algeciras, extractos sonoros de mi historia personal que luego proceso y reconstruyo como extraños pasajes dentro de mi música, como en un zoco. También he invitado a algunos músicos para arreglos especiales como la Simmons de Alfonso Pachés o el Lap Steel de Conrado Isasa, los pianos de José Ojeda o Atthis y las guitarras de Jesús Martínez.

¿Cómo es tu forma de trabajar? ¿Cómo nace una canción de Ana Béjar y sobre todo, ha cambiado mucho este proceso con el pasar de los años?

Soy muy rápida escribiendo, intento que lo que fluye, lo que arranco de ¨las aguas”, esté lo menos procesado por mí, me esmero en conservar esa especie de frescura del primer intento. A veces he conservado primeras tomas de voz en mis discos, me refiero a esas voces que grabas por primera vez cuando ni siquiera tienes texto y las palabras te vienen a modo de escritura automática. Así lo hice con «Tongues on Fire» o «I’ve Got a Star», son primeras tomas que no repetí aunque lleven pequeñas imperfecciones. Esa es la magia. Creo que en eso no he cambiado, sigo trabajando como una especie de médium. No me preocupa ni me interesa saber qué estoy grabando y ni por qué, me gusta descubrirlo mucho más tarde, cuando la canción está casi terminada, así que nunca abandono una canción a la mitad. El tiempo se lo lleva la producción: elegir sonidos, instrumentos, componer los arreglos… Ese para mí es un baile que no tiene fin (risas).

Todas las canciones del disco son composiciones propias excepto «Everything I Say» de Vic Chesnutt que ya incluiste en tu magnífico disco de versiones de título homónimo. ¿Por qué esta canción y por qué incluirla de nuevo en uno de tus discos?

Hacía tiempo que me rondaba la idea de grabar alguna canción de Jason Molina. Trabajando en producción de Sahara Star, llegó un momento en el que necesitaba evadirme y Noaloha Records me invitó a un disco tributo de Vic Chesnutt, artista que para mí siempre compartió cielo con Jason Molina o Rainer Ptacek. Chesnutt está entre los alquimistas que alimentan el espíritu de otros músicos, esos que no pulen ni edulcoran sus canciones para someterse al consumo. Además y posiblemente por eso, nos empañamos con el halo de misterio, grandeza y miserias que siempre rodeó sus vidas.

Recuerdo a músicos americanos con los que giraba en mi época de Orlando, y de nuestras conversaciones sobre los colegas que admiraban… En concreto recuerdo a Howe Gelb, cómo le chisporroteaban los ojos y se sonreía cuando hablaba del bueno de Vic. Luego supe que Chesnutt versionearía «Classico» de Gelb. Cadena de canciones. Y así fue como acepté el reto y agarré mi mandolina para tocar «Everything I Say», la columna vertebral de North Star Deserter. Se publicó en digital y tuvo muy buena acogida, apareciendo en las listas de lo mejor del año y acaparando la atención del público. Pensada como estaba para el disco homenaje que no se había llegado a publicar, decidí finalmente incluirla en Sahara Star por plasmarla en formato físico, aunque esta versión es distinta porque le añadí voces y teclados que no aparecen en la primera.

¿Fue el EP Everything I Say, un puente necesario hacia Sahara Star?

Muy necesario. Me mostró el camino estético que quería transitar y aprendí mucho para después enfrentarme al desierto del Sahara.

Jesús Martínez te ha vuelto a ayudar con la producción, ¿qué te aporta a ti y a tu música para seguir confiando en él?

Siempre he pensado que Jesús Martínez es un contrapunto perfecto a mi estilo, no en vano soy la única artista con la que él ha trabajado sus producciones, al menos las publicadas, así que creo que la retroalimentación y enriquecimiento es recíproco. Me gusta dejarme llevar por el momento y aceptar ciertas cuestiones que quizá hagan sonar el conjunto más experimental u orgánico; él sin embargo es muy tenaz y persistente en pulir y corregir dando lustre y brillo al resultado final. Su trabajo es como el de un orfebre, va despacio, con mucho cuidado y exquisitez, una forma de trabajar que cada día es más rara y que aprecio mucho.

El disco tiene un título muy evocador. ¿Por qué Sahara Star? No sé si tiene que ver algo con el hecho de que vayas mucho a Algeciras. ¿Tus viajes te inspiran musicalmente?

Soy hija del Estrecho, me crié en Tarifa, La Línea y Melilla, entre el poniente y el levante. Grabé parte del disco en Algeciras y se colaron en él gaviotas y hasta la llamada al rezo de los muecines de Tánger. Cuando era pequeña y vivía en Melilla, una noche me desperté y vi en el cielo una lluvia de estrellas, me asusté, creía que me estaba inventando lo que estaba viendo, creía que era una alucinación. Sahara Star viene de allí, de cuando volvía del cole y me sacudía el pelo de arena roja y la gente me decía que era viento del desierto.

Sahara Star es un disco muy introspectivo. Al menos a mi me lo parece. Cierro los ojos y me dejo llevar por los sonidos, la música, tu voz. ¿Es algo buscado? Crear ese sentimiento, esas sensaciones. ¿Era ese tu estado de ánimo al crearlo?

Vivimos una realidad poliédrica donde cada vez es más difícil mantener la cordura. Creo que el equilibrio mental se lo debo en parte a la música, no hay mejor terapia. Para mí componer es encontrarme a mí misma, a mi yo verdadero, por decirlo de algún modo. Son momentos muy locos donde perder el rumbo, la identidad y el criterio propio, es más fácil que nunca. La música es la llave que me abre a ese reducto donde me siento segura y me reconozco.

Entre los colaboradores del disco está Conrado Isasa, otro gran experimentador del sonido, con él que por cierto en la última entrevista que hicimos me comentaste que preparabas disco conjunto. No sé cómo quedó aquella aventura.

Admiro su obra y su valentía: empuñar una guitarra y girar con instrumentales no es nada fácil, pero él lo consigue porque es un maestro. Acaba de sacar un nuevo trabajo, lo recomiendo y mucho. En cuanto a lo que estábamos preparando juntos, supongo que me refería a la versión de Vic Chesnutt, donde participa con el lap steel. Ojalá haya más ocasiones de colaborar juntos.

Sahara Star lo has publicado con Discos Belamarh. ¿Por qué has decidido trabajar con ellos?

Cuando trabajas con un sello, hoy en día solo tiene sentido si esa alianza te hace sentir como en casa, donde lo que haces es apreciado y tratado con mimo. Discos Belamarh cumple de sobra riesgo y amor por lo que hacen. Asumir riesgos en la música, no es algo que sobrelleva el artista sino también el sello, pues inevitablemente va a la par y este sello está publicando referencias que indefectiblemente lo sitúan en la primera línea del frente, sí, como en la guerra. Es una lucha seguir publicando discos que no se someten a las coordenadas del mercado sensu stricto.

¿Sobre qué cantas en las canciones de Sahara Star? ¿Crees que hay una temática de las canciones de forma conjunta? Qué se puede entender como un todo y unas se complementan a las otras. Me da la sensación al escucharlo que es como un círculo, que todo fluye.

Que el oyente aprecie esa totalidad le da el sentido último a mi trabajo. Los temas no están escogidos de antemano, son círculos o etapas que se cierran en mi vida, mis propias vivencias. Esa es, creo yo, la coherencia.

El disco incluye un tema en castellano, a pesar de que el título está en alemán, que es una delicia, es la última canción del disco pero fue el primer single de adelanto, «Himmel Und Erde». Realmente fue una canción con la que conecté muchísimo y no sé si por la situación que estábamos viviendo. ¿Sobre qué trata? ¿Y por qué escogiste esta canción como presentación del disco?

Esta canción es hija de mi «Himno a la peste» inspirada en la adaptación que hice de la obra de Cesar Cui (1900) A feast in the time of plague, por encargo del Museo Ruso de Málaga. En esta pieza  canto a lo gozoso de la vida en medio de la epidemia; quién me iba a decir que cuatro años más tarde lo estaríamos viviendo en nuestras carnes. Y Elegí «Himmel Und Erde» para presentar el disco porque cuando estalló la pandemia, me pareció el momento más idóneo para reflexionar sobre lo que propone y cuestiona el texto de la canción. Me pregunto cómo hemos podido llegar a ésto, cómo lo hemos podido hacer tan mal. Destruir nuestra propia casa demuestra lo poco que vale nuestra inteligencia.

Es un disco casi premonitorio. Necesitábamos algo así durante esos meses que vivimos de confinamiento. Me ponía tu disco y era como escapar a otro sitio, desconectar y un poco respirar y aprender a disfrutar del momento. ¿Cómo ha afectado toda esta situación a tu trabajo como artista? ¿Y te ha cambiado en algo a la hora de componer si es que has compuesto durante estos meses? Ha habido gente que me ha comentado que ha estado totalmente bloqueada, no sé si este ha sido tu caso.

Como todxs, he pasado por diferentes fases y estados de ánimo, a veces todos ellos en un mismo día. La falsa seguridad que da tenerlo “todo” planificado en nuestras vidas, pasó a no saber cómo continuar. La incertidumbre es dura, pero es natural, es la vida misma, lo dábamos todo demasiado por hecho. Hemos estado viviendo demasiado tiempo en una especie de adolescencia perpetua, sin responsabilizarnos de lo que hacíamos. Muchos de los problemas en los que estamos inmersos vienen de ahí, de no asumir responsabilidades y de confiarle todo al papá Estado. Nuestros actos, nuestras palabras tienen mucho poder y efecto. Todos dependemos unos de otros. Son la gran lección de esta pandemia, hacernos conscientes del efecto mariposa: «el batir de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo».

El disco además iba a salir justo cuando empezó todo esto, así que no has podido hacer gira propiamente dicha ni presentaciones. ¿Cómo ves el futuro de los conciertos? Durante la pandemia hubo mucha gente que se lanzó a hacer directos online, ¿crees que es una posible opción para el futuro de los conciertos en directo?

Nuestras vidas han cambiado, necesitamos adaptarnos, nuevas soluciones, flexibilizarnos, innovar… No creo que debamos pensar tanto en cómo hacíamos las cosas e intentar repetir fórmulas. Las mismas fórmulas con PCR, vacunas, pasaportes de vacunados, qué espiral tan peligrosa. El otro día leía que The Flaming Lips han desarrollado un artilugio para mantener la distancia social en los conciertos, son los “space bubbles” o burbujas de plástico transparente del tamaño de una persona, donde el público se encapsula para protegerse durante el evento. Estoy segura de que podremos innovar en este sentido y poner en práctica muchas ideas que pueden ser hasta divertidas. Esto es una locura, pues hagamos locuras, juguemos. Cuando los artistas convocamos a nuestro público tiene que ser desde el convencimiento de poder ofrecer seguridad. Un concierto al aire libre con aforo reducido, cuando está todo bien señalizado y dirigido, no debe suponer un riesgo para nadie. La cultura puede ser segura, y desde luego no lo es menos que salir de compras o tomar unas cervezas como nos pretenden hacer creer.

Solamente fui a un concierto este verano, en agosto y fue muy extraño, la distancia necesaria por motivos de salud crea una cierta falta de conexión con los músicos y con el resto del público que es fundamental para la experiencia compartida. Se me hizo muy raro estar sentada y a tanta distancia del escenario. ¿Has podido hacer algún tipo de concierto para presentar el disco? Y si es así, ¿cómo ha sido la experiencia?

Cuando estalló la pandemia me prometí no dar conciertos en 2020, no quería quemar fuerzas innecesariamente, así que no he presentado Sahara Star en directo. Ahora, casi un año después, la situación ha empeorado y puede seguir alargándose. Recientemente hemos estrenado Cuaderno 210: El espectro de Marie Curie de la compositora Edith Alonso, un espectáculo de teatro y música con el que he vuelto a los escenarios por primera vez desde que estalló la pandemia. La figura de Curie deja patente que las mujeres son capaces de conseguir todo lo que se propongan y fue muy emocionante ponerle mi voz a textos muy potentes que recuerdan pasajes históricos muy duros. La dificultad de actuar con público en estos tiempos, hizo que saboreara cada minuto de la función como un gran regalo.

¿Y ahora qué? ¿Qué nuevas aventuras esperan a Ana Béjar?

Ahora estoy dedicando tiempo a componer en mi estudio, dejando fluir ideas en grabaciones que supongo se prolongarán hasta el verano. También tengo ganas de llevarlas al directo así que lo haré del modo que sea posible, ya sea en streaming, en pequeños conciertos al aire libre, en burbujas espaciales, en los salones de casa, en pequeñas reuniones de balcones abiertos… Sólo nos queda adaptarnos y ser flexibles, inventar fórmulas para vivir una vida lo más plena posible. Eso es difícil sin abrazos ni besos, pero todxs sabemos que la música acaricia el corazón.

 

Texto: Anabel Vélez

 

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