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Maria Arnal y Marcel Bagès, Teatre Principal, Terrassa

2017 fue sin duda el año en que Maria Arnal y Marcel Bagès conquistaron el panorama musical nacional y se proyectaron a la escena internacional con un disco de debut de esos que encontramos una vez entre un millón. Cálido, majestuoso, reivindicativo, sensible, orgulloso y absolutamente necesario, 45 Cerebros y Un Corazón, se convertía desde el minuto uno en un clásico postmoderno de nuestra música y ya desde su título nos definía a una pareja artística de esas que marcan una época.

Maria y Marcel son corazón y cerebro. Ella, preciosa y precisa, bombea emociones, sentimientos y sensaciones que nos enamoran y nos rebelan, que nos hacen reconciliar con el mundo y nos empujan a incendiarlo. Él, desde la penumbra, computa y modula el espectáculo al mando de las seis cuerdas en su laboratorio sónico. Loops, distorsiones, ambientes y atmósferas pasan por el filtro del Dr. Bagès para generar la tormenta perfecta, para conseguir el exacto equilibrio entre la pasión y la razón, entre la belleza y la desesperación.

2020 está siendo un año apocalíptico que pasará a la historia de la humanidad por las razones que todos conocemos y el hecho de tener la oportunidad de poder asistir a un concierto de estos dos colosos dónde nos presentarán parte de su nuevo álbum del que aún no han desvelado el título ni muchos de los detalles que lo rodean, nos hace sentir extrañamente afortunados.

Aparece en escena la pareja acompañada de David Soler -que ha vuelto a producir el nuevo disco- y de Tarta Relena a los coros, todos vestidos de un blanco impoluto dotando a la escena de una atmósfera onírica entre lo cibernético y lo litúrgico que nos hace venir a la mente flashes de la genial serie The Leftovers. Abren a lo grande con dos de las nuevas canciones que nos apuntan un giro estilístico del dúo dando más protagonismo a las bases electrónicas, y acercando sus sonidos al mundo de los sueños y las sensaciones irracionales. La hermosa «Milagro» y la hipnótica «Tras de Tí» nos confirman que pese al cambio de registro, las musas no han abandonado la pareja y la combinación de la voz de María con las de Marta y Helena nos hace reconciliar con el mundo y corroborar el enorme acierto que supone incluir a estos dos jóvenes talentos al espectáculo.

Se lucen especialmente en la interpretación de “la canción más antigua de su repertorio”, una versión del «Cant de la Sibil·la» que parece detener el tiempo y nos hace reflexionar acerca de lo asquerosamente actual que puede resultar una canción medieval que fue compuesta como oscura profecía para anunciar el fin del mundo.

María se mueve por la escena impaciente, nerviosa y con arranques un punto infantiles en sus interacciones con la audiencia. Es momento de atacar los clásicos y situarse en un terreno conocido. La extrañeza que provoca la visión de un teatro semivacío de gente ataviada con unas mascarillas que no incitan a cantar e interpelar a la artista como es costumbre parece empañar la noche por momentos. Canciones que elevan el espíritu y encienden las emociones como «La Gent», «A La Vida», «Canción Total» o «Tú Que Vienes a Rondarme» suenan mejor que nunca, pero el público se muestra un punto distante, aunque entre tema y tema estallan en aplausos para mostrar el agradecimiento y afecto que la diva reclama y merece.

Es momento de «Fiera de Mí», que es tal vez, de las nuevas canciones la que más les aleja de su esencia inicial. Apelando a los instintos más primarios María nos muestra su sexualidad en una de las pocas canciones bailables de su repertorio y ciertamente nos deja con un extraño sabor de boca.

Cierran el concierto con otro dúo de nuevas composiciones, «Meteorit Ferit» y «Ventura» que nos devuelven a ese placentero estado pseudocatatónico que emanan las nuevas tonadas de la genial pareja. Las luces y las instrucciones un punto orwellianas sobre cómo abandonar el local nos hacen volver a la triste realidad para corroborar que la hora y veinte minutos que acabábamos de experimentar no fue en absoluto un sueño.

Texto: Rubén García Torras

Fotos: Sergi Fornols

 

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