No hay duda que esta edición del Festival AMFest se ha convertido en la más complicada y sufrida de toda su historia y que todos la recordaremos especialmente por su espíritu combativo, de lucha y de supervivencia de la gente que lo ha hecho posible: empezando por la organización y su titánico empeño, personal que trabaja en él, bandas y, como no, sus valientes asistentes.
Desde el instante que salió a la luz su cartel, sabiendo como de complicada e inestable estaba la situación en este “nuevo” mundo por culpa del Covid, múltiples interrogantes empezarían a aparecer dentro de las cabezas pensantes de los responsables. Tarea nada fácil de llevar y de gestionar dada la incertidumbre, cambiante situación y evolución de la pandemia así como todos sus parámetros y condicionantes a tener en cuenta.
Pero la fe, el amor depositado en esto y la lección de militancia de sus seguidores, lograron vencer y saltar todas las barreras que se cruzaron por el camino: cambio de fechas de noviembre a diciembre (con todo lo que esto supone para un evento obligado a realizarse al aire libre en un mes tan frío como el que cierra el año), restricciones de movilidad para el público de fuera de la ciudad, dolorosas bajas en el cartel (recordemos la de Viva Belgrado, cabeza de una de la jornadas, pocos días antes del arranque), controles de temperatura, mascarillas, distancias de seguridad entre asistentes, asientos obligatorios y un frío infernal difícil de llevar incluso con las imprescindibles mantas que se facilitaban justo al entrar… nada ni nadie (y menos un maldito virus) ha logrado derrumbar las murallas de este castillo que corona la montaña de Montjuïc y que acogería en su interior el invencible Festival, protegiendo a todos sus fieles “soldados”.
Musicalmente, de las dos jornadas que pudimos asistir, todas la bandas dieron una lección de compromiso, agradecimiento y de entrega a la causa, sabedores de que aquello solo era un pequeño oasis en el tiempo, que indiscutiblemente había que disfrutarlo como si fuera la primera y última oportunidad.
Abrieron la primera jornada IOU3R con su original exploración de sonidos imposibles cercanos al spacerock o krautrock, para luego continuar con la sensual voz de la donostiarra Sara Zozaya que aportó calidez y grandes dosis de calidad. Boïra, que tuvieron la difícil tarea de sustituir a los citados Viva Belgrado, cerrarían este primer día demostrando que lo suyo no era un simple parche y sí un gran acierto de la organización: Viva Boïra.
Linalab dio el pistoletazo de salida a la segunda jornada con una propuesta cercana al Chillout y a la música ambiente, ideal para que la gente se fuera acomodando y preparándose para el ciclón que vendría a continuación de la mano de los madrileños Jardín de la Croix: un vendaval de distorsión y decibelios con esa mezcla de post rock cercana al rock progresivo que tan bien les sienta y que, a su vez, aprovecharían para presentar su flamante nuevo EP titulado Letargo. Triunfo absoluto por todo lo alto con la gente de pie olvidando por un instante las bajas temperaturas de la noche. Cerraron los barceloneses Obsidian Kingdom que también presentaban su recién Meat Machine de sonidos brutos y pesados, recordándonos a todos que no somos más que un trozo de “carne”.
En resumen, este AMFest ha logrado aportar esperanza a todos, trabajo a muchos (técnicos, músicos…), una lección de resistencia cultural y felicidad a los que vivimos y sentimos la música en vivo algo tan necesario como el respirar. El año que viene más y seguro mejor, que nadie dude de ello.
Texto: Debonair
Fotos – Sergi Fornols