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Tiempos difíciles para la cultura en general y especialmente para nuestra amada y necesaria música en directo. Quién nos iba a decir a todos que la aparición de este maldito virus nos dejaría noqueados en la lona en un abrir y cerrar de ojos y arrasaría con todo hasta dejarnos (casi) huérfanos en lo que a conciertos se refiere… y decimos “casi” porqué, gracias al trabajo y a la fe de algunos valientes que han creído y luchado contra todo, se han logrado levantar pequeños “oasis musicales” como el ecléctico ciclo bautizado con el nombre “Nits del Fòrum” (Primavera Sound), que nos ocupa.
Un espacio óptimo, abierto y agradecido en su extensión como el que ofrece el Parc del Fòrum, ha sido clave para lograr que todas las condiciones, restricciones y medidas sanitarias impuestas por las autoridades, se cumplieran para poderse llevar a cabo. De ahí a que el aforo se tuviera que reducir considerablemente, implantarse mayores distancias físicas entre personas, precisar que todas ellas estuvieran debidamente sentadas en sus respectivas localidades y llevar una (maldita) mascarilla.
Asumidos todos estos desagradables condicionantes (que no son pocos) por suerte nos queda la música y esa sensación de que no todo está perdido y que, aunque sea de esta manera, toca levantarse y no permitir que la cosa “vuele por los aires” y se dé todo por perdido. Aquí es dónde la figura de los grupos, por más que también sea complicado y duro para ellos, se convierta en clave para conseguir que, al menos durante la duración del concierto, logren que la gente olvide la triste “nueva realidad” que nos rodea.
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Nuestras dos noches elegidas fueron la de los madrileños Toundra y la de los catalanes El Petit de Cal Eril, y a tenor de la respuesta del público, no hay duda que el objetivo de ambas bandas de logar la evasión a todos de esas preocupaciones, se consiguió sobradamente: cada cuál con sus mejores armas siendo la de los primeros intensidad, músculo y esos crescendos atronadores que ofrecen sus canciones y la naturalidad, melodías brillantes y ritmos bailables de la banda del carismático y simpático Joan Pons.
Somos realistas y sabemos que esta nueva manera de sentir y vivir la experiencia del directo no es la mejor ni para público, ni artistas y aún menos para promotores, pero si nos quedamos con lo bueno e intentamos verlo como un pequeño parche dónde agarrarse para salir a flote, pocas pegas pueden ponerse a noches como las que ha brindado este Festival a lo largo del verano: más necesario que nunca para defender el sector de la música en vivo que tanto nos ha dado y demostrar a todo el mundo que creer es poder.
Texto y foto: Debonair