La exageración siempre alberga una cierta verdad, y más en estos tiempos raros, líquidos, agoreros, funestos. Ahí va, pues, la mía de hoy: Letter to You (Sony Music) es el mejor disco de Bruce Springsteen —con la E Street Band, la precisión es importante— desde The River en 1980. Es el álbum que debía suceder a Nebraska —irrepetible baño de realidad urdido en abismal soledad— y devolvernos al conjunto que durante la segunda mitad de los setenta reinó en escena, honrando la aguerrida y sabrosa mezcolanza blanquinegra de la música americana.
Antes de que el fenomenal Born in the USA, exitosamente escorado hacia un sonido más contemporáneo entrados ya los ochenta, le transformase en director de ese circo de tres pistas que ha abarrotado estadios de medio mundo. Todo lo que vino después de «Dancing in the Dark» fue mejor o peor, dependiendo del grado de fanatismo del oyente fiel, pero ya no era lo mismo. Quien había dado la impresión de tener la energía y sensatez suficientes para superar los obstáculos, reales o imaginarios, que tumbaron a Elvis Presley, acabó errando el camino no una sino varias veces, principiando en una de las decisiones más absurdas en toda la historia del rock (¿mandar a casa a la E Street Band… estamos tontos?). Culpemos a su depresión —y a su ambición, también— de la travesía del desierto que vendría después.
Cuando ya estaba todo perdido, llegó la pandemia y ha producido el milagro, y no por nada el primer corte del álbum se titula «One Minute Your Here» —ahora estamos, luego parece que no—, estremecedor anuncio con solo voz y guitarra de la veraz magnificencia que nos espera. Tras la orquestada filfa del mediocre Western Stars (2019), el acartonado —y más falso que una promesa electoral— sermón autobiográfico interpretado en Broadway (2018) o el insultante compilado de restos de serie High Hopes (2014), cuando la llama del autor de Born tu Run parecía irremediablemente extinguida, la muerte vírica como realidad colectiva llamó también a su puerta.
Hora de reunir a los ‘’chicos’’ para un último hurra, en su propio estudio anexo al rancho que posee en Cold Neck, y revivir haciendo lo que el confinamiento ha imposibilitado: tocar todos a una como en un escenario, hábitat natural de la fraternidad de la calle E. La apuesta por lo orgánico —técnicamente una primera vez, pues hasta sus grabaciones más verídicas del pasado fueron elaboradas a partir de primeras tomas básicas— recobra la impronta original, reanuda aquel latido que nos embarcó en un compartido viaje vital a quienes nos agarrábamos incrédulos a las vallas en primera fila, aquel 21 de abril de 1981, en Barcelona.
El piano de Roy Bittan, la marcialidad rítmica de Max Weinberg y Garry Tallent, las restallantes guitarras del Jefe y Van Zandt… todo vuelve a potenciar una garganta rejuvenecida. Frescura y veteranía se alían en estos surcos, resultando en flamante ilusión de carne y hueso (lástima que no firme la imagen de portada Frank Stefanko). Sin embargo, regresar a aquel sonido, al retumbo de la jovial exaltación y una lírica seriedad, no era garantía de nada: lo que sostiene Letter to You por encima de la vibración restaurada —que también lo fue en la gira de reunión de 1999— son algunas de las más contagiosas canciones de Springsteen en mucho tiempo. Ese halo de urgente veracidad que desprenden «Burnin’ Train», «Last Man Standing», «House of a Thousand Guitars» o «Ghosts», aquí enfrentadas a revisiones de canciones extraviadas hace mucho: una arrastrada «Janey Needs a Shooter» que nos devuelve a la sustanciosa deriva de Darkness on the Edge of Town, o los dos actos, rescatados del baúl de inéditos, donde el viejo roquero se encara al jovencísimo cantautor, haciendo de «If I Was the Priest» o la maravillosa «Song for Orphans» emocionantes estampas de su inicial genética dylaniana, aquella verbosidad que fue desbrozando con los años. A ver, no hay aquí ninguna «Racing in the Streets» ni «Drive All Night», pero hasta en el rescate de antiguallas funciona Letter to You que, como su título indica, encierra en el ‘’tú a tú’’ un deseo de hablarte ya. Ahora o nunca, que no está la cosa para hacer planes a largo plazo.
Será un espejismo —un truco de la nostalgia para quienes todavía andamos cargando los animosos restos de una juventud biológicamente clausurada— pero déjame que me apegue a él mientras suena una vez más la magnífica «The Power of Prayer» o la culminante despedida en «I’ll See You in My Dreams». Al final, bueno, el tío no exageraba cuando, al fallecer Clarence Clemons, avisó de que la E Street Band no se finiquitaba hasta que el último de sus miembros dejase el edificio. Mientras quede aliento, las promesas rotas podrán repararse, los sueños incumplidos llevarse a cabo. Y los fantasmas del pasado danzarán jubilosos, reflexivos, expectantes, abrazados al espectro de un incierto futuro, negando lo que en el pasado se nos inculcó. Ahora resulta que sí es posible volver al hogar.
Texto: Ignacio Julià
Como tiene que ser el disco de bueno para que Ignacio Juliá escriba bien de Springsteen…
Lo que le pasa al Sr Julià es que se ha visto en un callejón sin salida, y aunque de nuevo hizo el amago de su enésima rajada con el primer single de letter to you, ahora tras el ostión de ghosts el ridículo en esta ocasión ya hubiese sido su tumba y tonto no es y recula alabando al boss eso si sin poder evitar empezar rajando. Es increible que incluso cuando le alaba no puede evitar rajar…Que despropósito de crítica y de crítico.
El disco es muy bueno.Es como una regresión a los años 70:piano,saxo,guitarras y buenas melodías
Bruce ha vuelto con el mismo compromiso con el que se le pidió tras los atentados del 11 S.
Igual que David ante Goliath utilizó un proyectil para hacer caer al mayor de los gigantes, Bruce utiliza el poder de la música para vencer las adversidades más acentuadas y los ambientes más hostiles, tales como los actuales.
Se le pidió su vuelta inmediatamente después de los atentados, y dió a luz uno de los mejores discos publicados por él (The Rising).
Aunque algunos de los temas ya los tenia escritos esperando el momento adecuado, los complementaría con otros; que gestó en poco tiempo, dando rienda a las emociones de su poder creativo.
Cada miembro de la E Street Band es como uno de los motores de los Cadillacs de Bruce en Cadillac Ranch. Son máquinas bien engrasadas que no sufren desgaste.
Y es que en este binomio de Bruce con la E Street fluyen los coros y melodías con una gran pasión y sentimiento, cumpliendo religiosamente con esa maxima en la que Bruce está mentalmente atrapado: darlo todo, y sin reservas.
Todas las canciones tienen un hilo conductor con un efecto balsámico a modo de susurro, como si te dijeran al oído: “Tranquilo/a todo va a salir bien.”
Si los más apasionados dicen que creen en el flechazo a primera vista, este disco es para ellos, te enamora nada más escucharlo. Hace nuevos adeptos en una música de raíces bien profundas, donde de los extractos también profundos; se extraen los nutrientes del árbol de Bruce. Ese gran árbol que le acompañó desde su niñez, donde no ha dejado de tener presencia aún después de que fuera arrancado.
Bruce no necesita reinventarse, ni volver sobre sus propios pasos, él tan solo hace Rock and Roll.
Hay que leer Promesas Rotas, de Juliá, para entender de lo que el artículo habla.
El fanatismo hacia Bruce (como cualquier fanatismo) no deja ver el bosque.
Su última gran obra fue Born in the USA…a partir de ahí, declive, cuando no relleno. Es así, los artistas, incluso los más grandes…. tienen fecha de caducidad.
Todavía no he escuchado este disco…pero incluir tres outtakes de los más afamados, no parece hablar muy bien de él; y seguro que no sólo a nivel vocal (no hay comparación posible) sino incluso a nivel musical (aquí tiene que estar todo el mundo, todas las guitarras, aunque el sonido se empaste y pierda la frescura de antaño). A Bruce le tengo muchísimo cariño. Creo que es poseedor de una gloriosa y gran colección de formidables viejas canciones. El ha evolucionado…o no. Seguirle con mayor o menor devoción, es una cuestión de cada cual.
Uffff ni puta idea Juliá, que vergüenza ajena