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30 años desde el concierto de Roger Waters en Berlín tras la caida del muro

Foto: Sergi Fornols

Pocos conciertos tienen el calado histórico y sociopolítico como el que ofreció, Roger Waters, la noche del 21 de julio de 1990 en Berlín, para celebrar la caída del telón de acero (derribado el 9 de noviembre de 1989). Casi medio millón de personas, conscientes del momento crucial que iban a presenciar, vibraron aquella noche con espectacular e icónico montaje de, «The Wall», que el músico inglés había llevado a la capital germana para festejar el derribo de aquél muro y la reunificación de las dos alemanias 28 años después. Aprovechando el contexto que nos brinda esta efeméride, vamos a realizar un viaje por la historia de aquel emblemático disco: lo que supuso para la banda, la tensión entorno a su grabación, y por supuesto, ahondaremos en aquél mítico recital cargado de simbolismo que ofreció Waters aquella noche.

Hay tan solo un puñado de discos que han sido capaces de cambiar la historia de la música, y son menos aún los que han dejado una huella tan indeleble como la que dejó, «El Muro», de Pink Floyd a finales de los setenta. El disco de la banda inglesa continúa hoy como uno de los más vendidos de la historia de la música (ocupa el decimosegundo lugar entre los más vendidos con 33 millones de copias en todo el mundo) Tras su publicación el 30 de noviembre de 1979, se mantuvo cinco semanas en el número uno de Reino Unido y quince en las listas de EEUU donde vendió casi 9 millones de discos en ese periódo. El primer sencillo, «Another brick on the Wall (Part II)», se convirtió desde primer momento en todo un himno intergeneracional que ha llegado hasta nuestros días. En definitiva, “The Wall”, es una obra de orfebrería musical, fruto del pulso creativo entre Roger Waters, (padre por derecho propio de la criatura) y David Gilmour, dos egos descomunales solo comparables a su talento.

Roger Waters conoció al batería, Nick Mason, en la Facultad de Arquitectura de Londres, donde en 1963 ambos recalaron en un grupo llamado, “Sigma 6”, en el que militaba el teclista Richard Wright. Poco tiempo después se les uniría un torrente de creatividad y talento desbordante en forma de estudiante de Bellas Artes llamado, Syd Barret, que cogería las riendas del grupo y lo elevó un nuevo nivel sónico llamado Pink Floyd Sound. Su primer álbum, “The Piper at the Gates of Dawn”, grabado en 1967 en los estudios Abbey Road, se convirtió en un magnífico debut que atrajo la atención de público y crítica. Durante este tiempo el abuso de las drogas por parte de Syd Barret y en especial sus viajes de ácido, le llevaron literalmente a lo más profundo e insondable de la esquizofrenia. Sus constantes faltas a los ensayos y conciertos debido al trastorno mental ocasionado por las drogas, obligó a Roger Waters a coger el timón de la banda y a sustituirlo por el guitarrista David Gilmour. La ausencia y el deterioro cognitivo de Barrett dejó un enorme vacío en corazón de cada uno de los miembros del grupo, en especial en el de Waters, íntimo amigo suyo.

En 1973 encontraron la piedra angular de su carrera con el celebérrimo “Dark Side of The Moon”, un álbum conceptual superventas que les catapultó al olimpo del rock. Su siguiente disco, “Wish you Were Here” (1975), mucho más intimista, melódico, y repleto de odas a la memoria de su ex compañero, Syd Barrett, les terminó de afianzar como una de las grandes bandas inglesas de todos los tiempos. En 1977 publican, “Animals”, donde Waters hastiado de su condición de estrella muestra todo su rechazo al ser humano. Un disco sin melodías, denso, casi hostil. Todo lo contrario a su predecesor. Es en este álbum donde Waters se apodera definitivamente del liderazgo compositivo de la banda y lo utiliza como hilo conductor de sus inquietudes artísticas.

Tras “Animals”, las relaciones del grupo estaban bastante deterioradas. Waters, cree que su aportación a la banda está muy por encima que la del resto de sus compañeros y empieza a ejercer un rol muy dominante. Es en este contexto donde el bajista se puso a elaborar dos maquetas de forma simultánea para dos discos diferentes. Una vez terminadas las demos de ambos proyectos se las da a escuchar al resto de sus compañeros con una premisa clara: una sería para el grupo, con el fin de trabajar sobre ella de forma conjunta y publicar el que sería el siguiente disco de Pink Floyd. La otra para su primer disco en solitario. Debían elegir. El grupo eligió “The Wall”.

“The Wall”, publicado en 1979, fue un proyecto concebido como un álbum doble, un gira mundial y una película, todo a la vez. El disco, tenía un concepto autobiográfico basado en la historia de Pink, (alter ego de Waters) una estrella del rock desilusionada que enloquece y se imagina a sí mismo como un dictador fascista. A lo largo del álbum, Pink, hace un repaso de su vida, mientras que a la vez profundiza en el descubrimiento del amor, el éxito, el abandono, la soledad… Junto esta crisis existencial surgen metáforas que aluden a la crueldad de la guerra (Waters perdió a su padre en la 2ºGM) los fascismos, la educación británica como entidad represora, y cómo todo esto lleva a Pink a construir un muro emocional sobre sí mismo. Un concepto teatral en el que cada ladrillo que conforma el muro refleja uno de los traumas del músico y su redención y resurgimiento final con la caída del mismo.

La tensión compositiva en la grabación entre Waters y Gilmour, a la que posteriormente se unió el productor del álbum, Bob Ezrin, hizo peligrar la finalización del disco. El inicio de la gira se hizo con las relaciones completamente rotas entre los miembros de la banda. Cada uno viajaba en su furgoneta, se alojaban en plantas de hotel y camerinos diferentes, se comunicaban entre ellos a través de su manager etc. Una situación tensa y delicada que anunciaba el principio del fin de Pink Floyd. A esta situación, hay que añadirle el enorme fiasco económico que supuso representar el disco en directo tal y como lo tenía en la cabeza Roger Waters: la construcción y posterior derribo de un enorme muro de más de 30 metros, el potente juego de luces que incluía proyecciones y efectos visuales inéditos hasta la fecha, además de otros objetos de atrezzo como la famosa marioneta gigante del director del colegio, hizo imposible afrontar los shows cumpliendo con los estándares de calidad impuestos por la banda. La complejidad logística que acarreaba mover el enorme equipo y el gigantesco montaje necesario para los conciertos en vivo hizo que el show solo se presentara en 31 ciudades de las más de 70 pensadas inicialmente. La ambición desbordada y mal canalizada convirtió la gira en un enorme fracaso comercial que pasaría a la historia del rock. Sólo el Richard With ganó algo de dinero (durante la grabación del álbum fue despedido y posteriormente recontratado para los directos).

Tras la gira, Roger Waters, dijo en una rueda de prensa que “The Wall” no se volvería a repetir a no ser que cayera el muro de Berlín. Cosa que ocurrió poco más de un lustro después con apertura del bloque comunista, brindando a su vez la oportunidad de volver a ver en directo el increíble montaje. Pero esta vez solo estaría Waters al frente del espectáculo sin el resto de ex compañeros. Un concierto llevado a cabo en un lugar emblemático cargado de historia y simbología política, pero que estuvo lleno de altibajos debido a la extraña conjugación de invitados que llevó Waters y con los que realizó diversas adaptaciones de los temas del álbum con mayor o menor fortuna: Van Morrison, Marianne Faithfull, Scorpions, The Band…

Sin embargo, el concierto, a nivel simbólico, político e histórico no tiene parangón. Celebrado por aquél entonces en tierra de nadie, entre la Potsdamer Platz y la Puerta de Brandenburgo para apoyar el “Memorial Fund For Disaste Relief”, (una fundación creada para la ayuda a la reconstrucción de países en guerra ) fue todo un hito de la historia al que asistieron casi medio millón de personas. Aquella noche volvimos a ver a un Roger Waters entregado desplegar todo el potencial de aquél disco después de muchos años en el mejor lugar posible. En definitiva, “The Wall”, el muro, fue un álbum con un aura y una leyenda sin igual que contra todo pronóstico y pese a mil vicisitudes rompió los esquemas de la música moderna.

Texto: Javier Ganel

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