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Succession – Temporadas 1&2, Jesse Armstrong (HBO)

 

Como si el John Cassavetes de Faces dirigiera un episodio de Juego de tronos después de haber visto The Office, Succession destripa las tragicómicas miserias de una multimillonaria empresa familiar liderada por un padre sociópata con tres hijos tan incompetentes como implacables.

Sus virtudes y debilidades sirven para que Jesse Armstrong —creador de la serie— y su equipo de directores muestren la bazofia que esconde entre sus dientes esa aristocracia que desprecia al vulgo y desayuna botellas de Krug Grande Cuvée.

Invocado por unos actores capaces de convertir la mezquindad en carne y unos guionistas que les regalan frases como “correrá detrás del dinero como un dibujo animado” o “necesito algo con lo que atacar, soy como un dildo de queso”, el alma del moderno homo sapiens que la serie retrata se materializa con tanto realismo ante el ojo espectador que presenciar su declive se convierte en un morboso privilegio. Succession, un deleite televisivo que devuelve la fe en la inteligencia humana, es la disección de un liberalismo caníbal y grotesco; una apología del bochorno que desnuda a los que viven hipnotizados por el masoquismo del poder para convertirnos en cómplices de sus juegos.

 

Texto: Rafa Suñén

 

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