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Han pasado casi tres lustros desde que Greg Cartwright decidiera activar Reigning Sound como proyecto paralelo con el que dar salida a aquellas canciones más reposadas que no encajaban en el repertorio de Compulsive Gamblers y Oblivians, las dos formaciones que cimentaron su presitgio dentro de la escena garage-rock en la década de los 90. Quince años y siete álbumes –si contamos Dangerous Game, escrito para y grabado con Mary Weiss a petición de Miriam Linna y Billy Miller de Norton Records– que han edificado una de las trayectorias más sólidas dentro del panorama rock contemporáneo, obra de un compositor con un profundo conocimiento de los múltiples afluentes sonoros que han nutrido históricamente el caudaloso cancionero estadounidense. El ejemplo más reciente es Shattered (Merge, 2014), conmovedor y vibrante trabajo que profundiza en su querencia por la tradición soul y que fue coronado como mejor álbum internacional del pasado año por los colaboradores de esta revista.
Contactamos con Cartwright justo el día después de que Percy Sledge abandonara este mundo; luto a ambos lados del hilo telefónico…
Otro grande del soul que nos deja…
Una triste pérdida, adoro a Percy Sledge. Hay en su discografía singles y álbumes increíbles, pero si tuviera que quedarme con una canción sería la versión que grabó del “It Tears Me Up” de Spooner Oldhan y Dann Penn; es sencillamente brutal. Su voz es muy emotiva y te hace sentir aquello sobre lo que está cantando. Tuve la oportunidad de verle en directo una vez; yo trabajaba como técnico de escenario, le conocí brevemente y fue muy agradable con todo el mundo. Percy se mantuvo siempre fiel a su sonido, nunca trató de modernizarse para complacer al nuevo aficionado al R&B y eso es algo que, al menos para mí, es de agradecer. Ya sabes, tratar de hacer lo que haces lo mejor posible es una manera perfecta de ir ganando seguidores.
Dime otras canciones que te conmuevan.
¡Hay tantas! Pongo discos dos veces a la semana en un par de locales aquí en Asheville donde vivo. Mis sesiones se basan en singles de soul y R&B, así que estoy constantemente buscando material nuevo e interesante para pinchar. Por ejemplo, el otro día descubrí a Fay Simmons, una cantante de doo-wop que grabó un tema hacia 1959 titulado “Bells” que es una delicia; no puedo parar de escucharlo porque conforme lo hago voy entendiendo mejor su punto de vista. Habla de que está enamorada de un chico que a su vez está enamorado de otra chica, pero hay un momento en que creo que menciona que esa chica es su hermana… Aunque puede que lo esté interpretando mal. (risas) Otro 45” que adquirí hace poco fue el del tema “I Hurt Myself” de Lee “Shot” Williams; me gusta el sentimiento que hay en él, cuando grita desesperado en el estribillo “Me hago daño a mi mismo, no puedo molestar a nadie más” es escalofriante.
Hay una canción en Shattered titulada “Never Coming Home” que parece haber conectado de forma especial con vuestros seguidores. ¿A qué crees que se debe?
Quizá a que es la primera vez que hemos usado arreglos de cuerdas, algo que le añade una mayor intensidad a la canción. En cualquier caso, muchas de las que escribo hablan de cuando estoy o he estado pasándolo mal y creo que eso es algo universal con lo que todo el mundo puede sentirse identificado. Creo que si sabes encontrar las palabras adecuadas para expresar ese estado anímico, la gente te entiende y empatiza contigo. Sí, a todos nos gusta escuchar una canción que transmita alegría o excitación, pero nos llega más hondo cuando un artista expresa su tristeza, cuando muestra su dolor.
Lo que me gusta de Shattered, o lo que me parece novedoso respecto a trabajos anteriores, es que ha cambiado la perspectiva o la manera de verbalizar esa tristeza, esos momentos en que lo pasas mal. Si antes eras duro contigo mismo o con aquello que te hacía sufrir, ahora eres capaz de hablar de ello con mayor serenidad.
Tiene que ver con hacerse mayor y tener hijos a los que ves creciendo bien. Mi hijo mayor vive fuera de casa, el mediano está a punto de graduarse en el instituto y mi hija pequeña está en primaria. Vas cumpliendo años, formas una familia y entiendes que ni tú eres el centro del mundo ni conduce a nada estar cabreado todo con el mundo. Hubo un periodo en que la música era mi catarsis, escribir y tocar conformaban la válvula de escape de toda mi rabia, de todo mi sentimiento de culpabilidad y de todas esas otras emociones que ahora atempero para mi bien. Y eso es algo que se nota en mis últimas canciones, cada vez más.
En este sentido, ¿crees que el ser padre de una niña también te hizo reconsiderar cómo hablabas en tus canciones acerca ellas, las mujeres?
Seguramente, como parte de ese proceso de madurez que te comentaba antes. Cuando era un chaval al que le gustaba escuchar garage-rock de los 60 no era consciente de los trazos de misoginia que escondían algunas de esas canciones. Ahora las escucho en pequeñas dosis y me gustan porque son divertidas, no porque crea que lo que cuentan sea verdad o porque hagan un retrato justo de lo que son las mujeres y de cómo los hombres deben relacionarse con ellas. Puedo entender, en parte porque durante un tiempo yo mismo perpetué ese cliché, que esa animadversión hacia las mujeres aflora cuando uno es incapaz de asumir sus flaquezas y proyecta su rabia contra aquella persona que las ha puesto de manifiesto. Lo puedo entender también porque he crecido y la vida me ha ido demostrando que las mujeres son mucho más inteligentes que nosotros. A nivel profesional, estuve muchos años sin agente de contratación y cuando me decidí a tener uno sabía que tenía que ser una mujer porque los agentes hombres con los que había tratado hasta entonces eran unos drogadictos malnacidos que me habían amargado la vida. Digamos que tengo a las mujeres en más alta estima.
Ya que hablas del rol de las mujeres en un sector, como tantos otros, tradicionalmente masculino, ¿no crees que existe cierta presión sobre ellas para que su entrada o su desarrollo en él se haga en unos términos acordes con el modelo impuesto por el hombre?
Desprecio la egolatría masculina y como esta rige el mercado laboral, pero a pesar de ello me alegro de que el mundo haya cambiado y permita a las mujeres tener la posibilidad de realizarse profesionalmente. Con todo, no creo que deban sentirse obligadas a ello, como si el decidir no hacerlo y dedicarse a ser madres y cuidar de su hogar fuera algo negativo; las mujeres deben ser libres para elegir lo que quieran, como todos deberíamos serlo.
Regresemos al disco, ¿cómo fue el proceso de composición?
La escritura es para mí algo fundamentalmente solitario. Vivo en Asheville, Carolina del Norte, y el resto de la banda en la Costa Este, así que no tenemos la oportunidad de juntarnos y trabajar o ensayar las canciones que van surgiendo. Cuando tenía una terminada, grababa una demo en la que cantaba y tocaba batería, bajo, guitarra y órgano, era como mi idea o mi versión de cómo creía que debía ser esa canción. Se la mandaba por mail y ellos tenían libertad total para aportar sus ideas, añadir sus partes y mejorarlas. Cuando finalmente nos juntábamos, todos teníamos una idea bastante definida de cómo era y no perdíamos el tiempo, sabíamos por donde teníamos que avanzar.
¿Y cómo es o está siendo tocar el disco en directo?
Me lo paso en grande. Pero es que ya me divierto con ellos en la carretera, compartiendo furgoneta. Benny, Mike y Mikey –Trokan, Catanese y Post; a los que se une el más veterano Dave Amiels, n.d.r.– crecieron juntos en Long Island, se conocen desde la época del instituto, así que hay un vínculo muy fuerte entre ellos que ha acabado por extenderse y acogernos a Dave y a mí. Pero además de por su sentido del humor contagioso, me gusta estar con ellos porque noto su entusiasmo, esas ansias por salir de gira, por hacer quilómetros para tocar en directo y pasar un buen rato. Eso en cierta manera me desafía a darlo todo cuando me subo a un escenario, me obliga a tocar con más intensidad para estar a su altura.
Creo que a todo esto también ayuda el hecho de que no me haya quemado por el estilo de vida del rockandroll, básicamente porque no he girado tanto como otros artistas o grupos de mi generación. Cuando más pude girar fue con los Oblivians y sin duda hubo momentos en los que estaba exhausto, en los que solo pensaba en volver a casa, pero en los últimos quince años he montado mi vida para no tener que estar siempre en la carretera, para tener tiempo para mi familia. Así, cuando he salido de gira lo he disfrutado plenamente.
Me gustaría que me hablaras un poco de alguno de los discos de vuestra trayectoria; empecemos con Break Up, Break Down, el debut del 2001.
A lo largo de los años había ido acumulando baladas que no encajaban ni en el repertorio de Compulsive Gamblers ni, menos todavía, en el de los Oblivians. Llegó un momento en el que quise hacer un disco con un puñado de ellas, en buena parte porque quería demostrar que podía hacer algo distinto, algo más que una canción de rockandroll tras otra. En los Gamblers había alguna balada aquí y allá, pero era un proyecto al 50% entre Jack y yo; quería hacer algo que fuera completamente mío y que sonara muy relajado. Logré reunir a una banda compuesta por los músicos más adecuados para llevar a cabo el tipo de disco que tenía en mente, pues compartían muchas de las influencias que revoloteaban por esas canciones, como los discos de Dillard & Clark y otros artistas en esa onda folk-rock un poco malhumorada que era una auténtica obsesión para mí en esa época.
Luego llegaría Time Bomb Highschool, un trabajo más ambicioso y, en mi opinión, uno de los grandes discos de rock a reivindicar de los últimos quince años.
Gracias, hombre. Recuerdo esa época con gran intensidad; vivíamos todos en Memphis, muy cerca los unos de los otros, así que ensayábamos una o dos veces a la semana y las canciones surgían con enorme facilidad. Con ese disco se puso de manifiesto, más si cabe, que había montado Reigning Sound para tener la libertad de hacer la música que me apetecía. Con Oblivians habíamos llegado a un punto en el que, por el tipo de sonido que teníamos, nuestros seguidores esperaban que siguiéramos haciendo el mismo estilo de canción una y otra vez. Y seguramente nosotros también, lo cual era bastante aburrido. Al menos yo, que soy alguien a quien le gusta música de muchos estilos diferentes, necesitaba poder escribir y grabar canciones en clave distinta, necesitaba tener esa libertad.
El álbum salió en un momento, año 2002, cuando el garaje-rock parecía ser el sonido de moda, cuando cierta prensa se interesó nuevamente por el rock de guitarras y las discográficas andaban como locas en busca de los próximos The Hives, The White Stripes o The Strokes. ¿Cómo viviste todo aquello?
Bueno, ya había vivido algo similar cuando estalló el grunge y la gente decía que por fin el punk había regresado. Disculpadme pero no, el grunge que nos vendieron no tenía nada de punk, para mí no era sino una reformulación del hard rock más insufrible. No tenía ningún interés en aquella mierda, porque mientras eso sucedía yo estaba escuchando material antiguo y las bandas contemporáneas que realmente me importaban, y cuya esencia sí era punk, eran The Mummies y Supercharger o The Prisioners, Thee Headcoats y muchas bandas excitantes que surgían de Inglaterra. Con ese material en mi cabeza prestarle atención al grunge era innecesario.
Cuando hubo el boom del garaje-rock era previsible que surgieran nuevas bandas adscritas a ese sonido, todas peleando por su trozo del pastel; las había que lo hacían de corazón, pero compartí escenario con unas cuantas cuyos miembros estaban demasiado preocupados por las tonterías que rodean este mundillo: prensa, fans, estética… En lo que a mí respecta, cuando toda esa locura sucedía mi única preocupación era que mis canciones reflejaran mi estado de ánimo. Supongo que tanto yo como el resto del grupo éramos ya lo bastante adultos como para dejarnos obnubilar; se nos acercaron discográficas, pero yo era tan errático que el tipo de disco que quería hacer no encajaba con lo que sus responsables tenían en mente, no respondía a lo que el público demandaba por entonces.
Supongo que no sabían cómo vender un grupo que debuta con un disco de baladas, luego edita uno con medios tiempos rockeros y sigue con Too Much Guitar, cuyo título ya era una declaración de intenciones. ¿Cómo fue grabar con Jay Reatard y Alicja Trout, de Lost Sounds?
Todo el proceso no fue para nada fácil. Había grabado una primera versión del disco con mi banda cuando Alex Greene, nuestro teclista, nos dijo que iba a ser padre y que no podía seguir con nosotros. Tenía claro que sin él no íbamos a poder defender las canciones que acabábamos de grabar, era imposible que sonaran igual en directo. Así que decidí coger los temas con mayor presencia de guitarras, aquellos que no tenían teclados y contacté con Jay y Alicja para que me echaran una mano con la grabación de los temas en la tienda de discos que por aquel entonces yo tenía en Memphis. Trabajar juntos fue divertido pero por momentos también duro porque su relación era muy volátil, siempre se estaban gritando el uno al otro. Había una energía negativa que les envolvía, pero que al mismo tiempo era tremendamente productiva; lo que salió de esas sesiones fue perfecto para el disco.
Han pasado cinco años desde la trágica muerte de Jay. ¿Cómo le recuerdas?
Era una persona realmente especial, un compositor maravilloso y con un talento enorme como productor. No creo que haya alguien como él en el panorama musical actual, no se me ocurre nadie que esté haciendo algo tan único y es una verdadera lástima que su vida terminara tan pronto porque creo que hubiera seguido haciendo música increíble. Sin duda era alguien difícil, una contradicción andante; a veces le amabas, otras lo odiabas, pero más allá de eso sabías que era un genio. Es un término que se usa con ligereza, pero en su caso lo creo absolutamente. Vivía con mucha confusión en su interior, algo que canalizaba en su música, que le proporcionaba a sus canciones una energía oscura y una honestidad que raramente ves. Su angustia y su malestar eran absolutamente reales, no algo prefabricado como en muchas estrellitas pop actuales.
Para terminar, ¿eres de los que siempre anda esbozando ideas para nuevas canciones?
Sí, sobre todo buscando enfoques novedosos, algo más difícil conforme te vas haciendo mayor; crees tener una idea brillante y, ¡zas!, recuerdas que ya la usaste con anterioridad. Entiendo que hay temáticas que se repiten, pero disfruto más trabajando en canciones con las que puedo expresar cosas nuevas, un punto de vista sobre algo en concreto que no haya tratado con anterioridad. Por ejemplo, estos días ando liado con un tema que habla de la industria musical a través de la mirada de un pequeño promotor que intenta hacerse un hueco en este complejo mundillo. Pinta bien, veremos cómo termina.
Texto: Roger Estrada
Artículo publicado en el nº 327 de junio del 2015
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