Al leer Striptease no te vayas hacia esa dionisíaca imagen de champagne, glamour y desenfreno. Te llevarías una decepción. Aunque, de hecho, si lo lees mientras escuchas la música de Jon Ulecia & Cantina Bizarro creo que no hará falta esa advertencia. Tú solo te verás absorbido por un telón que se cae, y despeja un mundo de madrugadas corruptas, nebulosas pupilas allanadas por historias de perdición y oscuras operetas de amores imposibles. La banda, con su nuevo disco, nos invita a un desnudo muy diferente: carnal, óxido, melancólico y suburbial. Viñetas empañadas por ese rock, sucio, vicioso, enfangado, que navega al filo de sueños inalcanzables y dolorosos. Guitarras gruesas, arrastradas y mareantes, que se entrelazan entre espejismos de una decadencia crepuscular y unas melodías que beben de los Stones de «Dead Flowers» y Nikki Sudden después de vaciar el cenicero y apurar el último culito de whiskey. Más crustáceo que selvático y más ungüento que crema solar, Jon Ulecia sigue en su espiral de canciones rotas y empapadas de nobleza lunar y maquillajes en el deshielo del averno. Abrirse en canal y dejarlo respirar. De eso se trataba el striptease, ¿no?
ANDREU CUNILL CLARES
