Todos aquellos que se llenan la boca diciendo que el blues está muerto y que no aparecen buenos lanzamientos del género podrían pararse a escuchar lanzamientos como lo nuevo del veterano canadiense Big Dave McLean. Un disco sin ataduras, con la seguridad que da la madurez, con una buena sección rítmica a cargo de Jeremy Holmes y Gary Craig, y la sabiduría que dan los años en la carretera. Aquí no hay embalajes. Todo es tal y como se ve. McLean no intenta, ni siquiera, ser fiel a un registro en el que ha forjado toda su carrera y se atreve a juguetear con los sonidos de Chicago, del Mississippi o incluso de Alabama. Un montón de buenos temas combinados con versiones de Willie Dixon («Voodoo Music»), Muddy Waters («Just To Be With You») o Allman Brothers («Midnight Rider»). Tiene poso y solera. Y se nota.
Eduardo Izquierdo