Hace un par de años Steve Gunn produjo 50, el anterior álbum del guitarrista británico Michael Chapman, un disco en el que se internaba en las sendas de la música americana de raíces. El tándem repite en este True North sin salirse del estilo de aquel, pero escuchando ambos trabajos se percibe la misma evolución que hay entre el primer volumen de los American Recordings de Johnny Cash y, digamos, el cuarto o el quinto. La voz de Chapman suena más rugosa, en muchas ocasiones frasea en una especie de spoken-word más parecido a un sermón que a una canción. A pesar de los arreglos de cello de Sarah Smout y del pedal-steel de B.J. Cole, una tremenda y dolorosa austeridad lo impregna todo, dejando en primer plano a los dos protagonistas del álbum: la reseca voz de Michael Chapman y su punteo de la guitarra acústica, o de las cuerdas gruesas de la eléctrica. Todo lo demás desaparece ocasionalmente, o cuando aparece lo hace para potenciar la emotividad y nocturnidad de canciones como la bellísima «After all this Time», «Full Bottle, Empty Heart» o «Youth Is Wasted on the Young». Junto a los temas habituales de Chapman, dolor, arrepentimiento, redención, hay otros como el inevitable paso del tiempo y los recuerdos desgarradores, también los hermosos. Incluso los dos instrumentales, «Eleuthera» y «Caddo Lake», no se salen un ápice del guión. Toda la tensión acumulada parece liberarse como una explosión de júbilo con el divertido final de «Bon Ton Rooley». No obstante, cuesta quitarse de encima la inquietud dejada por este disco agridulce.
FIDEL OLTRA
