Discomático

Black Mountain – Destroyer (Jagjaguwar-Popstock!)

Resultado de imagen de Black Mountain - DestroyerNuevo álbum de estudio de los canadienses, el sexto si no contamos la banda sonora de Year Zero. Este nuevo trabajo proviene de dos importantes cambios: uno, la renovación a fondo de la formación; y dos, Stephen McBean, el líder, ahora conduce por fin su propio automóvil. Este tema pudiera parecer baladí, pero según confiesan en la biografía incluida en su web —no se la pierdan, allí está su auténtica verdad psicodélica— el permiso de conducción y la compra de un deportivo han revolucionado su vida, acaparando influencias en la composición del disco. Acuérdense de lo vasta que resulta América del Norte. Si la han visitado recordarán lo pequeño que se siente uno sin coche. Y, ah, claro, Dodge. ¿Existe parábola más acertada de la esencia de ese continente que un ‘’muscle car’’ Dodge? Sería algo así como el coche stoner-hardcore.

En cuanto a la formación, Amber Webber (esa voz) y Joshua Wells han dejado la banda para centrarse en su proyecto a dúo, Lightning Dust. Al parecer algo no iba bien, lo que sí es cierto es que todo el mundo echará inevitablemente de menos la voz de ella en Black Mountain. La intro de «Mothers of the Sun» sonando de inicio en su gira de 2016, inolvidable. Pero eso ya es historia, ahora McBean (guitarra y voz) y Schmidt (teclados) se han rodeado de Rachel Fannan (Sleepy Sun), Adam Bulgassem y del retornado Arjen Miranda para grabar.

El concepto Destroyer se reconoce en la década de los ochenta, ‘’cuando en Los Ángeles se libró una guerra entre el punk y el hair-metal, que alumbró híbridos como Jane’s Addiction y White Zombie’’, dice la bio. Tomémoslas como referencias propias, para añadir que esta vez Jeremy Schmidt ha acentuado el peso de los sintetizadores, obteniendo, junto a unas metálicas pero fluidas guitarras, un resultado recargado, a ritmo de hot-rod. El producto final será seguro del gusto del cineasta Panos Cosmatos —también canadiense—, para cuya última obra Mandy podría haber tomado prestado algunos cortes, con el permiso del desaparecido Jóhan Johannsson, autor de la asfixiante música del filme.

«License to Drive» es un buen ejemplo de esa estética sonora. «FD 72», calmado colofón, encajaría asimismo en Drive, la película de Winding Refn, otra oda ochentera contemporánea; siempre con el toque psicodélico propio de la montaña negra, y sus orgánicos riffs de contrapunto al sonido programado. Así que ya saben, disco para poner en el coche y campear por el desierto: no se abrochen el cinturón, la ordenada Europa queda lejos.

 

PACUS GONZÁLEZ CENTENO

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