El cuarteto cántabro regresaba a Barcelona, en esta ocasión a la sala Upload, y no hay duda alguna que saldó esta nueva visita con el mismo resultado de siempre. Parafraseando la famosa frase de Julio César, Los Deltonos llegaron, tocaron y vencieron. Como lo vienen haciendo cada vez que su furgoneta para en la ciudad condal. Están pletóricos, felices de seguir encima de los escenarios, con una química personal evidente en los gestos, las miradas de complicidad, las sonrisas y el vitamínico sonido que surge de los altavoces.
Salieron a matar, con un póker idóneo para ejercer de aperitivo y calentar los estómagos del personal, la pétrea «Gasolina» enlazó con «Taquicardia», «Qué Podríamos Hacer» y ese canto a la libertad cromada que es «Elvis», dejando todo a punto para encajar una tanda de temas nuevos, los contenidos en su último álbum Fuego, que ajustan de maravilla entre sus composiciones más antiguas.
Hendrik y Macaya cruzan sus guitarras bajo la atenta mirada de esa implacable sección de ritmo llevada con pulso firme y guante de seda por Pablo Z y Javi Arias, suben y bajan a placer, tocan como metrónomos, ajustando cinturón cuando es menester o soltando hebilla cuando el tema lo demanda, certificando su estatus de “trabajadores del rock”. Currantes, desde luego, pero altamente cualificados, así lo demuestra la energía contemporánea que toma un clásico de sus inicios como «Creo Que He Vuelto a Beber» o la explosión guitarrera de «Discotheque Breakdown» culminada con todo el club coreando ese estribillo que nos define como pocos: “Dadme un porche mirando al sol, una guitarra y una canción, una cerveza y rock & roll”.
Un público que no se desconecta, que sigue arriba empujado por la energía y la vitalidad que proviene de las tablas, «Listo» (¿uno de los mejores riffs de guitarra del rock nacional?), «Repartiendo» y «Mirar Atrás» cierran el concierto a toda mecha mientras Röver se despide con su habitual: “Si queréis más solo tenéis que pedirlo”. Y el personal le hizo caso, ese solicitado regreso dio comienzo con la reciente «Doctor» (con guiño incluido a Little Feat y Lowell George) y explotó con «Brindemos» (¿la letra más emocionante del rock nacional?) y el himno dipsómano por antonomasia, «Soy Un Hombre Enfermo», otro adiós, el público se niega, salen de nuevo, más rock, más roll y ese «Hard Luck Blues» que ya les pertenece a ellos más que a los propios LeRoi Brothers.
Y así, noche tras noche, desde hace más de tres décadas, dejándose la piel en la carretera para ver al final, en las caras felices de los asistentes, que todo ha valido la pena. Y lo que queda por venir.
Manel Celeiro
Foto: Xavier Mercadé