Uno de los mejores secretos del blues afroamericano y uno de los músicos que, pese a no tener el reconocimiento de otros grandes nombres, ha conseguido labrar un larga e interesante discografía. Mucho ha llovido desde que aquel chico prodigio debutara con The Eric Gales Band (1991) y aquellas comparciones con Hendrix, influencia que a día de hoy sigue estando muy presente. Lejos de revivals insignificantes y sonido azucarado, factura un disco fresco y con mucho gancho, cuyas primeras escuchas te hacen pensar en un cruce entre el genio de Seattle y la Robert Randolph Band. Siguiendo los patrones clásicos del género pero dotándolo de una visión más actual, que no desentonaría en aquellos grupos que desfilaban por la neoyorquina Wetlands en los años noventa. Palpable en «Something’s Gotta Give» y «Whatcha Gon’ Do», sus juegos con las seis cuerdas realmente nos reafirma la fe en este estilo. Una delicatessen para nuestros oídos. Eso, sin obviar sus geniales tareas vocales. Uno de los trabajos más destacables de la música del diablo en los últimos meses, tan solo eclipsado por la joya que acaba de editar Watermelon Slim.
JORDI DEL RIO
