Debe serlo, o estar muy cerca de ello. Jad Fair sobrevive a todo y no parece que exista fuerza de la naturaleza capaz de reconducir su innata capacidad de mear fuera de tiesto hacia terrenos más comerciales. Invencible, o casi: una carrera que se remonta en el tiempo hasta perderse de vista, una larga sucesión de discos adorados por sus admiradores e irritantes para el resto de los mortales. Y ahí sigue, a su bola y sin su hermano David a su lado, lo que no resta pureza a sus nuevas grabaciones. La que se publica por estas fechas sigue la senda de lo desconocido, como de costumbre: sesiones auditivas robadas de películas nunca filmadas de serie B («The Puppet People», «Return of the Vampire» redundando en su fijación por las historias de monstruos y seres fantasmagóricos), composiciones que en otras manos podrían acercarse a los parámetros aceptados como comerciales («What Are You Gonna Do»), instrumentales inclasificables («No More») y la sana afición de amontonar en pocos segundos todos los sonidos imaginables para crear un collage repleto de recovecos y requiebros («It’s Here»). Cierto es que uno de sus valores añadidos es que escuchar uno de sus discos no permite hacer otra cosa al mismo tiempo. Requiere dedicación completa, siendo el premio encontrar joyas ocultas como, por ejemplo, «Invincible», que podría ser considerada hipnótica y escurridiza declaración de intenciones.
ALFRED CRESPO
