Encuentros

Dominique A, las dos caras del artesano de los claroscuros

Vivimos en un mundo en que los acontecimientos se suceden de una forma vertiginosa, todo lo importante pasa aquí y ahora. Lo que no tengamos a un click, a un vuelo o a una llamada carece de interés. La forma se impone al contenido en nueve de cada diez asaltos que libramos a lo largo del día y en muchos instantes, los que nos resistimos a dejarnos llevar por la vorágine tan sólo necesitamos algún tipo de ancla para no ser arrastrados por la marea de almas grises y veloces que circulan por una sociedad cada vez más desnaturalizada.

Es reconfortante comprobar cómo un artesano del sonido como Dominique A sigue evolucionando después de casi treinta años de carrera. De manera pausada y orgánica, como si el tiempo fuera un factor más que jugara a su favor. Tiene motivos para sentirse satisfecho después de publicar dos discos en menos de un año y volver a demostrar que sigue siendo uno de esos referentes a los que recurrimos cíclicamente para recordarnos que dentro de un océano de vacua oscuridad siempre habrá sólidos faros que nos iluminen con su lucidez y nos ayuden a entender la naturaleza humana a través de sus canciones y sus palabras. Esperamos que disfruten la charla que hemos mantenido.

La semana que viene le tenemos de gira por nuestro país en las siguientes fechas y lugares:

1 abril – Madrid Teatro Lara, SON Estrella Galicia
3 abril – Barcelona Sala Apolo
4 abril – Zaragoza – Teatro Mercado
5 abril – Valencia – TEM

Has publicado dos discos muy diferentes en un corto espacio de tiempo, Toute Latitude más electrónico y enérgico, La Fragilité, más intimista. ¿Los has concebido como un todo y se complementan o surgieron de dos ideas y necesidades diferentes?

Pues sí, en mi mente, es un conjunto, dos discos que se contestan en sus temas y que dibujan en cierto modo un inventario de mis ganas musicales en aquel momento, con el deseo de no elegir entre una vía intimista y una vía más rítmica.

Cuéntame cómo ha sido el proceso de composición de ambos discos. Supongo que ha habido diferencias…

Dos instrumentos han sido determinantes; Una caja de ritmos alemana para «Toute Latitude», que estructuró el disco, lo orientó hacia un lado repetitivo que no tenía previsto, y una guitarra acústica para «La Fragilité». En cuanto utilizaba uno u otro instrumento, sabía en general a qué disco la canción iba a ser destinada. La diferencia, reside en que tenía una idea mucho más concreta de a qué tenía que parecerse «La fragilité», su orientación sonora y acústica estaba claramente dibujada.

Tienes fama de ser perfeccionista y autoexigente. ¿Hasta dónde eres capaz de llevar ese perfeccionismo?

Es realmente una imagen falsa. Detesto la idea misma del perfeccionismo, que siempre tiende a una forma de fascismo para mí. Me gusta la idea de la casualidad, del accidente feliz, lo que viene a contradecir la idea en sí del perfeccionismo, que induciría que sé con precisión a dónde quiero llegar, y no es el caso. ¿Si uno sabe a dónde va, de qué le sirve ir? En realidad, soy una persona más bien perezosa, tengo que motivarme para ir un poco más lejos en el trabajo. Aunque es cierto que con el tiempo, y eso no es contradictorio en mi mente, soy más exigente que antes.

La caja de ritmos tiene un protagonismo central en tus nuevas composiciones. ¿Qué proceso seguiste a la hora de trabajar con ella?

Eso vuelve a mi respuesta de antes: la utilicé de la manera más básica posible. En cuanto conseguí, no sin dificultad, programar un ritmo 4/4 en ella, he empezado a elaborar las canciones. Nunca llegué a entender cómo se programaba un ritmo ternario sobre esta máquina. Entonces todas las canciones están en 4/4, cosa que a mí me venía bien, y permitía no recomponer canciones a tres tiempos, en realidad ya tengo muchas. He prestado este aparato a un amigo músico más joven que yo, entendió en 10 minutos cómo programar de otra manera que compases de 4/4. Y aquí está mi famoso perfeccionismo…

Me encanta como en alguna de tus letras, de un hecho pequeño acabas hablando de la esencia de las cosas. En “La mort d’un oiseau” un hecho sencillo te lleva a hablar del mal que reside en el hombre. ¿Son los pequeños detalles los que te inspiran a la hora de componer?

En este caso concreto, sí, sabía a dónde esta pequeña historia, este pequeño acontecimiento que había vivido, podía llevarme. Pero en general, es más una imagen que «me conduce» hacia el texto, hacia la historia o la atmósfera. No tengo una idea fija de lo que voy a decir en el momento en el que empiezo a escribir. Aunque haga más canciones con temas concretos que en el pasado, siempre tiendo a desconfiar de ellas. Siempre preferiré un texto fuerte para la atmósfera que crea que por la exactitud de su letra.

En esta nueva evolución en tu carrera y en tu sonido ¿no hay una parte de regresión y de avanzar mirando al pasado?

Son idas y vueltas. De cierta manera, todas las pistas rítmicas, armónicas, sonoras y textuales están esbozadas en mi primer álbum. Cada grabación es una manera de ir más lejos en una dirección que ya ha sido rozada, desde el inicio. Nunca he tenido fe en la renovación completa, no me interesa, la búsqueda de novedad no me obsesiona. Tengo más bien en mente una puerta entreabierta que vamos a conseguir abrir más en cada nuevo disco.

En muchas otras letras muestras preocupación por la naturaleza humana, cómo tratamos al planeta, lo mal que nos comunicamos… ¿Es el hecho de hacer canciones una especie de catarsis para ti?

Imagino que sí, hay más que antes el deseo de hablar de «ciertos temas», a veces hasta de manera muy directa. Siento en mí un enfado que antes no encontraba su expresión en las canciones, y que traspasaba en mi manera de tocarlas, sobre todo en el escenario, más que en el contenido en sí mismo de las canciones. Pero lo que me parece más importante, es conseguir poner un poco de poesía en el tema, más allá del tema en sí.

¿Cómo afrontas tus directos actualmente? ¿Mezclas material de los dos discos o adaptas el repertorio según la situación?

¡No me preparo a ello, estoy actualmente inmerso en ello! Estoy de gira en solitario desde noviembre, he dado medio centenar de conciertos que no están especialmente enfocados en los dos últimos discos, bueno no en «Toute Latitude» por lo menos, complejo de tocar en solitario. Está la idea del espectáculo, está bastante escrito en el desarrollo, con un gran trabajo interactivo con el sonido y las luces, es bastante preciso, y solo se mueve, según las noches, en algunos temas. No es realmente un concierto en el que vienes a escuchar un cantante tocar tranquilamente sus canciones a la guitarra. Intento poner en el solo tanta intensidad como si tuviera un grupo detrás de mi.

En España hay un aumento de gente que vota a la ultraderecha y en Francia y muchos otros países europeos hace años que tenéis que convivir con ello. ¿No asusta un poco la dirección que está tomando gran parte de sociedades europeas?

¿Qué quieres que te diga? Obviamente, asusta. Pero tal vez lo más aterrador es la pasividad con la que aceptamos este estado de hecho.

Eres un músico inquieto y cambiante. ¿Qué nos puede deparar el futuro de tu carrera? ¿Intuyes hacia dónde vas a dar el siguiente paso?

Voy a tomarme tiempo. Para vivir otra cosa y buscar. Estos últimos tiempos, como muchos músicos, creo, no dejo de pensar en Mark Hollis. No por su retirada de la escena musical, sino por su compromiso con su música. Es tal modelo….. Aspiro no a seguir la línea que él dibujó, evidentemente sería imposible, y sin interés, pero a inspirarme de su compromiso, de la manera que tuvo de ir a buscar la música que tenía en él. Es necesario un poco de tiempo para eso, así que lo voy a tomar, y ya veremos lo que sale de ello.

Texto: Rubén García Torras

Fotos: Vicent Delerm

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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