Tanto en la vida como en la música hay caminos que están predestinados a cruzarse. Puede aplazarse más o menos ese encuentro, pero siempre terminará por producirse. Por eso, a nadie debería de extrañar que esta banda zaragozana haya seguido el buen ejemplo de otras y se haya dirigido hasta tierras cántabras, donde se encuentran los estudios propiedad de Hendrik Röver Guitar Town, convertidos en casi obligatoria peregrinación para los amantes de los sonidos eléctricos. De allí ha salido un disco orgánico, del que emana, probablemente influencia del propio proceso de grabación, una exquisita naturalidad y cercanía, también inducida a un cuerpo temático orientado a doblegar la oscuridad. Cálida sensación que no impide —al contrario, la convierte en más genuina— la contundente y vigorosa representación de un rock instalado en el punto exacto donde la tradición se amolda a la idiosincrasia de sus autores, inscribiéndoles de la mano de temas como «Shine On» o «Tour de Force» en una lista donde convivir con Lucero, Drive-By Truckers o Black Crowes. Sustanciosa base desde la que auparse hasta la excelencia gracias al perfecto manejo de los matices, representados ya sea en una sutil sensibilidad tomada del soul («Monsters in the Closet»), la etérea robustez de «Hush-Hush» o un «Free» que en su amable desvanecer arremete con poderío en el tramo final. Queda desvelado así el jugoso secreto de que la perfección, aquí alcanzada, reside en los detalles.
KEPA ARBIZU