Coge uno el nuevo disco, dos años después de su anterior entrega, de unos de los actuales reyes del cow-punk. Lo pinchas en tu equipo. Lo escuchas. Lo analizas. Llegas a la conclusión de que ahí hay buenas canciones. De que en general es un buen disco. De que no han perdido ni un ápice de la energía que siempre los ha caracterizado. De que siguen sonando frescos. Y también rotundos. Pero sin embargo no puedes evitar la sensación de ligera decepción. ¿Cómo se explica eso? Difícil, pero es lo que me ha transmitido lo nuevo de los punkabillys de Cleveland. Algo falla. Quizá la explicación sea sencilla. Puede que simplemente es que sean demasiados años visitando los mismos lugares comunes, recorriendo los mismos caminos sonoros, y escuchando las mismas letras. Y a otros se lo perdonas, pero a ellos, aunque también lo hagas, tienes ganas de pedirles más. O puede que el único motivo es que no es el momento para encarar un disco como este. Notable pero continuista y que te recuerda a decenas de grupos más. Sabiendo de lo que son capaces, no exigirles que aprieten más el acelerador es de cobardes.
EDUARDO IZQUIERDO