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Cheap Trick arrasan Liverpool por partida doble

Hay bandas de las que uno se siente orgulloso. Que nadie me malinterprete, cada cual tendrá ocasión de alabar las virtudes de su grupo u artista favorito por un motivo u otro. Pero resulta difícil encontrar una banda con las cualidades de Cheap Trick, excepcionalmente si la banda en cuestión procede de la época en que ellos lo hacen, de cuando ser una estrella de rock era comparable a la realeza y/o aristocracia. Los de Rockford deben ser la panda más entrañable y real sobre el escenario y fuera de él. Actúan por instinto, tanto en la interpretación musical como en el trato con sus seguidores, e importante, aman cada minuto que lideran esa, su institución, la misma que tiene ya más de cuarenta y cinco años de trayectoria. Porque amar tu oficio con tantos conciertos a las espaldas es una virtud. Quizás eso explique la longevidad no solo para ellos sino para los Alice Cooper, los McCartney y los Stones de este mundo. Cheap Trick, además, lo tienen un pelo más complicado que los dos últimos mencionados. Ellos no venden tickets a espuertas, de ahí que cada verano tengan que acabar formando doble cartel con una atracción mayor. Son siempre los primeros en pisar el escenario, ya sea compartiendo tablas con Poison, Blondie, ZZ Top o Def Leppard. ¿Resiente eso su performance? No, muy al contrario. Incluso en esos paquetes en que las bandas están obligadas a ofrecer un vulgar «greatest hits», ellos varían el set noche tras noche y es por ello que su base más die hard crece con el tiempo. Dejemos clara una cosa: Cheap Trick ya no le debe nada a nadie. Se acabó el estar a disposición de una mayor. Cedieron cuando Epic les obligó a comercializar su sonido hasta el punto en que la banda sonaba irreconocible (Lap Of Luxury, «The Flame», Busted). Pero de eso hace ya demasiado tiempo. Todas las bandas y artistas tienen una etapa en la que juegan al despiste. Afortunadamente, eso es el pasado.

Sábado 15 de diciembre de 2018/ Echo Arena/ Liverpool (Inglaterra)

Rick con un fan (Foto: Verónica Rajado)

 

Cheap Trick aparecieron en esta época del año por Inglaterra e Irlanda, porque fueron invitados por Def Leppard en su gira conmemorativa de Hysteria. 45/50 minutitos por noche enfrente de miles de personas en pabellones gigantescos. Buen plan.

Para Rick Nielsen no existen las reglas. Diez minutos antes de iniciar el recital bajó al foso de fotógrafos y de seguridad y se paseó saludando a los fans de las primeras filas. ¿Porqué es imposible no amarle? Por cosas como esta. Ese día se le notaba de muy buen humor y cuando esto sucede Rick se vuelve totalmente imprevisible. Pero ese jolgorio no se traduce en una tocada errática, sino en tomar riesgo a cada nota y salir airoso. Por hacer una comparación, su último bolo en Azkena.

Apareció por el recinto con cara de pocos amigos y luego en la performance no se le vio disfrutando de su oficio. Cuando acabó el concierto le estreché la mano y le felicité, era lo correcto. «No, yo no he tenido mi día hoy. No he entrado en el concierto ni un solo momento», me corrigió. Mezcla de lunático, mezcla de honestidad, siempre Rick Nielsen.

Foto Felipe M. Martínez

Arrancaron con «Hello There», como tantas otras veces. Era la primera vez que veía a Robin Taylor Zander en el escenario, que entró a formar parte de la banda de directo el pasado verano. Taylor es el hijo de Robin Zander senior y cubre a su padre tanto en los tonos agudos como en las armonías, trabajo que antes efectuaba Nielsen. Taylor toca también guitarra, despojando así a Robin de una responsabilidad que nunca arremetió con gusto. En cuanto al cantante, algunos se preguntarán si sigue cantando como los ángeles. Llegaba de haber perdido parte de su voz en Escocia, motivo por el cual habían dejado aparte «The Flame» por el resto de la gira, pues la exigencia vocal en la dichosa balada es mayúscula. Pues bien, a Zander se le notaba renqueante, pero un Zander al 75 por ciento es más y mejor que lo que ofrece la mayoría. Es un tipo inteligente, no va a forzar su garganta de forma desmesurada al estilo de Paul Stanley y la entrada de su hijo en la banda hará que sus cuerdas vocales puedan mantenerse bien otro puñado de años. En cuanto a la caída en el set de «The Flame» (para quien guste), no hay mal que por bien no venga, pues en su lugar entonaron «Downed», la dramática pieza de In Color.

Tom Petersson estuvo en la segunda línea, arrojando carisma y clase sin perder su posición, pero destacó muchísimo más en la noche siguiente, así que ya hablaremos de él. La familia Nielsen se llevó gran parte de los focos. Daxx, baterista, fue una vez más el motor. Me sabe mal por Bun E. Carlos pero desde que anda en su puesto el hijo de Rick, la banda se encuentra en un estado permanente de gracia. El tipo se conoce todas las canciones de todos los álbumes, imprime energía e ilusión, y arregla los entuertos cuando la vieja guardia se pierde en el camino. Dicen los americanos aquello de «no lo arregles si funciona». Bun E. no podía seguir en la banda, no solo por los problemas personales con Zander (Petersson declaró, por otra parte, que «no aguantaba un solo día más al lado de alguien que quiere hacer miserable la vida a los demás»), sino por sus propios problemas en la columna vertical. Fueron muchos los bolos en los que tuvo que ser sustituido de urgencia. Así que en su caso sí debía arreglarse algo que empezaba a no funcionar. Una pena por otra parte.

Rick, cómo no, arrojó púas de guitarra a diestro y siniestro. Pero encontró muy divertido apuntar a las cabezas de los guardas de seguridad. La escena era muy divertida. Veías a uno de los trabajadores tocándose el cogote y Rick corriendo hacia la otra punta del escenario. Él fue lo mejor de la noche, desfilando de un lado a otro, soleando donde le venía en gana, gritando a pleno pulmón, ejerciendo de showman e interlocutor… El alma y la esencia. En cuanto al corto set, «Surrender» se llevó los aplausos, pero la versión de «California Man» fue el punto álgido, al margen de la siempre emocionante «Dream Police».

Aparecieron luego las estrellas de la noche, Def Leppard, y aunque efectuaron un buen show (imagino que los que sean fans de Hysteria, no es mi caso, debieron sentirse en la gloria), todo me pareció muy ordenado y ensayado al milímetro. Eché en falta ese caos permanente pero controlado en el que vive Nielsen. Cuestión de gustos.

Domingo 16 de diciembre de 2018/ The Cavern Club/ Liverpool (Inglaterra)

Foto Ian Edmundson

El motivo del porqué nos encontrábamos en Liverpool. Cheap Trick, banda que ha ensalzado la influencia de los Beatles desde los inicios de su carrera, programó un bolo especial en el Cavern, el lugar que inmortalizó a los segundos. Pese a que en muchísimas partes del mundo los de Illinois no venden los tickets que debieran por lo que son, un bolo en un club es siempre algo histórico y además en el Cavern, que tiene las dimensiones perfectas para albergar un evento de esta magnitud.

El día anterior, en los aledaños del Echo Arena, los die hard no hablaban de otra cosa: «Mañana es el día», «Lo de hoy es un simple aperitivo». Incluso los propios integrantes de la banda. Si comentabas algo acerca de la gira siempre se seguía con un «mañana va a ser bonito». Solo Tom parecía tener alguna queja; «Va a estar a reventar y hará mucha calor». Digo yo que salir a tocar con gabardina y bufanda en un club tampoco es la mejor de las ideas. Son cosas de los tipos que tocan con un bajo de doce cuerdas.

 

Empezaron como la noche anterior, con «Hello There» y «Big Eyes». Sin moverse un ápice de época, con la energía al máximo nivel desde el segundo cero, atacaron con una versión explosiva de «He’s a whore». La noche anterior Daxx preguntó si teníamos peticiones. En primera instancia comenté lo mucho que me gustaría ver algún día más canciones de All Shook Up y opté por «World’s greatest lover». Pero recordé que nunca había visto «…Whore» y aceptaron de inmediato. Entre canción y canción, refresco de garganta de Zander y cambio de instrumentos; Rick seguía en el estado de euforia del día anterior. La gente hacía peticiones y él replicaba: «No entiendo vuestro acento». «Hoy es concierto tan especial como para vosotros. Tenemos gente de todas partes: Australia, USA, España, Alemania… Oh, otra petición. Pero no te pillo. Debes ser de Finlandia».

Foto: Ian Edmundson

«California Man» me encantó de nuevo. Especialmente por esa improvisación de Rick, con arpegios y solos que ningún otro guitarrista podría reproducir, antes de que Zander entonase lo de «Goin’ to a party/ meet me on after school». «Elo Kiddies» fue una celebración mientras que en «On top of the world», la banda, de nuevo, se enfrascó en una jam alucinógena. La musicalidad de estos tipos es sorprendente. «Taxman, Mr. Thief» llevaba tiempo esperando ser rescatada. Sonó como si la hubiesen tocado la noche anterior.

En «Downed» Zander volvió a emocionar. El cantante no conseguía estar al cien por cien de sus cualidades, pero el tipo es perro viejo y sabe donde cambiar una coma aquí y allá para que su performance sea igual de convincente. Luego llego el esperado tributo a sus amados Beatles. «Magical mystery tour» era, en cierto modo, esperada. Ya la habían grabado para el Greatest Hits de principios de los noventa e incluso yo, que tampoco he visto tantos conciertos de la banda, había podido disfrutar de ella en bolos pasados. Sin embargo, «She said, She said», una de las joyas de Revolver, fue una sorpresa más que bella. Puedo apostar a que decidieron incorporarla a última hora, pues no se les conocía esa cover. La bordaron. Fue uno de esos momentos.

«Ain’t that a shame» marcó el ecuador, pero habiendo disfrutado de ella la noche anterior, me pareció totalmente sustituible. «Baby loves to rock» fue el único guiño de All Shook Up, y casi de lo más reciente que rescataron de su discografía. Es este punto, quizás, la banda pecó de conservadora. Ni una sola canción de la etapa 97-presente, cosa que me abruma, pues el local estaba lleno de fans y no de público casual. Tampoco entraremos aquí a analizar la grandeza de las seis obras que han destilado en todo ese tiempo (obviando el fastidioso álbum navideño), pero cuando tienes algo tan sólido entre manos resulta extraño no defenderlo tan siquiera con un par de canciones.

«I know what I want» dio inicio al momento Petersson. Sobrio, elegante y conciso, Tom se erigió líder del combo durante un cuarto de hora, cuando después de cantar ese clásico de Dream Police se quedó solo en el escenario e hizo una especie de solo extraño con su instrumento, para enlazar con la cover de la Velvet, «I’m waiting for the man», canción que él ya cantaba cuando Cheap Trick actuaba enfrente de 20 personas en boleras y bares del extrarradio de Chicago.

Foto: Ian Edmundson

La recta final fue un hit tras otro: «Voices», «I want you to want me», «Dream police», «Never had a lot to lose» (él único tema, restando las covers, que no pertenecía al grupo de discos de la etapa inicial), «Surrender» y «Goodnight now». Nada nuevo bajo el sol, pero ¿a quién le disgusta un par de huevos fritos aún habiéndolos comido cientos de veces a lo largo de la vida? Bang, bang, bang. Hundido. Muerto. Gloria eterna.

Jodido Rick Nielsen, se bajó con la guitarra de cinco mástiles en la última nota de «Goodnight», se paseó a lo largo de la barra del Cavern y acabó echándole el brazo a un tipo que estaba tomándose una cerveza tranquilamente. Había cámaras esa noche; la filmación formará parte de un futuro lanzamiento (¿acompañando qué? ni idea). Ojalá hayan captado la acción de Rick desde que bajó del escenario; fue hilarante.

Las navidad se adelantaron este año en Liverpool y Cheap Trick fueron los reyes magos. Algunos llevaremos tatuados en la piel la fecha de esa noche. ¿Planes para 2019? Regreso a Europa a principios de verano y nueva obra de estudio, la vigésima. Sea como sea no hay mejor noticia que saber con orgullo que ellos siguen, pase lo que pase. «Ahí llega el milagro que he estado esperando…» cantaba Zander en una de las gemas The Latest. Que ellos protagonicen una de las noches de tu vida ya no es un milagro, sino una costumbre. 2019, estamos preparados.

 

Texto: Sergio Martos

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