El mundo está dividido, definitivamente, entre acérrimos defensores del arte de Andrés y aquellos que creen que nunca volverá a alcanzar el nivelazo creativo de antaño. En medio, en zona neutra, un nutrido contingente de consumidores rock se debate entre los unos y los otros. Y, por mucho que algunos se empeñen en negar la evidencia, Calamaro solo hay uno y vive aquí y ahora. Y lleva décadas reclamando su lugar en el Olimpo rock cantado en castellano sin bajar la guardia. Cargar la Suerte es, de nuevo, un magnífico álbum, un compendio de lo que sabe hacer en el que se deja ir. Ya no busca morder, seduce a base de una calidad literaria sin tacha, un dominio total de la fluidez que debe tener una buena canción… y un saber rodearse de forma conveniente. Aquí German Wiedemer ejerce de guardaespaldas de lujo, asumiendo tareas compositivas junto al jefe y adueñándose de los teclados que Andrés parece haber abandonado definitivamente. Cristalino sonido cuando conviene, momentos de arrebato guitarrero, abundantes detalles para perderse en los recovecos de sus nuevas creaciones, todo orbitando alrededor de su peculiar modo de situarse ante el micrófono. Canta curtido, más relajado que de costumbre, sintiéndose a gusto y transmitiendo esta sensación, lo que invita al disfrute. Sus detractores lo tienen crudo mientras siga sacando de su chistera piezas como «Verdades Afiladas», «Egoístas», «Las Rimas» con su aproximación (limitada) al recitado rap, la contundente «Siete Vidas» o esa fulminante despedida titulada «Voy a Volver». Ojalá cumpla la amenaza y pronto le tengamos por aquí sobre las tablas…
ALFRED CRESPO
