Hay sellos que son una garantía. Alive es uno de ellos, cualquier grabación que venga con su logotipo en la contraportada merece, como mínimo, un par o tres de atentas escuchas. En un altísimo porcentaje de ocasiones salen vencedores con la sonrisa burlona del que apuesta sobre seguro. Así es el caso del tercer álbum del trío de Nueva York con tan rimbombante y presuntuoso nombre. A pesar de que ya llevan diez años en activo la música por la que beben los vientos ya estaba agotada, o eso decían —y todavía dicen algunos—, antes de que ellos nacieran. Craso y morrocotudo error, amigos: los riffs pantanosos, el blues, el soul, el boogie y el rock de chupa de cuero y tacón cubano reviven lozanos cada vez que alguna banda lo trata con el respeto que merece y lo aborda con la suficiente mano izquierda para darle una pátina rutilante y resplandeciente que terse su piel y le quite las patas de gallo. No cabe duda de que Jamison Passuite (guitarra, voces), Joe Verdonselli (bajo, voces) y Bennie Hayes (batería, voces) son cirujanos plásticos de primera, Everything’s Gonna Be Alright es un trabajo magnífico, de sonido áspero y carácter belicoso, que huele a hierba y cubitos brincando entre bourbon, a fotos en blanco y negro, a los estudios Muscle Shoals, a los garitos de Memphis, a slides envueltas en barro, a Willy & The Poor Boys tocando en una esquina y a los Stones encerrados en el sótano de la Villa Nellcôte. Una verdadera gozada. Palabra. Y que les den a los profetas, los adivinos y los tristes.
MANEL CELEIRO