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Zaragoza Psych Festival VI – Las Armas (Zaragoza)

The Monochrome Set

El Zaragoza Psych Fest afianza su posición dentro del circuito festivalero centrado en la psicodelia y lo amplía a otros campos como el pop, el post-punk, y el rock experimental. Con un ojo puesto en el Liverpool Psych Fest y con el otro en el Levitation o Austin Psych Fest nació este festival con la única intención de disfrutar de la música que les gustaba y poder tener una versión española en su ciudad. No cabe duda de que iniciativas como ésta (arriesgadas desde su inicio dada su obligada especialización y la inevitable temporalidad de un fenómeno condenado al cambiante rumbo musical), deben actualizarse pero sin renunciar nunca a su espíritu inicial. “Pensamos que esto se ha logrado” comentaba José Briceño de la promotora y discográfica Analog Love (junto a Manu, Lolo y Gusi), que se mostraba entusiasta ante el nuevo rumbo a seguir. Su objetivo es llegar a un mayor público pero, visto el resultado, hay que esperar a una próxima edición.

Iniciaron los conciertos Black Maracas, donde encontramos gente de Los Nastys o Monteavaro. Ellos inauguraron el escenario exterior al aire libre y ofrecieron una actuación cargada de referencias a los Pink Floyd “sydbarretianos”, recreándose en los sonidos garageros con una fuerte presencia del fuzz. Fue un buen comienzo para un festival que demandaba entrar en trance; y, vaya si entramos, los madrileños Neu Matter nos hipnotizaron con un directo que abusó de riffs guitarreros pesados cercanos al stoner-rock y las posturas kraut de su cantante.

A su término, Melenas, desde Pamplona, sirvieron para lavarnos la cara, despejarnos un poco y volver a la acción. Las pamplonesas fueron un soplo de aire fresco y, a pesar de no encajar dentro de la psicodelia, supieron explotar su punto fuerte de una manera elegante. Pop brillante con preeminencia de teclado y coros. Sólo ellas saben de la importancia de las canciones y las cuidan hasta su último detalle, con unas armonías vocales muy trabajadas.

Melenas

Solamente tienen un álbum publicado pero demuestran una enorme experiencia adquirida en directo gracias a su constante periplo por el extranjero (han tocado en el SXSW de Austin y en el Reino Unido). Fue lo mejor del festival hasta ese momento.

A partir de aquí, venía el plato fuerte del primer día. Los estadounidenses The Asteroid #4 desplegaban todo su arsenal (tres guitarras) para trasladarnos a diferentes épocas de la psicodelia, desde la sesentera hasta la noventera, alternando con el shoegaze para crear unos ambientes espaciales gracias a unas guitarras melódicas y efectos de pedales reverb. Sin embargo, la fórmula funcionó mejor cuando optaron por recurrir a la psicodelia más clásica con un predominio de guitarras duras en detrimento de las partes melódicas. Los de Filadelfia – unos expertos de la psicodelia hecha en este nuevo siglo – traían bajo el brazo un nuevo disco Collide, después de casi cinco años de parón. De éste pudimos escuchar “Ghost Garden”, “Explore” o la titular “Collide”. El resto del setlist se centró en sus últimos trabajos y sonaron “All Fall Down”, “Wicked Wire”, “The Windmill Of the Autumn Sky” o la final “I Want To Touch You”. Para cerrar la primera jornada, los sevillanos Quentin Gas y Los Zíngaros nos sorprendieron con su particular mezcla de flamenco rock y sonidos orientales. No acabé de conectar con esta propuesta novedosa pero no por ello valiente que abre nuevos cauces a la psicodelia experimental actual.

Asteroid #4

El segundo día arrancaba con cambio de guion al trasladar la actuación de los locales Los Ojos (My Expansive Awareness, Baron Samedi) al interior de la sala y no en el exterior como estaba previsto. Los Estanques fueron los encargados de coger el testigo y calentar la atmósfera mediante una poderosa descarga. El protagonismo del teclado Hammond de su cantante generó una tormenta de truenos que nos trasladó a los límites del rock progresivo. Sus influencias remiten al progresivo español de corte pop que pusieron en práctica Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán allá por 1974. En su corta hora de actuación demostraron dos cosas: primero, que son grandes músicos y virtuosos en lo suyo (tal como debe ser todo grupo de este género); y segundo, que las canciones deben cuidarse más en directo, principalmente si destacan por sus melodías pop. Por eso, pensamos que los madrileños son capaces de mucho más. Esperaremos a otra ocasión.

Los Estanques

El plato fuerte del segundo día (y del festival) era la presencia de los británicos The Monochrome Set. Antes de su actuación se dejó ver un público mayormente adulto que había disfrutado (y todavía lo hace) de su intermitente carrera desde los años ochenta. Estamos ante una banda que está viviendo una segunda juventud y es que se encuentra en plena forma tanto en el escenario como en el estudio, no en vano sus mejores discos los están grabando ahora. No defraudaron y, sin duda, sólo por ellos merecía la pena asistir al festival (todavía no habíamos visto lo siguiente). Presentaban el último disco The Maisieworld, con canciones como “I Feel Fine” o “Mrs Robot”. Cayeron los clásicos “Love Goes Down the Drain”, “The Jet Set Junta”, “The Mating Game” (de Eligible Bachelors, el álbum más repasado) mientras de fondo se proyectaban imágenes de sus primeros días. Su líder “Bid” se mostró meticuloso y metódico, con poco margen para la improvisación, aunque su teclista John Paul Moran, con esa imagen de jipi viejo, nos recordaba otros tiempos salvajes no vividos.

Nos contagiaron de ese buen rollo en esa complicidad entre Bid y John Paul. Las referencias a The Kinks y The Smiths eran constantes, de hecho, éstos últimos fueron uno de sus alumnos más aventajados. Por tanto, sonido totalmente “british”, aunque la psicodelia, a ratos, nos trasladaba a los sesenta americanos. Fueron muy estrictos pero hasta para cumplir su setlist, porque aunque se alargaron más de la cuenta (en esto chapeau a la organización por cumplir los horarios) pensamos que – al ser el grupo más importante – no habría estado de más tener un poco de manga ancha con ellos. A partir de este momento, el festival se convierte en otra cosa.

Vulk

Aparecen los bilbaínos Vulk. Nunca los había visto pero sabía que poseían un gran directo; de hecho, Ruta 66 los votó como mejor grupo en directo de 2017. Y así fue. Primero, porque su propuesta es diferente; y esto ya es un logro. Segundo, porque su directo es de verdad, agresivo sí, pero real. Sigue sorprendiéndome el tirón que todavía tiene entre la juventud el post-punk, pero esta banda lo lleva a un terreno desconocido. Su cantante, Andoni, es sin lugar a dudas el líder; canta en inglés y euskera, y su presencia intimidatoria no deja indiferente a nadie. Suenan potentes y compactos y sus guitarras cortan como cuchillas. Actitud espartana, nos recuerdan en esto y en muchas otras cosas a Wire. Pero hay más, su estética, sus gestos (esos golpes en el pecho), su violencia… El público se volvió loco con ellos, y fue el grupo del festival y punto. Como broche final, los organizadores quisieron contar con la pareja italo-británica Sonars que tan buen sabor de boca habían dejado en una anterior visita. Su propuesta consistía en jugar con una combinación de sonidos de varias tonalidades rozando el terreno de la electrónica, eso sí, tras un filtro de psicodelia.

Cabe destacar que durante todo el festival, los grupos tuvieron como telón de fondo una amalgama de imágenes psicodélicas, ricas en matices y texturas, que sirvieron para crear una atmósfera apropiada con la temática del evento. Fue el complemento perfecto a un festival que esperemos continúe esta línea y nos vuelva a sorprender en la próxima edición.

 

Texto y fotos: Rubén Vela

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