Conocerles es amarles, sin medias tintas. Los germanos más excesivos, guardianes de la esencias del mejor rock psicodélico de todos los tiempos, siguen a la suya conscientes de que sus seguidores se lo permiten todo, porque en su desmesura radica su atractivo incuestionable. Referencias discográficas pisándose unas a otras sin respetar el periodo habitual necesario para garantizar visibilidad correcta al lanzamiento, constantes discos en directo —algo absolutamente en desuso excepto para ellos en tiempos de YouTube y descargas indiscriminadas—, reediciones, ediciones limitadas en todos los colores imaginables y conciertos apoteósicos donde uno no sabe qué va a encontrarse, excepto una alta concentración de sonidos expansivos.
¿Qué contar de su nuevo álbum? Que han ido, todavía, más allá, alejándose paulatinamente de la corteza terrestre. Porque el título no engaña. Aquí hay vibraciones de las buenas, correcto, pero emitidas desde las profundidades del cosmos. Empiezan recordando que son un grupo solvente de rock, pero en unos minutos se enfrascan en una epopeya cósmica con punto de partida clara —el kraut más sintetizado, claro, con Popol Vuh y Klaus Schulze como referencias básicas— y final insospechado. A medida que corren los minutos, se enfrascan en una sonora orgía escrita entre nebulosas ácidas. Desmesurados como siempre. Y, como siempre, con opción a los más madrugadores para agenciarse en la web de su sello ediciones especiales de la novedad, en este caso un lote limitado que añade a este disco su paso por Rheinkraut, el festival de su Düsseldorf natal donde se pegaron el homenaje de actuar junto al bajista Ufo Walter, uno de sus héroes.
ALFRED CRESPO
