No podían fallar, y no lo han hecho. La trilogía místico-canalla iniciada por el excelso Santa Leone y continuada en el no menos certero He Matado al Ángel, estaba cantado, debía ser clausurada en condiciones, sin bajar el pistón. Andrés Herrera, Pájaro, y compañía —con especial protagonismo de su compadre a las seis cuerdas Raúl Fernández— se han dado relativa prisa, recordemos que entre el primer y el segundo álbum trascurrieron cuatro largos años, para ofrecer un nuevo arsenal de canciones que huelen a Semana Santa, a rock callejero, a sonidos de los cincuenta y tangos mutantes, a Andalucía en estado puro y a una encomiable voluntad de derribar fronteras estilísticas sin perder la perspectiva. Si sus dos discos predecesores impactaron —no lo olvidemos, ambos fueron escogidos por unanimidad Disco del Año en esta Ruta—, este Gran Poder queda totalmente definido por su título: sobrados de talento, con un punto imposible de localizar que los sitúa entre Silvio, Johnny Thunders —le dedican una canción basada en textos extraídos de la novela de Carlos Zanón—, Eddie Cochran y los grandes de la canción italiana. Siguen patrullando por la frontera en «Corre, Chacal, Corre», lanzándose a tumba abierta en «Lágrimas de Plata», reafirmando que siguen en contacto con la calle y lo que ocurre en ella —véase la sobrecogedora versión que se marcan del «A Galopar» que construyeron Paco Ibáñez y Rafael Alberti—, que su nivel instrumental y su personal modo de desarrollarlo siguen situándoles en un lugar de excepción. Siguen marcando su propio paso. Siguen siendo únicos.
ALFRED CRESPO