Sigue siendo posible. Soñar despierto con la única ayuda de un tocadiscos a todo volumen. Saltar en el sofá con la entrepierna electrizada. Maquearse frente al espejo y sentir que el mundo es contenible en un puño que agarra una Gibson Firebird. Ese es el necesario milagro de la nueva maravilla que Baker, iluminado por una perseverancia inaudita, acaba de bordar. Su eterna pasión teenager muta para la ocasión en un robusto bólido de cromado motor ensamblado a partir de las piezas más carismáticas de la melodía guitarrera alumbrada en la segunda mitad de los setenta. Importa muy poco o nada que el artilugio tenga poco cimiento en el presente. El presente es un subproducto; deja de engañarte. Pero no filosofemos; no hay hueco para el existencialismo en la fornida sinfonía del Combo. Producido con inusitada maestría, Let’s Go Wild se afila en un cuarteto que farda sobre cada surco, propulsado por la celebrada madurez de su líder hasta la cumbre de una carrera que a día de hoy ha alcanzado el nivel de cualquier héroe del rock setentero más glamuroso, cañero, jovial y pendenciero. ¿Que a qué suena? A Kurt Baker Combo, puro y duro.
RAFA SUÑÉN
Power Pop de cabecera ‘!!