Hace tiempo que Mark Everett está instalado en una cómoda y tonificante área de confort, viviendo plenamente su personaje musical. Y en ese camino, merecido y brillantemente conseguido, cae una nueva entrega musical cada cierto tiempo, como si el cartero nos entregara una carta cada día, como si nos llegaran las facturas de cada mes, o como si la burocracia y la creatividad se midieran en un pulso y acabaran en tablas, instalados en un opiáceo limbo neutral. Bajo mi punto de vista Mark Everett hace tiempo que no entrega una obra que sorprenda, una obra que se cuestione, una obra que haga hervir la sangre y pellizca las emociones del oyente. Y en ese sentido The Deconstruction, muy a mi pesar, sigue dándome la razón. El nuevo disco de Eels me parece un disco continuista, llano y previsible. Bajo esa pátina de dulce melancolía suenan los mismos patrones rítmicos, los mismos arreglos orquestales, la misma textura de voz y similares melodías. Yo leo este disco como si Mark hubiera abandonado su patrimonio inventivo, instalado como un funcionario en su perfecta gramática creativa de ocho a tres. Y si todo esto que estoy explicando fuera como digo, pero el disco tuviera buenas canciones, de esas que te remueven el alma y te hacen vibrar, no habría nada que decir. Sería una celebración del mundo musical de Mark Everett y su perfecto imaginario musical. Pero en mi opinión The Deconstruction representa el agotamiento de una fórmula que nos ha dado grandes alegrías pero que necesita una nueva mirada. Algo de autocrítica. Un nuevo enfoque trascendental.
ANDREU CUNILL CLARES
