Encuentros

Stray Cats, gatos de callejón

Rescatamos la primera entrevista de Brian Setzer con un medio español, realizada en una visita barcelonesa de 1982. El trío de Long Island estaba en pleno ascenso. Rev it up and go!.

En momentos como este me vienen a la cabeza algunos de los múltiples proyectos que el editor de Rock Espezial se niega rotundamente a patrocinarme: mi suspirado reportaje a lo periodismo gonzo sobre Julio Iglesias, la entrevista exclusiva con John Lennon realizada a través de mediums y demás parafernalia espiritista, ese artículo de fondo sobre las largas horas de espera que ha de sufrir el paciente reportero para acercarse a la estrella, siempre demasiado vigilada por una interminable caterva de managers, road managers y secretarias de road managers…

Sí, ese podría ser un gran artículo, treinta folios para diseccionar brutalmente el mundo de los negocios musicales y retratar virulentamente a cada uno de sus esbirros. Pero, como de costumbre, esos trabajos deberán esperar. Pongo freno a mi obsesión febril y aterrizo en el bar de un hotel cualquiera, a una hora cualquiera del día para entablar amistosa conversación con un Stray Cat, raro espécimen musical que pasea su pinta de juvenil rebelde del rockabilly por una Barcelona dominada por la lluvia y el aburrimiento más metropolitano.

Liguemos cabos. Uno, que ya lleva el tiempo suficiente en este rollo como para saber donde está la puerta trasera, se tragó toda una tarde de grabación televisiva, más una suculenta y opípara cena regada con los mejores vinos, para caer en gracia a los Stray Cats y a parte de su ‘’entourage’’ viajero. Me mantuve calladito, no rompí un plato y no se me tuvo que sacar, como en otras ocasiones de triste recuerdo, del lavabo de señoras en estado de risible euforia. Todo por un único objetivo: entrevistar a Brian Setzer, tenerle a mano unos minutos y hacerle cantar la historia de su exitoso conjunto, los Gatos Vagabundos.

Las horas de espera contaron con la habitual dieta: copas gratis, veloces viajes en taxi, apasionantes discusiones con camareros… Y me sirvieron, además, para traer hasta estas páginas a los tres protagonistas de nuestra historia. Tres jovencitos de Long Island con un par de excitantes elepés en el mercado, Stray Cats y Gonna Ball, ambos publicados en 1981. Una potente máquina de facturar rock’n’roll a base de los más puros ingredientes: rockabilly, rhythm’n’blues, electricidad, ingenio… La causa principal de que el revival rock’n’roll haya asolado Europa de nuevo, con toda la grasa de miles de tupés dispuestos a todo menos a que les pisen sus fabulosos zapatos de gamuza azul.

Bien, consultemos mi bloc de notas.

Slim Jim Phantom: Toca la batería —en el caso de que se pueda llamar así a tres tambores y un plato— de pie e incluso encima de esta. Es alto, cara de salvaje, y usa camisetas sin mangas con la inscripción: ‘’La cirugía puede ayudar a los quinceañeros tatuados’’. Va profusamente tatuado. Está completamente loco. Cuando viaja en taxi gusta de bajar la ventanilla y gritar furiosamente, en castellano macarrónico, aquello de ‘’¡Arriba!, iArriba!’’, tal y como Speedy González, el veloz ratón mejicano de los dibujos animados.

Lee Rocker: Toca el contrabajo acústico. Odia profundamente los bajos eléctricos. Es más bien bajito, tirando a feo, serio y poco hablador. Se pinta las uñas de tonos oscuros, pero rehúye los tatuajes. Fuma canutos y bebe cerveza. Parece el más normal de los tres.

Brian Setzer: Buen cantante y mejor guitarrista. Es el alma del grupo. Viste elegantemente siguiendo los dictados de la moda sureña: zapatos blancos, tejanos viejos, camisa vaquera, chaqueta de cuero, gafas oscuras. Lleva los brazos profusamente tatuados. Va de quinceañero duro, de ‘’wild cat’’ castigador, de rubiales teñido. Muy americano, muy poco hablador, muy en su papel de niño bonito del nuevo rockabilly. Tiene poco que contar, todo lo dice su música. En estos tiempos eso ya es mucho.

¿Y bien? Esa es toda la información, el resto ha salido de una minúscula cinta de casete. Volvemos al hotel cualquiera, al bar de ese hotel, entre las tres y las cuatro de la tarde. Un par de cervezas y un rocker poco interesado en los placeres comunicativos de la entrevista.

CARA A CARA CON EL TUPERIANO

Hablemos de vuestros inicios, ¿cómo y por qué dejasteis Long Island para volar a Londres?

Aventura, por simple aventura… Vendimos nuestro equipo, con la única excepción de tres piezas. Yo me quedé con mi guitarra, Jim con un tambor y Lee con su contrabajo. Vendimos todo lo que teníamos, compramos los billetes y nos largamos a Londres.

Antes de eso debieron ocurrir un montón de historias: ¿no habías estado con los Bloodless Pharaohs y en los Tomcats?

No hablo sobre esos grupos.

Pero estuviste en grupos antes, ¿quizás en la escuela?

Me echaron de la escuela. Mira, es cierto que conocí a alguna gente en la escuela, pero yo era básicamente un tipo solitario. A los ocho año escuché a los Rolling Stones y ahí comenzó todo; he estado en bandas de rock’n’roll desde entonces.

¿Significa esto que tu primera influencia fue británica más que americana?

No. Me crié con música americana, claro: Gene Vincent, Eddie Cochran, Elvis.

Lo digo porque Robert Fripp afirma que te sabes de memoria las partes de guitarra de Lark’s Tongues in Aspic de King Crimson.

iOh, sí! Me encontré a Fripp en una cafetería de autopista, yendo de gira… Recuerdo que cuando era niño practicaba la guitarra con temas de Chuck Berry o los Stones y, ese disco de King Crimson, me dejó fascinado. Fripp toca de una forma tan extraña. Me lo aprendí entero, no me servía de mucho para tocar rock’n’roll, pero sí para practicar.

¿Te consideras mejor guitarrista o mejor cantante?

Soy mejor guitarrista que cantante.

Olvidemos los clásicos, ¿te interesan las movidas musicales que han tenido lugar estos últimos años en ciudades como Nueva York?

No me interesa ninguna de esas bandas de Nueva York; nunca me han interesado.

¿Sigues prefiriendo a Elvis?

¡Ahora te escucho! ¿Qué puedo decir de Elvis que no haya sido dicho?

Así que solo escuchas tus discos viejos…

No, escucho otras cosas también. Me gustan Delbert McLinton, los Fabulous Thunderbirds, las Go-Go’s, The Clash y la música sureña en general.

¿Qué pasó con Dave Edmunds entre vuestro primer elepé y el segundo? Tengo entendido que hubo cierta historia…

Nada serio, somos buenos amigos. El trabaja duro y nosotros también.

¿Hay un tercer elepé en perspectiva?

Bueno, hemos grabado seis temas nuevos, con Bill Wyman, de los Stones, produciendo.

¿Rhythm’n’blues como en Gonna Ball?

No, es rockabilly puro, rock’n’roll clásico: sonido Chuck Berry primitivo.

Háblame de Francia, sois famosos allí…

Vendemos un montón de discos en Francia, también en Japón, son nuestros mejores mercados. También vendemos muchos discos en los Estados Unidos, pero de importación, aún no hemos conseguido un contrato de distribución en América que nos satisfaga.

¿Preferís el escenario o el estudio de grabación?

Pienso que somos mejores en vivo. Lo primero que hicimos fue tocar, siempre tocar, no hacer discos o videos. No me gusta hacer videos, no soy actor, detesto verme forzado a interpretar. Prefiero tocar, el rock’n’roll es para tocarlo, no para hacer bonitos videos y pasarlos por la tele. Tocar rock’n’roll significa sonar distinto cada vez que sales a escena.

HARLEY DAVIDSON, MONTURA PARA REBELDES

En este punto, el joven Brian Setzer le hace ascos a la cerveza nacional que el camarero le ha servido y pide una Heineken. Peor para él, pienso, mientras terminó con la mía y sigo con la que ha despreciado. Ha llegado el momento de empezar a pinchar al gato callejero, un gato con pocas ganas de charla, un gato que maúlla pero no araña.

¿A qué crees que se debe que vuestro segundo elepé Gonna Ball no haya funcionado en Reino Unido como el primero?

Ha funcionado mejor que el primero en muchos países, en Inglaterra no tanto, porque no es tan rockabilly, es algo más blues y, además, los ingleses están ahora muy ocupados con todas esas bandas de sintetizadores. También debe tenerse en cuenta que hemos estado fuera mucho tiempo, tocando en Australia y Japón, y la gente se olvida muy fácilmente de un grupo si no está presente de forma continua.

¿Qué opinas de las bandas de sintetizadores?

Hay algunas buenas canciones. Me gustan «Tainted Love» y «Bedsitter» de Soft Cell. No me importan los sintetizadores si el tema tiene una buena tonada, pero la mayoría de bandas techno se quedan en el sonido mismo y no buscan buenas melodías.

¿Bebida favorita?

Canadian Club. Si no hay Canadian Club bebo cualquier otro bourbon.

¿Drogas?

Sí, tomo aspirinas.

¿Chicas?

Mejor dos: una en cada brazo.

Volvamos a la música. ¿Bruce Springsteen?

Me encanta, es un gran ‘’entertainer’’. Le vimos en Wembley, fue fantástico, muy emocionante.

¿Pretenders?

Me gustan en directo, pero sus canciones son demasiado complejas para mi gusto. No sé como explicarlo… me gusta el rock básico de cuatro acordes, para mí eso es lo mejor.

¿Qué pasa con tu moto?

iSí, hablemos de mi Harley! La transporté desde América a Londres, pero ahora, con lo poco que me gusta Londres, mejor la vuelvo a enviar a su lugar de origen. Hace un año que no pasa nada en Londres, no salen buenas bandas, los clubs son un aburrimiento, no hay nada interesante que hacer.

¿Prefieres Nueva York?

No. Prefiero Long Island. A Lee le gusta, vive en Nueva York. Jim y yo vivimos en Londres.

 Esto del rock puede resultar rutinario: las giras, los ensayos, la promoción… ¿Te gustaría tener más tiempo libre?

Claro. En primavera quiero agarrar mi Harley y dar unas cuantas vueltas por ahí, por Francia tal vez… ¿Sabes?, me relaja conducir mi moto. Jim se relaja volviéndose completamente majara, Lee se encierra y juega con su equipo de sonido y sus cintas, yo voy en moto.

Con sinceridad, ¿qué tal de pasta?

El dinero, tal como llega, se va…

Teloneasteis a los Stones en Estados Unidos.

En Atlanta, Georgia, en Cedar Falls, Iowa, y en Saint Paul, Minnesota. Mick Jagger nos presentaba personalmente: ‘’¡Señoras y señores, unos amigos míos, los Stray Cats!’’. De esta forma la gente tardaba un poco más en lanzarnos huevos y tomates. Recuerdo que, en Saint Paul, anuncié ‘’esta canción es de un paisano vuestro, iEddie Cochran!’’, porque Eddie era de Saint Paul, y el público se preguntaba ‘’¿Quién…?’’ [Risas]. Me encanta América.

Tengo una idea, si te llevaras la Harley de gira, metida en uno de los camiones, ahora podrías estar dando vueltas por la ciudad en vez de estar charlando con un fastidioso reportero.

¡Magnífica idea!, he de contársela al tour manager. Hasta la vista…

 

SONIDOS AÑEJOS, PERSPECTIVA ACTUAL

Así de fácil se escabulló el felino. Antes de que pudiese darme cuenta se había levantado, despedido y esfumado. Tardaría un par de días en volver a verle, pero no importaba, pues sobre un escenario el amigo Brian y sus socios iban a estar mucho más locuaces. El concierto de los Stray Cats resultó ser una bestialidad de rock’n’roll vertiginoso, grasientos ritmos bailables e imágenes rescatadas del pasado para servir de ejemplo a las nuevas generaciones.

Lo asombroso es que tamaño desenfreno instrumental no haga descarrilar las tonadas que ejecutan. Poco importa que Slim Jim beba como un cosaco y escale sus tambores, que Lee Rocker parezca indefenso ante su monstruoso bajo, o que Brian recorra el escenario, de punta a punta, imitando el ‘’paseo de la oca’’ que es la marca inconfundible del gran Chuck Berry. Todo encaja al final, sin que un acorde se escape o un instrumento pierda la comba.

El repertorio no se limita a sus propios temas, los alterna con clásicos del género, mitad y mitad. Un puñado de versiones de Eddie Cochran, una del mavilloso Buddy Holly, el infeccioso «Baby What You Want Me to Do» de Jimmy Reed… y, claro, los hits gatunos: «Runaway Boys», «Wasn’t that Good» y una imparable «Rock this Town». Lo justo y necesario como para que el público se vea inmerso en una ‘’rock’n’roll party’’ como las de antaño. Con el apoyo en esta gira del saxofonista Mel Collins y un pianista se completa el pegajoso y potente sonido del trío. Quizás los Cats no tengan nada realmente nuevo que ofrecer, pero rocanrolean como el que más.

 

Texto: Ignacio Julià. Publicado originalmente en Rock Espezial, nº 8, abril de 1982.

 

 

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