Ha pasado ya más de una década desde que esta entrañable familia musical nos cautivara con su propuesta retro en la que calcaban standards del rock Fifties, el blues, el jazz y el soul. En un principio les perdonábamos ciertas imprecisiones en sus homónima obra de debut plagada de versiones y en sus directos gracias a ese halo de autenticidad y pasión que desprendían que nos hacían fantasear cómo podía llegar a ser una cena de Navidad en esa casa, pero luego nos poníamos un punto críticos con sus dos siguientes obras (Smoking in Heaven y The Third) en las que perdían parte de su encanto cuando se alejaban de su esencia y emprendían su proceso de maduración como compositores y en el que llegaron a experimentar incluso con ritmos jamaicanos. En esta cuarta obra de los londinenses —la primera como productores— parece que estos años de experiencia les han ayudado a crear una colección de canciones más sólida, con menos experimentos y más centrada en lo que realmente saben hacer a la perfección. Y es que el valor de estos chicos se multiplica cuando sacan su encanto a relucir y son capaces de transportarnos a unos tiempos en que todo era más inocente y sencillo. Y si no, pinchen «The Game Is On», «Down On My Knees», «Whole Lot of Love» o incluso la marciana «Broccoli Tempura» y díganme si no se les van un poco los pies…
RUBÉN GARCÍA