Últimamente hemos entrado en una dinámica peligrosa; hay demasiados discos de folk aburridos, algunos protagonizados por mujeres. Tanto de músicos nuevos, que ya de entrada muestran poca valentía, como de otros con su carrera enfilada, y que a falta de inspiración, basan sus discos en pasajes vacíos y sin alma porque son incapaces de escribir buenas canciones. Un caso sería el de Feist y su última obra, una sucesión de bostezos arrítmicos y desconcertantes. Y aunque es cierto que hay una cantera que si apunta maneras, con Julie Byrne, Noga Erez o Lisa Mitchell como ejemplos, faltaba que hubiese una que liderara la acción, que de verdad metiese miedo, que finalmente dijera las cosas por su nombre. Esta es solo una primera aproximación, pero si no se aburguesa, se lo cree en exceso o pierde el tacto, Aldous Harding está en disposición de dejar en paños menores a todo aquel que siga añadiendo álbumes tan sosos a la lista. De ella, se agradece que la tensión conjugue tan bien con la delicadeza, que saque la cabeza del agua con una pieza espectral («Blend») y a la siguiente resuelva la ecuación con un estribillo pop con tintes comerciales («Imagining my Man»). Y a la hora de volver al lugar de paso, de nuevo una acústica sencilla y una voz con la que hace lo que le da la real gana, esa es la gran baza de la neozelandesa. «Party» y ese tremolo anticipan victoria, y con «Horizon» te preguntas si en esta ocasión se parece más a Joni Mitchell, a Florence Welch, a Hope Sandoval, a Julia Holter o en un momento dado, a la intocable P.J. Harvey. Aunque en realidad, lo que importa es que suena a la Harding. Así, sin más.
TONI CASTARNADO