Parece ser que la tercera encarnación del grupo albaceteño, tras la primera desbandada de 1994 y la fugaz reunión de 2006, toca a su fin. No hay ningún ánimo funerario en esta última pata de la gira que ha recuperado Hermanos carnales (1992) íntegro, sino una merecida autorreivindicación que culmina con la publicación del cofre El mundo por los pies: 1988-1994, compendio de toda su discografía. De ahí que se respirase una agradable familiaridad la noche que suponía su despedida de la capital para siempre, en el mismo escenario que pisaron hace 30 años en el Villa de Madrid. El ritual comenzó con una apropiada «Viaje de redención» y, canción a canción, mostró bien por qué aquel ambicioso doble sigue siendo uno de los mejores álbumes jamás grabados en castellano, un disco que sigue sin parecerse a nada que hayamos escuchado. La traca final hizo que la sala estallase: «En otoño», «Mi hermano carnal» y «Fuerte!», con «La estación de las lluvias» como coda.
Se les vio incluso más cómodos en los bises, con apropiados guiños a «El final de una quimera» o «El crujido del cangrejo». Final de puño en alto con «Rifle de repetición» y «Gente abollada», éxtasis generalizado. No supo a triste despedida, sino a feliz reencuentro con una banda que ha hecho las paces consigo misma y con su historia.
Texto: Héctor G. Barnés
