La recepción al retorno discográfico de la influyente banda californiana ha sido unánime: How Did I Find Myself Here es el mejor álbum posible, hoy mismo, que podían ofrecernos Steve Wynn y los suyos. Estarán en España en el Azkena Rock Festival el 22-23 de junio en actuación exclusiva. Carlos Rego habla con Steve Wynn.
Debutar grabando un clásico es un lastre que no demasiados grupos pueden superar, constantemente obligados a estar a la altura de un momento especial no siempre fácil de reproducir. A The Dream Syndicate le pudo haber pasado algo así tras The Days of Wine and Roses, pero supieron cambiar leve e inteligentemente su estilo, sin empeñarse en repetir lo que ya estaba hecho. Tras la desaparición del grupo a finales de los años ochenta, la carrera de Steve Wynn ha sido un modelo de solidez y coherencia. Sin renegar al sonido que convirtió a The Dream Syndicate en un grupo clave del renacimiento de las guitarras en un momento en el que parecían pasadas de moda, supo diversificar sus diferentes aventuras musicales aprovechando su inagotable capacidad compositiva y su curiosidad musical.
Ahora, tras el magnífico sabor de boca de los conciertos que resucitaron a The Dream Syndicate en 2012, el siguiente y arriesgado paso era la grabación de un nuevo disco que estuviera a la altura de su reputación y escapara de una posible trampa: que pareciera un nuevo disco de Steve Wynn. Afortunadamente, con Dennis Duck y Mark Walton como miembros históricos, y Jason Victor como nuevo guitarra, How Did I Find Myself Here (Anti-PIAS) cumple con creces las expectativas. Suena denso, por momentos agresivo y ruidoso, más ligero en otros, fiel a su estilo, pero todavía relevante y sin apenas lugar para la nostalgia.
El disco es muy fiel al sonido del grupo, pero cada uno de vuestros discos tenía algo especial que los hacía diferentes a los demás. Este también. ¿Qué crees que lo hace distinto?
El disco es muy Dream Syndicate, por las guitarras, las canciones largas, el feedback o la utilización de elementos muy simples para llevarlos al extremo, pero añade otras cosas, una atmósfera hipnótica, psicodélica. Teníamos 20 canciones y las grabamos todas. No todas eran del mismo estilo, y podríamos haber grabado otro tipo de disco, pero escogimos las que eran, no diría que agresivas a la manera del punk o el hard-rock, sino las más intensas, las que te podían transportar a un universo diferente. A eso me refería antes al hablar de psicodelia.
¿Es muy diferente componer para The Dream Syndicate que para el resto de tus proyectos?
Mucho. Compuse la mayor parte de The Days of Wine and Roses con un bajo, algo bastante extraño, y por eso son canciones circulares, que giran alrededor de un groove repetitivo. Me acordé de eso, y en vez de pensar en las típicas canciones basadas en una sucesión de acordes, busqué construirlas a partir de patrones hipnóticos, por decirlo de alguna manera, y eso es algo muy específico de Dream Syndicate y que no hago en mis otros grupos.
No tengo los créditos del disco, pero he leído que Chris Cacavas no solo participa como teclista, también coproduce el disco.
Bueno, Chris está muy unido al grupo desde el principio y en los últimos años llegó a convertirse prácticamente en un miembro más. Yo no quería que entráramos los cuatro solos al estudio, no quería hacerme cargo de la producción, solo concentrarme en tocar y ser uno más, y Chris era la persona ideal para hacer de guía y mantener el rumbo adecuado. Aunque en principio su rol era más el de productor, la verdad es que cuanto más tocaba mejor nos parecía a los demás. Tanto él como Jason en la guitarra juegan con diferentes ideas, tienen un sonido muy particular y escogen opciones no muy habituales, así que a veces lo que tomas por un teclado puede ser una guitarra y al revés.
La gran sorpresa, y muy agradable por cierto, es la participación de Kendra Smith en «Kendra’s Dream». No sé hasta qué punto manteníais contacto tras su salido del grupo, ni si fue fácil convencerla.
No estaba planeado, pero el resultado es precioso. Que su voz cierre el disco es el final perfecto de todo este viaje. Aparte de su voz y su talento, su presencia es muy emotiva, y nos conecta con los inicios del grupo. La canción estaba completa, con otro título, y a pesar de que musicalmente me gustaba, el resultado final no me convencía. La había escuchado tantas veces que no se me ocurría hacerla de otra manera, pero me resistía a desecharla. Entonces se me ocurrió que Kendra sería perfecta para ese tipo de canción. Le escribí un e-mail, porque aunque no de manera habitual sí seguimos en contacto con cierta regularidad. Le encantó, pero no se veía completándola, decía que ya había dejado la música a un lado, que ya no tenía voz para cantarla. Insistí, le dije que hiciera lo que hiciera iba a estar bien, que a mí y a Dennis nos encantaría que participara en el disco. Finalmente, el último día antes de empezar las mezclas recibí un e-mail de Kendra con un archivo adjunto y allí estaba la canción, preciosa.
¿Soy el único que escucha el eco de «Tell Me When It’s Over» en el riff de «Filter Me Through You» que abre el disco?
Bueno, tú, Dennis y yo (risas). Estuvimos cinco días grabando las bases y el último día, mientras tomábamos un café, Dennis me dijo que lo único que nos faltaba era la clásica canción que abría los discos de Dream Syndicate, con esos típicos riffs en Re de «Tell Me When It’s Over» o «Still Holding on to You». Tenía razón, así que en una hora la escribí y la grabamos a la segunda toma. Fue casi un ejercicio de nostalgia, pero me hizo sentir bien, fue la única en la dijimos “vamos a ser The Dream Syndicate, a ver qué pasa”. No fue difícil, y además salió bien.
Creo que te has convertido en un gran cantante, mucho mejor que en tus inicios, al menos. Uno de tus mejores momentos es «Glide», en la que incluso me llegas a recordar a David Bowie.
Nunca lo hubiera pensado, pero me alegra que lo digas, y creo que sé por qué lo dices. Sí creo que canto mucho mejor. Cuando empezamos yo no era cantante, tocaba la guitarra y escribía las canciones, alguien tenía que cantarlas y fui aprendiendo. Ahora escucho algunos discos y me dan ganas de cantarlos de nuevo. Después de todos estos años tengo mucha más confianza, y creo que el truco está en relajarse cuando la canción empieza a sonar y cantarla como la sientes. En «Glide» simplemente me dejé llevar por el ambiente de la canción e intenté reflejarlo. Es una canción majestuosa, te hace sentir como si estuvieras planeando.
Siempre se te ve al tanto de grupos nuevos, sobre todo de los más arriesgados musicalmente. Quizás sea uno de los secretos para seguir haciendo música interesante tras una carrera tan larga.
Escucho muchos grupos nuevos, pero curiosamente ahora mismo mi disco favorito es el nuevo de Peter Perrett. En 1980 o 1981 no había demasiados grupos que hicieran una música parecida a la que queríamos hacer, y entre los grupos que nos influyeron al principio estaban por supuesto The Gun Club, Fleshtones o The Fall, pero al mismo nivel que ellos o más estaban The Only Ones. De repente desaparecieron, y es curioso que nuestros nuevos discos coincidan ahora. Gracias a Dios mi vida ha sido muy diferente a la de Peter Perrett, pero creo que ha intentado lo mismo que nosotros, grabar un disco digno de su pasado y al mismo tiempo actual. Si nos fijamos en grupos contemporáneos me gustan The War On Drugs, Spoon, 75 Dollar Bill…
También te he oído elogiar a Chris Forsyth, y creo que hay una conexión ente su música y la de The Dream Syndicate. No sé si has hablado de esto con él.
Sí, y es cierto que es fan del grupo. Su colección de discos debe de ser muy parecida a la mía, debe de haber mucho jazz. Me encanta su disco del año pasado, The Rarity of Experience, quizá mi disco favorito de 2016. Hace algo muy parecido a lo nuestro, coger una idea o un groove muy básicos y llevarlos hasta donde lleguen. Y no es fácil, cualquiera puede coger una guitarra, tocar un Mi y hacer una jam de hora y media. Con algunos grupos solo piensas en que alguien los desenchufe, pero otros entran en una especie de trance que no pueden dejar. La Solar Motel Band de Chris Forsyth es de esa clase de grupos.
En la web de vuestro sello aparece una playlist muy interesante seleccionada por músicos más o menos contemporáneos del grupo como J Mascis, Chris Robinson, John Stirrat o Ira Kaplan, amigos como Peter Buck o Mike Mills, y también por miembros de grupos actuales como White Fence o Japandroids. Es una manera muy bonita de ver una obra reivindicada por varias generaciones.
Nosotros no inventamos ningún género, y estos grupos nuevos también intentan mezclar diferentes estilos como hacíamos nosotros. Hace unos años coincidimos con White Fence en un festival italiano llamado Beaches Brew. Me puse a hablar con Tim Presley, su cantante, un chaval que no llega a los treinta años, y cuando me presenté le intenté explicar quiénes éramos, que empezamos en Los Ángeles con otras bandas que se conocieron como Paisley Underground. Se me quedó mirando y me dijo, “claro que os conozco, ya sé quiénes sois”. Supongo que los nuevos grupos saben muy bien de dónde vienen, como lo sabíamos nosotros. Si en 1982 un miembro de los Standells se hubiera acercado a hablar conmigo, le habría dicho algo parecido: “¿Estás de cachondeo? Tengo todos vuestros discos” [Risas].
De hecho, The Dream Syndicate y toda su generación ayudó a allanar el terreno para lo que luego se llamó rock alternativo en los noventa.
Todo lo que ocurre en el mundo de la música te lleva a lo siguiente, pero el punk fue lo que abrió todo ese camino. Siempre me encantó la música, desde que era un crío, siempre estaba metido en las tiendas de discos, pero lo que me cambió la vida fue descubrir en 1977 el primer disco de los Ramones. Mira, justo ayer estaba en un concierto de P.J. Harvey y me encontré con Ivan Julian. Le parecía increíble que hubieran pasado cuarenta años desde Blank Generation. A mí también, pero todavía más de que solo hubiera cinco años de diferencia entre Blank Generation, cuando yo tenía 17 años, y nuestro primer disco. Aquellos cinco años me parecieron un millón, los cambios fueron inmensos. Pero así es el ciclo de la música, solo cinco años después de The Days of Wine and Roses, aparecieron los Pixies y Daydream Nation de Sonic Youth, y Yo La Tengo empezaban a coger fuerza, grupos todos que estaban al tanto de lo que habíamos hecho, y también Kurt Cobain era fan de The Dream Syndicate. Ahora mismo, nosotros también escuchamos a nuestros contemporáneos, a Chris Forsyth o 75 Dollar Bill, y nos inspiramos en ellos.
¿Te ves portando un testigo que vas pasando a las nuevas generaciones?
Me encanta prestarles el testigo, pero que no me lo quiten [Risas]. Hay mucha gente que se pregunta si el rock está muerto, si las guitarras ya no molan, si los discos van a desaparecer… Y aunque pueda entender sus razones, lo que yo veo es que hay un montón de gente haciendo música cojonuda, con total libertad, sin hacer concesiones. Nosotros, o REM, o las Bangles, o los Replacements, siempre estábamos preocupados en cómo salir adelante, de qué manera debíamos comportarnos para seguir grabando discos. No es que nos vendiéramos, o que grabáramos discos que no nos gustaban, pero de alguna manera pensábamos en el modo de encajar en un mundo que era muy diferente al nuestro. La diferencia es que ahora los grupos no se preocupan de encajar en ningún sitio, hacen lo que quieren, hay muchos haciendo música muy personal, extraña y sin concesiones. Y así debe ser, al final siempre va a haber alguien al otro lado que te descubrirá.
Antes hablábamos de tu mejora como cantante. Aparte de eso, ¿hay más cosas que mejoren con el tiempo en una carrera musical tan larga?
Todo es mejor, y no bromeo. Es más divertido, más relajado, al menos yo disfruto mucho más ahora. No me malinterpretes, me lo pasé muy bien al principio, todo era nuevo, sorprendente, pasar de currar en una tienda de discos y ensayar en un sótano a grabar discos y tocar ante mucha gente era muy emocionante, pero también había una parte de miedo, de no saber lo que iba a durar aquello, de preguntarte cuando se darían cuenta de que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Ahora nada de eso me preocupa, ya sé que no voy a ningún sitio, no tengo nada que demostrar, ni al resto del mundo ni a mí mismo. Esto es mi trabajo, ya lo he conseguido, así que solo me preocupa disfrutarlo. [Pausa pensativa] La verdad es que estoy en un punto de mi carrera muy interesante y que me hace muy feliz. Casi todos mis proyectos siguen más o menos en activo, desde Gutterball o Danny & Dusty hasta The Miracle Three o The Baseball Project, y todos son diferentes, con músicos diferentes y distintas maneras de trabajar y componer, así que nunca estoy seguro de lo voy a hacer, y eso es fantástico.
DE LOS DÍAS DE VINO A LOS DE ROSAS
Fundado a comienzos de 1982 en Los Ángeles, The Dream Syndicate dio en febrero de 1982 su primer concierto en el club Lingerie en Hollywood. Comenzaba de esta manera una de las más brillantes bandas de los ochenta que, además, pasó a encabezar el denominado Paisley Underground, una escena que reivindicaba la vuelta a las guitarras tomando como compañeros de viaje la psicodelia, el folk, el garage de los sesenta y tomando como referencia el sonido de Crazy Horse, Love y los Byrds. Tras cuatro impecables álbumes y un par de EPs, dieron el último concierto el 19 de diciembre de 1988 en el I-Beam de San Francisco. Para la historia del rock’n’roll quedó el icónico, emblemático y siempre perenne The Days of Wine and Roses. Steve Wynn comenzó otros interesantes proyectos, en solitario o bajo nombres como Danny & Dusty, Gutterball, Smack Dab y The Baseball Project. Con motivo de un concierto benéfico celebrado el 4 de septiembre de 1991 en honor de Craig Lee, guitarrista del grupo punk The Bags —pero más conocido por su textos en el fanzine Flipside y coautor del libro Hardcore California: a History of Punk and New Wave—, que padecía SIDA, enfermedad que finalmente le produjo el fallecimiento, The Dream Syndicate se reunió para tocar tres canciones (ver entrevista con Paul B. Cutler en Ruta 252).
Un tópico recurrente en las entrevistas a Steve Wynn era si había alguna posibilidad de volver a ver en directo a The Dream Syndicate. Wynn nunca cerraba la puerta, pero tampoco concretaba nada. Repentinamente anunció en 2012 a través de su cuenta de Facebook que The Dream Syndicate se reunía para celebrar el trigésimo aniversario de The Days of Wine and Roses, que interpretarían íntegro y en el mismo orden. Sin embargo, la sorpresa de la noticia estaba en que el país elegido era España y con cinco fechas por las principales ciudades: Barcelona, Valencia, Madrid, Mallorca y Bilbao. Con la única ausencia de Paul B. Cutler —sustituido por Jason Victor, habitual guitarra solista de Wynn—, los que asistimos a aquellos bolos no solo fuimos absorbidos por el torbellino sónico de la banda sino que nos vimos transportados a los felices años ochenta, aquella época de Paisley, garage, hardcore-punk y rock australiano.
Aquel tímido regreso tuvo su continuación en 2013 con dos conciertos para reivindicar el Paisley Undergound. El 5 de diciembre en el Fillmore de San Francisco y el día siguiente en el teatro The Fonda en Los Ángeles, The Dream Syndicate tocó con The Bangles, The Three O’Clock y Rain Parade, paladines también de la escena y reunidos para la ocasión. Posiblemente la atención mediática originada y el gusanillo de recrear felizmente tiempos pasados acabó por activar la espoleta de la ignición. Visto el éxito del experimento, en 2014 Wynn anunció que regresaban nuevamente para celebrar el trigésimo aniversario de Medicine Show, el segundo elepé. Esta vez sí fueron varios países y también pasaron por España (Madrid, Santiago, Bilbao y Zaragoza fueron las agraciadas). El flamante nuevo álbum, How Did I Find Myself Here? —que será presentado este otoño en Europa—, es sin duda el colofón de lo que se venía gestando desde hacía un lustro. Carnosamente aprovechable, no es un ejercicio de nostalgia. Al contrario, manteniendo el característico discurso sónico discurre por territorios más complejos: quien sea habitual de la obra de Wynn conocerá la capacidad inagotable que posee para no caer en el pozo de la repetición. Manuel Beteta
Texto: Carlos Rego y Manuel Beteta
Fotos: Chris Sikich
Magnífica entrevista, gracias.