Nos sirve de excusa, noble, pero excusa, la redonda efeméride que el ciclo Izar and Star cumple en Euskadi para hacer prontuario de la larga carrera de Javier Corral, Jerry. Periodista musical vinculado a la prensa y sobre todo a la Radio, divulgador incontenible de las aptitudes del Rock y de las bandas más alejadas de la pista central, gestor de mil y una de iniciativas culturales… Además, y como se verá en estas líneas, un alérgico al aforismo “cualquier tiempo pasado fue mejor”, que tanto en la música como en cualquier disciplina artística supone un corolario injusto, ingenuo y retrógrado.
Una carrera, en definitiva, en la que sólo se licencian los cínicos, o los que pierden curiosidad por la música- y la vida- imbricada con la escena local de Euskal Herria, que se cristaliza en este nuevo curso, que suma ya 100 actuaciones, ocho temporadas y una materialización del alto nivel musical del territorio vasco. Pasen y lean, no hay desperdicio.
Desde aquel programa en Popular 3 Stereo llamado “Dios Salve a los Maravillosos Grupos Locales”, pasando por tus colaboraciones en Muskaria y en los inicios de Ruta 66, hasta llegar a Izar & Star, tu actividad profesional siempre ha estado vinculada a la escena local. ¿Nunca te ha llegado a cansar?
Cansancio, no. Pero sí hubo un periodo perdido en los 90 por circunstancias personales y laborales que me apartaron de la escena local, algo de lo que luego me he arrepentido. Lo veo como algo natural, interesarte y apoyar lo que se hace en tu radio de acción más cercano. Otra cosa es la precariedad en que nos movemos en el periodismo musical que te obliga a mantener actividades paralelas, en mi caso siempre dentro del oficio. Me gusta seguir la actualidad de la música, de la buena música alrededor del pop y el rock digo, que es como se va escribiendo la historia. Es una necesidad y una dedicación, aunque profesionalmente no tenga apenas reconocimiento. El que no lo vea así, se quedará estancado o colgado de un momento concreto, pero esto es un continuum. Hablo desde el punto de vista del periodista melómano y observador privilegiado. El aficionado puede regodearse en su nostalgia todo lo que quiera, no tiene que dar cuentas a nadie. Me ha ayudado mi carácter ecléctico y creo que progresista.
Dicho de otra forma, ¿cuán fácil es volverse un cínico en este oficio?
Lo fui una época, esa en la que ves los conciertos desde la barra, porque no lo has elegido tú, sino tus obligaciones puntuales. Como en uno de Chris de Burgh, que yo decía que no era Chris de ver(g), sino Chris de bar(g). Generalmente tienes que optar entre oficio o afición, o al menos complementarlos, pero siempre sabiendo diferenciar lo uno de lo otro. Lo peor que te puede pasar es autoconvencerte de algo, que en realidad ni sientes ni crees. Al músico le pasa algo parecido. Por eso, quizá el estado ideal, dadas las circunstancias, sea el de una semiprofesionalidad que te dé libertad, tiempo, criterio e independencia, y a la vez te espabile y anime a seguir. En algún futuro deberá ser materia académica, como la crítica cinematográfica también. Me planteo alguien que empieza con 20 años y sólo pienso en todo los discos o películas que tiene que empaparse para adquirir un mínimo de conocimiento y equilibrio, y es inmenso. Eso, o la nada.
Me imagino que habrás visto el inicio, despegue y caída de muchas bandas. Pasando el cedazo de los años, ¿con cuáles te quedas y por qué?
Me quedo con las que siguen creando y buscando. Los que saben reinventarse y avanzar, pero aguantar ya es un mérito inmenso en medio de la inestabilidad y desamparo de la música. Hay muy poca gente verdaderamente interesada y no se apoya la creación artística. Esa es la dura realidad. El único alimento de muchos músicos es el gusanillo de empezar, seguir o volver a empezar. Pero como un mero hobby.
Desde el punto de vista geográfico, y con la óptica del paso del tiempo ¿qué provincia destacas como mayor semillero de rock local?
Gipuzkoa siempre ha sido más inquieta, pero hay propuestas de interés en todos lados. Quizá en un futuro, la procedencia cada vez será menos determinante. Pero históricamente ha sido un factor fundamental y hay escenas absolutamente ligadas a un lugar. Pero esto tiende a diluirse.
Dice Fernando Gegúndez que esta es una manera de hacer patria mayor que otras.
Sí señor. Yo lo llamo hacer país, patria me asusta un poco. Euskal Herria desde un punto de vista cultural, abierta y plural. Me gusta cuando se mezclan artistas euskaldunes con quienes no lo son. Crear guetos se puede volver en contra. Bastante nos han separado ya las circunstancias involuntarias, las tradiciones rancias y la mala política. Me apena mucho que haya bastante gente que no vaya nunca a ver un artista en función de la lengua. Es mi mayor frustración. Me agobia no hablar euskera, pero soy incapaz con los idiomas. Y también sigo especialmente lo que se hace en el resto del Estado. La cercanía cultural es básica para una mayor comprensión. Ahora mismo hay un gran vacío por parte de los medios audiovisuales de carácter público. Y sí, la música y la cultura crean país. Por supuesto.
¿Es más fácil estar al otro lado de la barrera, como es tu caso, para seguir teniendo curiosidad por la música?
No sé si con la curiosidad se nace. Me siento como un perseguidor de sonidos inéditos, y cuando en un concierto o en un disco, creo descubrirlos, me emociono hasta el infinito. No me va eso de ir a cantar y reconocer canciones que has oído cientos de veces, lo que no quiere decir que no me conmueva según la ocasión. No apruebo el conservadurismo artístico y el del público, aunque lo entiendo. La vida es dura para todos y la gente paga para ver a sus artistas favoritos, aunque a veces ya no aporten nada; quiere socializar, sentirse parte de una comunidad, de una generación o de un cliché en el peor supuesto, después de un día de mierda en el curro. Es comprensible. Tampoco me hace gracia que la gente ajena a la esencia musical, asocie aún rock a fase juvenil y coyuntural, con una historia artística de casi 70 años y unos antecedentes de un siglo. Es una parte muy importante de la cultura popular, disciplina artística mayor y en sus inicios gran fenómeno social y rupturista.
De tu quinta, en Bilbao, y dedicándose a menesteres similares, ¿a quiénes destacarías y por qué?
Destaco a todos los que, cada uno a su manera, aún continúan. Fernando Gegúndez, Pablo Cabeza, Pedro Elías Igartúa, Andrés Portero…, bueno ahora que lo pienso excepto el último todos son más mayores, jejeje… Más mérito, también. Respeto máximo y admiración.
¿Hasta qué punto es complicado no volverse un “abuelo cebolleta” cuando surgen en corrillos post concierto rememorando tal o cuál actuación?
Jejeje… no me gusta eso, ni el cuchicheo o criticar lo que no se conoce, prefiero disfrutar y comentar lo que acaba de pasar. Se idealiza el pasado y ya sabemos por qué. No quiero incidir en ello, es triste. Hay que utilizar el pasado como trampolín, no como sofá. Me encuentro bastante solo en esto. Cuando empecé, todos los que seguíamos el rock éramos muy jóvenes, pero desde la llegada del punk y la new wave, ya hubo una primera brecha generacional y desde entonces se ha repetido cíclicamente. Por otro lado, también han existido siempre como dos grandes bandos, mods y rockers, jipis y punkis, poppies y duros, etc. etc. Nunca me he sentido parte de ninguna tribu concreta, aunque de muy muy joven quise estar en casi todas. Qué aburrido, pueril y uniforme! Todos vistiendo igual y utilizando las mismas coletillas verbales. A mí me interesa la música, su origen, su riqueza y su evolución. Cuanto más inabarcable es algo, más empeño ponemos en acotarlo. Y de ahí a meter la pata, sólo hay un paso muy pequeño.
Cumples 100 actuaciones de Izar and Star y no te has salido de los cánones. ¿Cómo responden los grupos a tu llamada propositiva? ¿O son ellos quienes acuden donde ti?
Por lo general responden muy bien, pero lo complicado es ajustar fechas y agendas. Cada grupo son varias personas y sus circunstancias personales y conjuntas. Yo propongo y a veces sugiero, pero la última palabra lógicamente es del músico. Algunos son ellos mismos los que me llaman con sus ideas. Tengo que destacar y agradecer especialmente a esos tríos o cuartetos que para el ciclo se convierten en quintetos o sextetos porque involucran a otros músicos, o incluso originan formatos ex profeso (los casos de Willis Drummond con Joseba B. Lenoir o Hermana Raya a partir de Rober! Atom Rhumba). La inmensa mayoría se lo ha tomado muy en serio, prevaleciendo su amor a la música. Siempre he intentado corresponder con todo mi afecto, pasión y las mejores condiciones económicas y ambientales. Y sufro cuando algo no sale bien.
Hace un par de temporadas sacaste este tipo de eventos del Teatro y lo llevaste a sala. ¿Crees que en ese marco se le daba un toque elitista?
El sitio ideal es Kafe Antzokia, sea en su escenario principal o en la parte de arriba. Nos sentimos en casa. Pero nació en la Cúpula del Teatro Campos, casi por casualidad. Ahora empezamos también una nueva etapa en salas intermedias del Palacio Euskalduna con artistas de jazz que se podrá ampliar, si funciona, a otros géneros que piden asiento, tranquilidad y mucha atención. Con barra, eso sí. Sin tonterías, pero hay que priorizar el buen sonido y las mejores situaciones para músicos y público. Asociar música y cutrerío es otra vieja herencia a superar.
Sé que no te vas a mojar, ¿pero qué actuaciones destacas sacando el inventario del ciclo?
Creo que no estaría bien dar nombres por los olvidos. Agradezco mucho a todos los que han participado. Si acaso decir que fueron muy especiales las noches temáticas, sobre todo la primera dedicada a Lou Reed, y la ilusión del debut con Capsula en abril de 2011. Lo que sí te puedo decir es que personalmente creo que el interés es mayor cuánto más original y heterodoxa sea la propuesta, aunque luego ha habido conciertos de gran fidelidad al original que han sido enormemente emocionantes. Musicar a Leopoldo Panero o a Gloria Fuertes, crear vínculos en torno al Chelsea Hotel o desde la nota mi menor, traducir al euskera a Nick Cave y Wilco, o a Will Oldham al castellano, o trasladar a Dylan a un universo del rock electrónico. O que un hijo de Kaki Arkarazo recupere a M-ak, como antes hicimos con Cancer Moon, Errobi, Izukaitz, La Buena Vida o el rock y el pop vasco de los 80, la intervención de grandes escritores como Kirmen Uribe o Fermin Etxegoien… Es evidente que esto no es un ciclo de impersonators. Todo lo contrario.
¿Qué agenda nos depara este próximo Izar and Star?
Acabamos el año con grandes citas. Elena Setién recreando a Nico y la Velvet, tributo doble a Tom Petty en Bilbao y Donostia, fiesta celebración del concierto 100, en realidad llevamos alguno más, con tres propuestas sorprendentes de McEnroe, Señores y Jupiter Jon. Además comenzamos una nueva experiencia en el Palacio Euskaduna en torno al jazz con el saxofonista Javier Alzola y el pianista Juan Ortiz, en sus relecturas de Miles Davis y Sinatra respectivamente. Y empezamos 2018 con una batalla entre Beatles y Stones a cargo de una treintena de músicos bizkainos. Y muchas más sorpresas a partir de febrero aún por confirmar fechas.
PROXIMOS CONCIERTOS IZAR & STAR VIII
- 23 Noviembre. Kafe Antzokia. ELENA SETIEN vs. NICO & VELVET.
- 24 Noviembre. Dabadabada (Donostia). ELENA SETIEN vs. NICO & VELVET.
- 26 Noviembre. Kafe Antzokia. TOM PETTY. AMERICAN BOY! Con WILL (LOS BRAZOS), FRANK, LAST FAIR DEAL y THE FAKEBAND.
- 30 Noviembre. Kafe Antzokia. LOU TOPET vs. WILCO euskeraz y RUKULA vs. M-AK.
- 1 Diciembre. Palacio Euskalduna (Sala Barria). JAVIER ALZOLA QUARTET vs. MILES DAVIS.
- 22 Diciembre. Palacio Euskalduna (Sala A-1). JUAN ORTIZ QUARTET vs. SINATRA SINGS CHRISTMAS.
- 26 Diciembre. Kafe Antzokia. Fiesta IZAR & STAR 100. SEÑORES vs. R.E.M., JUPITER JON vs. PUNKY REGGAE PARTY y McENROE VS. EL ULTIMO DE LA FILA.
- 5 Enero. Tabakalera (Donostia). TOM PETTY. AMERICAN BOY! Con FRANK, PET FENNEC y THE FLIPPING KARLOMAGNOS.
- 20 Enero. Kafe Antzokia. BEATLES vs. STONES. Con una treintena de músicos de Bizkaia.
Texto: Alvaro Fierro