Encuentros

Cabezafuego: Asqueado del mundillo musical

Iñigo Cabezafuego es un personaje único. Su trayectoria como músico le acredita y su peculiar personalidad que pasa por no tener pelos en la lengua (ni en el torso) ha sido siempre objeto de amores y odios. Este sábado 18/11 presenta en Madrid su nuevo trabajo, «Somos Droga». Será en la sala El Sol y puede ser una de las últimas ocasiones que se le vea en directo. Recuperamos esta entrevista publicada en nuetsra versión papel de septiembre y parece no estar muy contento como funcionan las cosas. Pese a todo, su ácido sentido del humor sigue intacto.

Iñigo Garcés ha grabado uno de los artefactos sonoros más radicalmente únicos de la temporada. Somos Droga (Color Hits / Autisder Cómics) es un disco-cómic en el que, enfundado en su alter ego de Cabezafuego, Garcés ha contado con la complicidad de músicos e historietistas para, en íntima colaboración con Dani Ulecia, abrirse en canal y dejar brotar de su interior –envueltas en unas letras divertida y singularmente confesionales– las brasas todavía incandescentes de sus miedos, sus inquietudes, sus sueños y sus esperanzas.

Álbum libérrimo y desbordante, guiado por el espíritu de ese gran iconoclasta llamado R. Stevie Moore –“lo descubrí gracias a Beatriz Sánchez, mi compañera visual, y podría decir que es él quien me ha sacado del armario”–, el segundo trabajo de Cabezafuego tras el ya muy estimulante Camina Conmigo (Folc Records, 2015) esquiva voluntariamente los parámetros clásicos del disco de rock para zambullir al oyente en un alucinante universo en el que todo es posible y, a la postre, imprescindible.

Es por ello que intentar atajar a la criatura con posibles referentes estilísticos sería hacerle un flaco favor al titánico esfuerzo realizado aquí por el Firehead. Hazte el favor: clava la aguja en Somos Droga y déjate llevar…

Me comentabas antes de la entrevista la decepción que te provoca que ciertos medios, incluido este, hablemos de Somos droga como de la última locura del majara de Cabezafuego. No puede ser, evidentemente, la obra de un chalado, pero ¿no crees que tú mismo has vestido ese traje de “simpático bufón” durante tu carrera quizá para liberarte de la presión de enfrentarte al escrutinio del personal?

Tienes razón, en parte. Mirando hacia atrás sí que veo ese payaso todo el día haciendo sus gracietas, pero nunca me ha dado miedo enfrentarme a las críticas. Si me autoanalizo un poco –y este último año lo he hecho como nunca– veo a una persona más frágil de lo que yo creía, que ha tirado con sus demonios para adelante como ha podido, haciendo el julai –quizás en exceso– y vistiendo alguna que otra canción decente de un humor cercano a la bufonada… Lo curioso es que aborrezco el humor en el 99% de las veces que me lo meten en música, cine o literatura, así que no puedo esperar que el oyente pueda o quiera separar conceptos. Como dices, en este disco duele un poco más que se me siga viendo como el payaso –ahora recurro al cliché de payaso triste–, porque para mí esta vez es algo muy serio; pero no le puedo pedir mucho más al crítico musical, que tiene el cedazo más ancho que sus fosas nasales.

¿Cómo gestionaste el vacío que debió sobrevenirte después de grabar, lanzar y presentar en directo tu anterior disco Camina Conmigo y cómo lo valoras a día de hoy?

Desde hace un par de años llevo muy mal todo lo que sea post, y no me refiero al término, sino a su significado. Tengo continuas resacas por cualquier suceso que me ocurra; empezaron a saltar las alarmas cuando volvía de un concierto y quería quedarme dos días en la cama o cuando se iban los amigos del estudio después de un día maravilloso de grabación y la tristeza me devastaba… La cosa ha ido a peor este último año y todo lo que me da un mínimo subidón, va parejo a un tremendo bajón. La cosa se está poniendo jodida y espero no acabar como otro rockero que se levanta la tapa, más que nada porque aparte de patético mi legado no creo que diese para un buen recopilatorio… Camina conmigo fue un maravilloso experimento que hizo una banda que cada día cambiaba su manera de afrontarlo todo; fue el germen perfecto para Somos Droga porque me hizo ver que, si no eres un grupo famoso, cada día puedes hacer lo que te salga del rabo, nadie va a venir a pedirte explicaciones. Y eso es lo que estoy intentando hacer desde entonces.

Si las drogas son una excusa, un aliciente que realza nuestro estado anímico haciendo aflorar o anestesiando nuestras emociones, ¿qué dice de ti un disco titulado Somos Droga?

El año pasado todos mis cimientos se destruyeron. De creerme el amo de la barraca a sentirme como un gusano, todo sin darme cuenta. No hay tantos pasos en falso para acabar viviendo en la calle… Creamos un castillo de falsa seguridad sobre briznas de paja, que caen o arden con cualquier gilipollez no controlada. Las drogas son alegorías de lo que tu puta cabeza te puede hacer, y todo es real, si ha pasado por tu cabeza es real, igual que las voces que oye un esquizofrénico pueden ser sus mandamientos… En este disco me han partido en dos, han metido la pala excavadora y han sacado mis entrañas, las han puesto al sol, le han dado la vuelta a mi piel y me las han metido a cubos. Ahora hay que ver si la cosa me va a dejar secuelas.

Leo en la nota de prensa que no querías hacer otro disco de rock, que estabas un poco harto de ese esquema o de ese corsé. ¿Podrías desarrollar un poco este punto?

Aunque muchos amigos me dicen que este disco es para gente que ha escuchado música, no estoy de acuerdo. He sido libre para hacer un disco sin ataduras estilísticas; no me refiero al sonido, sino al concepto. Me encanta tocar y escuchar rock and roll, pero no quería hacer otro disco de rock que no fuera a ninguna parte. Como decía Billy Miller en el Ruta de mayo, no es tan fácil componer una buena canción de tres acordes, mientras que una mierda rollo Yes cualquier músico subidito puede hacerla. No tengo el talento que tenía Nick Curran para hacer un disco de rock and roll fresco y “novedoso” como fue Reform School Girl, así que me lanzo por el rollo “rarito”. Aun así, aspiro día a día a hacer la canción pop perfecta, pero necesito que tenga ciertas esquinas, eso está en mi ADN.

¿Cuán importante ha sido la complicidad de Daniel Ulecia en el arduo proceso de gestación del nuevo disco?

Ha sido fundamental. Estuvimos un año previo pergeñando el monstruo; nos juntamos en el estudio el 18 de Julio y salimos en febrero. Dani lo ha sido todo en el disco: productor, arreglista, confesor, paño de lágrimas (literal), juez… Hubo días maravillosos por la magia que surgía y los únicos recuerdos malos que tengo son los días que mi estado emocional me impedía disfrutar del milagro. Es un puto gusto ver trabajar a un genio y Dani lo es, algún día se le valorará en su justa medida.

Habéis parido el disco en Color Hits, tu estudio, sin duda uno muy especial porque en él grabas a artistas amigos por amor al arte. ¿Quién ha pasado por ahí hasta el momento?

Realmente no es mi estudio. Se montó para grabar a amigos, surgió la oportunidad y nos liamos varios colegas. Mi primer disco fue el experimento para ver si la cosa funcionaba, yo fui el que me la jugué comprobando in situ si reunía las condiciones. Ha pasado mucha gente: Los Tupper, Javier Corcobado & Atom Rhumba, Los Jambos, Mo & Co, Gravelites, Los Graves, Pow Pow Pows, ExNovios, Los Duques de Monterrey… Me dejo cosas, lo siento.

Abundan las colaboraciones en el álbum, desde el saludo inicial de Los Hermanos Cubero hasta el rescate del olvido de dos ex Zen Guerrilla.

Menos Isabel Aries, que no la conocía pero quería que estuviese porque su último disco me tuvo muy enganchado, los demás son todo amiguetes. Lo de los Cubero era una idea que rondaba mi cabeza desde el principio, tenían que ser ellos y lo bordaron. Con Andy y Rich de Zen Guerrilla guardo una gran amistad desde que Mermaid giramos con ellos; nos tenemos mucho cariño y quería que estuviesen también. Todo tiene un sentido, no es meter por meter, para nada quería hacer un disco de colaboraciones, son más bien pequeños esputos que me han escupido y que han hecho al disco mucho más colorista.

Igual de abrumador y arriesgado que el apartado sonoro es la parte gráfica de Somos Droga. ¿Cómo surgió la idea del disco-cómic?

Ata y Molina, los capos de Autsaider Cómics son muy entusiastas con lo suyo, en eso nos parecemos. Lo que empezó como una broma ha acabado siendo un proyecto muy chulo. Tener a gente como Mauro Entrialgo –sus historias de Herminio Bolaextra son influencia clara en mi personalidad, de algún modo–, Victor Coyote –que lo descubrí de canijo viendo Plastic–, Paco Alcazar, el gran Olaf Ladousse y todos los demás, ha sido la hostia. El nivel del tebeo es pasmoso y así lo está reconociendo la gente, ya que se están vendiendo como churros.

“El Minueto del Arribista” es una nueva golosina envenenada contra el ego desmedido de algunos artistas indies que van de auteurs trascendentes. ¿Tu querencia por relativizar la importancia del cantante – compositor se debe a que te sientes más cercano a la figura del pequeño artesano que a la del gran artista que conmueve a las masas?

Me cuesta entender a la persona que se toma demasiado en serio a sí misma; entiendo que el artista se cree un personaje y vaya con él hasta las últimas consecuencias, porque si no se le jode el invento y no podrá comer, beber o esnifar el próximo mes. Pero no es mi caso, no tengo que demostrar en mis canciones que entiendo el Rayuela de Cortázar –porque además no lo entiendo–, así que eso me libera para comportarme como un burro y no estar siempre con esa “tensión intelectual” que algunos demuestran. Parece que les da vergüenza ser meros entretenedores, que es lo que son. Cuando fui a Japón a tocar con Atom Rhumba en el visado nos pusieron “entertainer” como profesión y me encantó; esos cabrones nos tienen calados.

Tras más de veinte años dándole a este negociado en múltiples proyectos y grabaciones, ¿miras para atrás y piensas “He grabado el puto disco de mi vida y sospecho que todo va a seguir igual ahí afuera, pero me la suda”?

Está claro que he grabado el mejor disco de mi vida hasta el momento y sinceramente creo que algún día se valorará en su justa medida. Es el primer álbum del que puedo sacar pecho porque lo asumo como un trabajo coral de mucha gente y estoy haciendo de embajador de ellos. Cada día me da más asco y vergüenza el mundillo musical, lo que me hace plantearme si seguiré dando conciertos. Eso sí, lo que tengo muy claro es que haré música hasta que no controle los esfínteres… ¡O más allá! Si Stephen Hawkins sigue formulando sus teorías, yo también podré hacer música aunque me cague encima.

Texto: Roger Estrada

 

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