Quizá sea demasiado pedirle a Van Morrison que a estas alturas nos lleve a los lugares insospechados de sus años gloriosos. A uno le resultaría suficiente con que sus discos se alejaran del ambiente de cadena de montaje al que ya hace muchos años nos tiene acostumbrados. Demasiadas grabaciones cortadas por el mismo patrón, a la espera del chispazo que nos recuerde al león que lleva (¿llevaba?) dentro. En Roll with the Punches la cosa no cambia: correctas versiones de clásicos del blues más o menos conocidos, tres o cuatro originales que ni desentonan ni destacan, invitados de lustre (Jeff Beck, Chris Farlowe, Paul Jones) e impecable instrumentación, como no podía ser menos y es norma en su última época. Así, todo suena demasiado comedido, ideal cómo música de fondo para una cena con velas en un restaurante caro, pero falta arrebato, pellizco, duende, llámenlo como quieran. A pesar de todo, todavía queremos ver razones para la esperanza, porque no es menos cierto que aún puede sacar petróleo de un clásico tan manido como «I Can Tell», y escribir algo como «Transformation», la mejor pieza del disco, ambas interpretadas con pasión contenida pero real que traspasa la simple corrección. Lo malo es que llegan demasiado pronto, y esperamos hasta el final del disco en vano, entre shuffles elegantes pero inocuos y blues de manual. Quizá la culpa es nuestra, y le pedimos el sobresaliente cuando ya solo nos puede dar un bien alto.
CARLOS REGO