Acudí a este concierto con muchas, muchas dudas. Que Lukas es un gran cantante y guitarrista es más que evidente. Que la banda es súper precisa y efectiva, también. Joder, si Neil Young se olvidó de Crazy Horse (por enésima vez) y se los llevó a ellos de gira como banda de acompañamiento, por algo será. Ser hijo de su íntimo amigo Willie Nelson no es suficiente. ¿De donde vienen las dudas entonces? Pues de que a mí ciertas cosas me cargan una barbaridad y de estas Lukas tiene unas cuantas. La tendencia a la falsa modestia, el hablar de algunos de sus temas como si fueran clásicos de su padre o de su tío adoptivo Neil (lo siento pero no, no y no. Buenas canciones, pero no hasta ese extremo), los clichés de rock de estadio en salas pequeñas…como todo, depende de los gustos, pero a mí por ahí me pierde. ¿Que pasó en el concierto? Pues que no abusó de todo esto tanto como en otras ocasiones (excepto al final) y nos soltó un directo a la mandíbula detrás de otro durante casi dos horas. Brutal concierto.
No faltó la indispensable versión de Neil, “Cinnamon Girl”, que nadie toca, perdón quería decir que manda cojones que todo cristo toque este tema, como si no tuviera más clásicos Neil Young, pero bueno siempre mola oírla. Tampoco la indispensable ahora mismo versión de Tom Petty, que, aquí sí, nos dejó sin habla. Tremenda “Breakdown” interpretada por él solo con la guitarra acústica. Casi nos hace llorar, el cabrón. Lo de Petty está siendo difícil de digerir para mucha, mucha gente. Pocos artistas no están tocando algún tema suyo como quitada de sombrero ante la vida de semejante ser humano.
Si hay alguien ahí arriba, que se lleve a Petty y deje que Bono siga sacando discos (y metiéndotelos en el teléfono aunque no quieras) muestra un egoísmo y crueldad brutal hacía sus criaturas. Normalmente no se menciona a los roadies cuando se habla de un bolo, excepto que lleven una camiseta tan cachonda como el de Lukas (ver foto). En el bis con “The Awakening” hubo de todo. Los primeros siete minutos me encantaron y luego ya entró en los terrenos que a mi me resultan pantanosos. “Canto yo y ahora vosotros”, “digo Eeeeeeooo, decís eeeeeeeeo”. Un buen rato de esto y para rematar un solo de guitarra tocado con los dientes.
Hendrix y Stevie Ray Vaughan se podían permitir esto y prácticamente lo que les diera la gana y salir más que airosos pero hay que reconocer que hay veces que puede resultar un poco cargante y gratuito, en plan “mirad lo que sé hacer también, que esto aún no os lo he enseñado”. Yo sin ir más lejos, y esto evidentemente es cosa mía y de mi revuelta azotea, me estaba divirtiendo más imaginándome a su padre calzándole dos hostias en medio del solo que con el propio solo. Lo dicho, cosas mías, y además irrelevantes en mi opinión a la hora de hacer balance final. El derroche de voz, entrega, destreza y gusto a las seis cuerdas que mostró no puede quedar ensombrecido por que el colega se ponga un poco circense al final. Contento de haberme ido con mejor sabor de boca del que esperaba y con la certeza de que volvería a verle sin dudarlo.
Texto: Javier H. Ayensa
Fotos: Oscar García