¿Qué tiene de especial Bill Homans, alias Watermelon Slim, para que cada nuevo álbum sea un acontecimiento especial? Tres cosas: esa inclasificable voz que se escapa como un silbido por la zona donde antaño había una dentadura, las historias que narra en cada una de sus canciones, y el trabajo de arqueología que realiza en cuanto a su propia música basada en el blues, para nunca caer en la reiteración o el agotamiento. Hay gente buena en este negocio y luego hay músicos que conforman el grupo de ‘’true originals’’, y él es uno de ellos. Tienes por ejemplo «WBCN», una tonada que podía parecer extraída de los días de la Guerra de Secesión, pero sin embargo él narra con toda naturalidad el día que se vio envuelto en una guerrilla de barrio contra personajes de ideología nazi. «Dark Genius» es otro modelo inefable de talento y originalidad, esta vez contando su visión del presidente Kennedy con un trasfondo musical rico en matices, detalles aquí y allá que hacen de los seis minutos de duración todo un muestrario de cómo escribir una buena canción. «Barretts Privateers» es, de las tres piezas ajenas, la más destacable y divertida: cuatro minutos a capela con el acompañamiento de tres voces al unísono, ideal para salir a cantar a la calle en plena euforia etílica. ¿Saben? El disco de cabo a rabo es un ‘’must’’, una joya (y van…) despampanante que le hacen a uno un poco más feliz si cabe.
SERGIO MARTOS